ESPECTáCULOS
La canción del Uruguay se está viniendo Cabrera
Productor, compositor y cantante, Fernando Cabrera estuvo el año pasado en el Luna Park, como invitado de la Bersuit. La semana pasada tocó con La Tabaré. Y hoy a las 23 actuará como solista.
› Por Karina Micheletto
Durante años, Fernando Cabrera fue un secreto bien guardado entre devotos de la música uruguaya que cruzaban el río trayendo tesoros de la orilla oriental, en formato de casete o CD, según la época. Muchos lo conocieron primero como invitado –de Jorge Drexler en el Gran Rex, de la Bersuit en sus shows en el Luna Park, el año pasado–. Hasta que, finalmente, Cabrera llegó con su voz y su guitarra y mostró lo suyo en un show solista en Buenos Aires. “Es que estaba ensayando, porque me lo quería tomar en serio. Y bueno, me tomó 25 años de ensayo”, bromea el músico con ese tono grave en las vocales que sólo pueden conseguir los uruguayos. El motivo principal de esta visita, explica, es que sus compatriotas de La Tabaré Riverock Banda, a quienes les produjo el último disco, le pidieron que viniera al show que dieron el fin de semana pasado. Hoy, a las 23, hará un segundo recital en Notorious Gandhi (Corrientes 1743). Y, esta vez, sin ser invitado de nadie.
En el disco que está presentando, Viveza, Cabrera muestra los bellos encastres que puede lograr entre música y poesía. En sus canciones hay una búsqueda deliberada de la musicalidad de cada palabra, como un juego que va tomando formas tiernas, ácidas, irónicas o crueles. Ese juego puede incluir un homenaje a los músicos de su país que reconoce como compañeros de ruta o referentes (Los Eduardos), una poética descripción de una carpa docente (Blues del cuaderno) o la fatalidad de una despedida con la letanía de una canción de cuna (Te abracé en la noche). De hecho, la mayoría de sus canciones, cuenta Cabrera, comienzan por la letra. La forma que adquieren, con ropajes musicales que reconocen múltiples orígenes, es más compleja de definir. “Yo toco cabrera”, se limita a decir el músico cuando le piden que explique lo que hace.
Fue Drexler quien le presentó a Gustavo Cordera en el balneario uruguayo de La Paloma. “Pasamos un día y medio juntos y fue suficiente para dejar sellada una amistad para siempre. Conocí a toda la familia Bersuit: a las esposas e hijos de los músicos, pero también a los sonidistas y técnicos, porque ellos siempre andan en banda”, cuenta. Como varias veces a lo largo de la nota, Cabrera aprovecha para reconocer y agradecer: “Me dieron una gran mano. Toqué cuatro noches para cuarenta o cincuenta mil personas. Eso equivale a haber venido diez años”, exagera. Su primer disco solista, después de un paso por grupos como MonTRESvideo y Baldío fue El viento en la cara, en 1984. Tiene nueve más, la mayoría inconseguibles por estas tierras (Autoblues, Buzos azules, El tiempo está después, Fines, son algunos). En 1987 hizo un disco en vivo con Eduardo Mateo (Mateo & Cabrera), que probablemente se reedite en poco tiempo. “Lo hicimos con cariño y seriedad, pero no me pareció algo especial. Ahora parece que Mateo subió de categoría. Se transformó en una especie de mito”, reflexiona Cabrera. “Al fin. Es un reconocimiento merecido, porque él fue un compositor capital, que dejó una escuela impresionante. Aunque hay gente que lo conoce y lo quiere desde siempre. Aquí Litto Nebbia siempre lo reivindicó, y Sandra Mihanovich le grabó un tema hace años.”
–Parte de ese mito transmite también una imagen de músico “difícil” a la hora de trabajar con él. ¿Cómo fue su experiencia con Mateo?
–Difíciles somos todos. Como a muchos artistas, a Eduardo le resultaba complicado insertarse en la vida real o en la sociedad, como se dice. Era un extravagante, un bohemio. Como tanta gente. Pero los músicos estamos acostumbrados a los extravagantes y los bohemios. Y yo me llevé muy bien con él.
–Su música se resiste a los encasillamientos. ¿Cómo la definiría usted?
–Para facilitar la cosa, yo digo que hago canciones. Una melodía con letra, simplemente. Claro que además me considero un autor inquieto, al que le gusta incorporar influencias de distintas culturas y épocas. Pero siento que la mía es una típica canción del Uruguay. Y siento que formo parte de una corriente fuerte de cantautores que arranca hace cuarenta años. Allí están Viglietti, Rada, Zitarrosa, Dino, Mateo, Darno (Darnauchans), Rubén Olivera. O sea que hago canción uruguaya contemporánea. Así le diría yo. Ni más ni menos.