Vie 26.03.2004

ESPECTáCULOS  › LIDIA BORDA PRESENTA “TAL VEZ SERA SU VOZ”

“Este es mi lenguaje natural”

En su demorado segundo disco, la cantante apela a títulos poco versionados de la vieja guardia como Nido gaucho o Apología tanguera. Mañana los presenta junto a Juan Falú y Diego Rolón.

› Por Karina Micheletto

Pasaron siete años hasta que Lidia Borda se animó a dejar grabado su segundo trabajo, Tal vez será su voz. En este disco, que la cantante eligió llamar como el tango de Homero Manzi, hay un juego que ella define como “de claroscuros”: está encarado sobre la base del piano de Diego Schissi, pero combinando su sonido con el de una orquesta como El Arranque. Mañana a las 23, la cantante mostrará una versión más íntima de estos tangos en La Trastienda (Balcarce 460), con el guitarrista Juan Falú y el pianista Diego Rolón como invitados.
Antes de llegar al tango, Lidia Borda pasó por el blues y por escenarios del underground de los ‘80, junto a gente como Batato Barea. La influencia de su hermano mayor, el guitarrista Luis Borda, actualmente radicado en Munich, y un decisivo encuentro con el fallecido cantor Luis Cardei, la llevaron por el fango de la vieja guardia. Primero, con el rescate de las figuras y las voces de las cancionistas que dejaron marca en la década del treinta. Ahora, con un repertorio que se extiende en el tiempo, y que retoma tangos criollos (Nido gaucho, Pampero) y poco versionados (Claudinette, Paisaje, Apología tanguera).
No es que Borda se dedique a descubrir tangos inexplorados del cancionero como única forma de acercamiento al género. En el repertorio que selecciona con precisión de relojero también están Yuyo verde o una emocionante versión de Fruta amarga, que gana todavía más altura en el vivo, tal como quedó registrado en la colección de discos que salió del ciclo de conciertos del año pasado en la radio La 2x4, Tango en vivo. Pero, aún dentro de lo más revisitado, lo que se escucha son nuevas versiones, personales, pulidas, enriquecidas en matices expresivos.
Lo de Borda podría inscribirse en la búsqueda que encara Liliana Herrero en el folklore: volver a decir cantando, tantas veces como sea necesario, lo que tienen para decir los clásicos o los hallazgos del cancionero. “¡Ojalá!”, se ataja Borda cuando se le plantea la comparación con su colega y amiga, y se larga a piropear sin vergüenza: “Liliana es una genia, una diosa, la más grande. Ojalá yo fuera como ella”.
–El tango parece ser un género bastante más limitado que el folklore para encontrar esas “formas del decir”. ¿Cómo hace usted esta búsqueda?
–La historia pasa por trabajar desde adentro tuyo, con lo que a vos te pasa con cada tema. Me parece que esa es la mirada que está faltando hoy, la de una búsqueda interna. Y, después, es cierto que el tango te pone sus límites: técnicamente es una nota por sílaba, no se puede jugar mucho. Lo terrible de este género es que su aparente simpleza lo hace muy complejo. Y ojo que yo soy muy conservadora: me permito jugar siempre y cuando no me vaya del género. Actualmente hay una necesidad muy grande de desestructurar, pero eso también es conflictivo. Hay que tener cuidado. En ese sentido, a mí me gusta ser conservadora.
–¿Y cómo encuentra su propia versión?
–Primero escucho otras. Busco partituras originales, para tener el tiempo y el ritmo exactos, aunque no siempre se consiguen. Después dejo de escuchar, corto totalmente. Y canto, canto, canto. Hasta que mi versión aparece, solita. En el canto, como en cualquier acto artístico, a veces la mente obtura la fluidez de sensibilidad. Esto es lo más complicado de resolver. Pero si uno tiene contacto con las cosas que lo rodean, con los afectos, la geografía, eso en algún momento aparece.
–Usted llegó al tango relativamente tarde en su carrera. ¿Lo tenía guardado?
–En realidad, el tango siempre estuvo. Todo el mundo dice esto, pero es así. Yo me levantaba para ir al colegio escuchando los tangos que pasaban en el programa de Larrea. Mis tíos eran milongueros. Mi mamá cantaba tango. Mi hermano también me “arrastró al fango”. A veces digo, bueno, basta, no voy a hacer más tango, voy a meterme con otra cosa. Pero después me doy cuenta de que no puedo: es como una condena. Es mi lenguaje natural, y eso no se va nunca, como no se va el color de tu piel. Mire lo que le pasó a Michael Jackson: a la corta o a la larga, querer cambiar lo que una es se vuelve en contra.

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