ESPECTáCULOS
› TODO POR BOB MARLEY: 15 MIL FANS VIERON A LOS WAILERS
El más ovacionado no estaba
› Por Roque Casciero
Verano más reggae parece ser una combinación indestructible, capaz de atravesar las efímeras tendencias musicales o las crisis económicas. Buenos Aires, que sabe de ambas, tuvo una despedida estival redondita, con los tipos que más saben de reggae porque, entre otras cosas, ellos fueron quienes ayudaron a crearlo. Se habla de The Wailers, claro, que fue la banda de Bob Marley. Con el bajista Aston Family Man Barrett como líder, el combo jamaiquino retornó el sábado a la Argentina, y en dos horas de show dejó algunas certezas y otras tantas dudas. Y una obviedad: Bob Marley es irreemplazable. Como sucede con Gardel en el tango, pero aumentado por la mística religiosa y la trascendencia del reggae en todo el mundo, Marley es la referencia obligada del género, su voz, su forma y su mensaje. Y el vacío que dejó, se hace más palpable, paradójicamente, cuando frente al público están varios de quienes lo acompañaron en su carrera de supernova.
Gary Nesta Pine, vocalista actual del grupo, toma el camino equivocado e intenta llenar el hueco inmenso llamando la atención con sus saltos, sus menciones a Maradona y metiendo a la Argentina dentro de las letras de las canciones, pero el público le responde “Olé olé olé olé, Marley, Marley”. No es maltrato, al contrario: es poner las cosas en su lugar, decirle que está todo bien, pero que nadie fue a verlo a él sino a la historia. Es entonces cuando comienzan las dudas. ¿Hoy los Wailers son una banda de covers de Marley con músicos que tocaron con él? Si no, ¿por qué insisten con el grandes éxitos? En criollo: ¿los Wailers están robando con el nombre y el pasado?
Esa pregunta molestará durante el resto de la noche, pero también habrá certezas. Por ejemplo, que si son una banda de covers, son la mejor posible. Suenan I shot the sheriff, One love, Redemption song y Exodus, y veinte mil personas saben que nadie podría tocar esas canciones tan bien como Family Man o el guitarrista Junior Marvin. Esas leyendas vivientes demuestran, además, lo fácil y lo difícil que es tocar reggae: son pocas notas y se repiten, pero hay que darles el groove perfecto (en eso, el bajista es la piedra basal del género), el sentimiento conmovedor. Por eso aparece la hermosa cursilería de los encendedores cuando se escucha No woman no cry, por eso baila todo el mundo con Buffalo soldier, por eso hay una nube dulzona sobre el campo de Obras Sanitarias. Arriba del escenario están las original roots más algunos reemplazantes bastante adecuados, tocan sin un solo pifie y hacen el repertorio que todos quieren escuchar. Pedirles más a los Wailers parece un exceso.