ESPECTáCULOS
Fuera de la competencia, lo mejor sigue viniendo de Extremo Oriente
En la lucha por el Astor se lució la italiana Mi piace lavorare, y la sección “Cerca de lo oscuro” presentó dos magníficos films coreanos.
› Por Horacio Bernades
Afuera, tiempo despejado. Tanto como para que algunos locales y visitantes (no demasiados, teniendo en cuenta la época del año) se le animaran a la playa y hasta al helado mar. Adentro, en la oscuridad de las salas, la 19ª edición del Festival de Mar del Plata promedia su recorrido, exhibiendo algunas de sus características distintivas. Algunas de ellas son la superabundancia de films europeos en competencia (ocho sobre un total de catorce), los grandes nombres (europeos también, en su mayoría) que aparecen en la sección “Punto de Vista” –la más importante de las paralelas– y las sorpresas que tienden a asomar en las otras secciones. Sobre todo en “La Mujer y el Cine” y “Cerca de lo oscuro”, dedicada esta última al cine fantástico, de terror y demás anomalías.
En los últimos días se confirmaron todas estas constantes: las cuatro películas presentadas en competencia fueron de origen europeo; en “Punto de vista” pudieron verse las últimas de Bernardo Bertolucci (Los soñadores, de próximo estreno en Buenos Aires) y del portugués Manoel de Oliveira (Un filme falado) y en “Cerca de lo oscuro” brillaron dos films coreanos de terror, A Tale of Two Sisters e Into the Mirror. Las películas que presentó la competencia oficial fueron la croata Konjanik, la italiana Mi piace lavorare, la islandesa Kaldaljós/Cold Light y la alemana Gone, dirigida por el húngaro Zoltan Paul. Dos buenas (la italiana y la islandesa) y dos no tanto (la croata y la alemana). Quinto opus de ficción de Francesca Comencini (hija del popular realizador de commedie all’italiane Luigi Comencini), Mi piace lavorare vuelve a abordar (como lo hiciera, hace unos años, la magistral Recursos humanos) el tema de la pérdida de trabajo, en ese paraíso de la ocupación que desde aquí parecería ser Europa. En este caso, la víctima del downsizing es una secretaria ejecutiva, madre soltera y divorciada, que tras la absorción de la compañía en la que trabaja por parte de una multinacional comienza a verse relegada, hasta terminar poco menos que enterrada en un sótano, junto a una fotocopiadora. Con una puesta en escena sencilla pero sumamente dinámica, Comencini logra (como también lo hacía Laurent Cantet en Recursos humanos) aunar la esfera de lo personal y la de lo social, el aplastante enfoque crítico y el devastador efecto emocional, en una película que ya apunta como candidata a alguno o varios premios Astor. Ah, y además (no es poco mérito) Mi piace lavorare rescata a Nicoletta Braschi, esposa de Roberto Benigni, de su estigma de principesa del cine dulzón.
Tercera película del nativo de Reykjavik Hilmar Oddsson, Kaldaljós es un absorbente drama sobre tragedias familiares y segundas oportunidades, centrado en la figura de un hombre solitario, retraído y bastante extraño, que aparece dividido entre su presente y un pasado que no deja de acosarlo. Narrada en dos tiempos –pero con un lógico predominio del pretérito, dada la terrible tragedia que al protagonista le tocó vivir en su infancia–, Kaldaljós (cuyo título de distribución internacional es Cold Light) resuelve con gran fluidez el constante paso de un plano temporal a otro, así como la alternancia entre tiempos graves –en los que se hacen sentir el aislamiento, el frío y la nieve del interior islandés– y otros algo más distendidos. Oddsson muestra parecida flexibilidad a la hora de plantear –sin caer por ello en optimismos de tres por cuatro– la posibilidad de una recuperación, aun después de las peores desgracias. Flexibilidad no es lo que les sobra a las pesadonas Konjanik y Gone. La primera es un vasto y marmóreo fresco histórico sobre las trágicas disputas étnicas y religiosas en la región balcánica. La segunda, un grandilocuente melodrama romántico-existencial, protagonizado por un arquetipo de escritor –torturado y autodestructivo– y una mujer casada, que tras cometer un aborto vive intentando suicidarse. Sufridos hasta en sus orgasmos, debe destacarse de Gone la actuación de la protagonista femenina, Adele Neuhaser, que sobrelleva con notable intensidad su excesivo papel.
Una de las secciones mejor programadas de todo el festival, “Cerca de lo oscuro” confirmó, con dos magníficos films coreanos, que en la actualidad no hay cine como el de Extremo Oriente, a la hora de revitalizar un género tan desgastado en Occidente como es el de terror. Hay bastante en común entre una película como A Tale of Two Sisters –uno de los grandes éxitos recientes en toda la zona, comprada ya por Hollywood para una próxima y temible remake– e Into the Mirror. Dirigida la primera por Kim Jee-woon (de quien se había visto, en una edición del Festival de Buenos Aires, la comedia bizarra The Foul King), Into the Mirror es la ópera prima del treintañero Kim Sung-ho. Ambas logran, mediante sendas puestas en escena tan refinadas como decantadas, rearticular el terror puro con la más pura lógica psíquica, promoviendo una suerte de estremecimiento intelectual que admite tanto el sacudón oportuno como el goce estético. Basada en una antigua fábula popular que ya contó con varias versiones cinematográficas anteriores, A Tale of Two Sisters le da un giro a esta historia de abuso familiar con derivaciones sangrientas, al introducir temas tan caros al imaginario actual como son las distorsiones producidas por el narrador, así como los engaños de la percepción. Parecidas cuestiones son las que desarrolla la ambiciosa (a veces demasiado), Into the Mirror, que agota todas las posibilidades que brindan los espejos, desde su condición metafórica (representación del doble, lo otro, lo escindido y desconocido), hasta su materialización más concreta y peligrosa, en su carácter de instrumentos cortantes, superficies en las que todo puede reflejarse (incluyendo lo fantasmal) y obsesionantes espacios de refracción.
Qué otra cosa es, al cabo, la programación de todo festival, sino un juego de espejos, en el que cada película, cada imagen, parecería reflejar o refractar las de alrededor. Mar del Plata no es la excepción. Hasta fragmentarse, a veces, en ese montón de esquirlas a las que también se les da el nombre de películas.