ESPECTáCULOS
Nueve piezas cortas para degustar en el Cervantes
El “Ciclo Nueve” presenta obras cortas, que se pueden ver de tres en tres. El desierto es el disparador.
› Por Hilda Cabrera
¿Qué historias puede inspirar un paisaje desértico? Los autores que integran la cuarta edición del Ciclo Nueve encontraron la respuesta en su propio trabajo, a través de obras teatrales de apenas veinte o treinta minutos que se ofrecen de tres en tres en el remodelado Salón Dorado del Teatro Cervantes. El ciclo, coordinado por la autora Adriana Tursi y el dramaturgo y director Héctor Levy-Daniel, cuenta con artistas de Capital y provincias. Auspiciado por el Instituto Nacional del Teatro y Argentores, y supervisado por Beatriz Martínez, cumple funciones los viernes, sábados y domingos a las 18.30, con entrada gratuita. En Crac, de Jorge Huertas, un pajonal equivale a un páramo o una trampa. En ese paisaje enrarecido, Huertas (también psicólogo, actor y docente) apunta a asuntos graves como la violación, eje de una pieza suya anterior, Subterráneo Buenos Aires. En Crac, esta temática se cruza con otras, básicamente la pobreza y el bandolerismo rural. Aquí los protagonistas son un viejo y una “chinita”. Interpretada por Miguel Padilla y la joven Paloma Contreras Manso, la pieza revela intención poética aun en los pasajes más rudos. Este trabajo lleva música de Eduardo Zvetelman y dirección de Roberto Aguirre.
Medea, que va también los viernes, al igual que Perdidos por amor, es una creación de Jorge Accame, escritor, poeta y dramaturgo que reside desde 1982 en Jujuy. Medea se inspira en un episodio histórico que el autor ubica en la quebrada de Humahuaca. La atmósfera es de pesadilla, enmarcada en parte por la utilización de fórmulas tomadas de los antiguos trágicos griegos, como la de iniciar la acción con un resumen. La rigurosa puesta de Eduardo Pavelic (asistido por Claudio Rama) registra el infierno por el que atraviesa una muchacha (papel a cargo de una sobria pero expresiva María Laura Mariotti), amante del general que mató a sus padres y hermanos. En esta revulsiva historia de presagios y alucinaciones –en la que intervienen un ángel de la muerte, un teniente y un general (Antonio Bax) y un segundo ángel y un sargento (Armando Saire)–, el lánguido canto de la joven se convierte en desolador contrapunto.
Perdidos por amor, de Adriana Tursi, conforta por su clima de comedia de errores que, aun frente a las decepciones, alienta una esperanza de futuro. Alba y Tomas Frank (Adriana Dicaprio y Marcelo Bucossi) atravesaron miles de kilómetros antes de llegar al hotel en el que aspiran a pasar su luna de miel. El viaje parece haber sido inútil: “Te suplico que abandones esa cara de desamparo”, le pide el hombre a la mujer que conoció como clienta del banco en el que trabaja. La obra resulta eficaz, tanto por las actuaciones como por la dirección de Andrés Bazzalo, asistido por Viviana Binaghi.
El ciclo se completa con la programación de los sábados, que incluye Un toque de inspiración, de Victor Winer, con Alejandro Awada y Marina Borensztein, dirigidos por Kado Kostzer; Punta Páramo, del rosarino Eduardo Bonafede, actor, autor y director. Actúan Marina Richaudeau, Fabio Aste, Mirta Demestri y Juan Carrasco. La tercera es Piedras preciosas, de Susana Gutiérrez Posse, interpretada por Alejo Mango, Anahí Martella y Verónica Schneck, dirigidos por Héctor Levy-Daniel. Los domingos se presentan Lagartijas, de Susana Lage, con Isabel Quinteros y Leonardo Odierna, conducidos por Luis Roffman; Humo de agua, de María Rosa Pfeiffer, con Alicia Staif y Vesna Stegnar, con puesta de Andrés Sahade, y Carroña, de Héctor Levy-Daniel, interpretada por Sandra Barbale y Osvaldo Djeredjian, y dirigida por Elvira Onetto.