ESPECTáCULOS
› NATALIA OREIRO APUESTA AL CAMBIO EN “EL DESEO”
“No me asusta ser popular”
Será una antiheroína carnal, defensora del sexo casual por encima del amor monogámico. “Se trata –dice Oreiro– de desestructurar la trama romántica clásica.” La telenovela que arranca el lunes a las 22.30 es la pieza clave con la que Telefé intenta conservar las medallas de Resistiré.
› Por Julián Gorodischer
Esta mujer sabe lo que quiere: elenco de estrellas y salto al horario central para terminar con su estatuto de “heroína de telenovelas”... pero gracias a una novela. Se sabe: la paradoja es posible gracias a la pluma de Mario Segade y Gustavo Belatti, los ex de Resistiré, hacedores del tan mentado boom de “novelas para los que no las miran”, figurita repetida que resume una culpa y una redención.
En la era post Belatti y Segade, usted pudo ver a Pablo Echarri sin la vergüenza de ser pescado in fraganti. Y, en 2004, descubra a la nueva Natalia Oreiro, “adorable criatura” nunca tan igual a la Monroe, que (así de platinada, tan flaquita) deslumbraría al mismísimo Truman Capote.
Natalia (ex Cholito en Muñeca Brava, ex Kachorra), la que nunca les temió a las masas y se entregó al fervor popular tanto en Rusia como en la Argentina, la que siguió cantando a pesar de los embates de la crítica y defiende el tono pasatista porque “sólo sirve si hace reír a la gente” (sic), ahora está a punto de vivir su reconversión a “chica cool”, ese rango que le fue negado en Un argentino en Nueva York, junto a Francella. En los avances, apenas unos minutos que dejarán con ganas, se la ve más grave que de costumbre, declamando principios cuando dedica al lancero su sermón: “Cuando digo que no quiero, es no”. La que habla es muy distinta a la niñera o la mucamita que antes le tocaron. “Un yeguón –dice– que se hace cargo de lo que es, porque ahora de lo que se trata es de cómo desestructurar la trama romántica clásica.”
–¿Una heroína neurótica?
–Carmen, mi personaje, está bastante perdida: vivía en Buenos Aires, se quiere ir a la mierda; estudió varias carreras, no siente el corazón en ningún lado, hasta que descubre el circo. Ella necesita despegarse de la tierra; cuando vuela siente que no está cerca de la gente común.
–¿...?
–Yo misma no sabía qué quería hacer: terminé Cleopatra, me fui de gira, no sabía si quería hacer tele. Nada me movilizaba más que esperar a que algo me sorprendiera. Me hablaron de hacer algo con el circo, pero me daba un poquito de tristeza. Claudio (Villarruel) me lo tiró porque había visto fotos mías colgando del trapecio, y porque me vio colgada. Por prejuiciosa, creí que íbamos a entrar en el cliché de los carromatos.
–¿Y no va a ser así?
–Se verá el circo, pero no desde el lado tradicional. Carmen es fanática del Cirque du Soleil, o de De la Guarda, un circo más ligado a lo teatral.
Perversita
Será la recién llegada a un pueblo de la provincia de Buenos Aires (El Deseo) entrenándose como equilibrista de circo, volando “para despegarse de los seres comunes”, con trama muy a lo Resistiré pero con cambio de sustancia: aguas buenas y aguas malas, en vez de sangre, para regir el destino y el pasado de los habitantes. “Un pasado –dice Natalia– que nadie querrá recordar, muy a lo Twin Peaks...” Ya no la que se enamora, sufre, se reconcilia y formaliza, así en la vida como en las novelas y tan en sintonía con las revistas del corazón. Con El Deseo llega una que tiene relaciones simultáneas con tres hombres y no concibe narrarse en términos morales. Nada que ver con las chicas que hizo Oreiro: ni la Cholito campesina, ni la Kachorra aniñada que hablaba con la media. A la “adorable criatura” le habían guionado nenitas o romanticonas; no quiere más de “eso”.
El Deseo reúne, antes del debut, todos los enclaves de la bomba sexual: rubia platinada como Madonna o Marilyn, cuerpo fibroso pero “natural” (por las horas de acrobacia, no por el gimnasio) y perfil de perversita: tres a la vez. Si una vez Adrián Suar inventó la tira de fórmula, y se sucedieron las versiones costumbristas de lo mismo, parece haber nacido “la novela de qualité”, ésa en que la imagen se enrarece, se torna videoclip o se demora, la que fragmenta, incluso, la pantalla. Una novela en la que conviven actores de teatro con galanes catódicos y que siempre, pero siempre, ofrece una “subtrama”, esa palabra de moda. El nacimiento de un género encuentra a los autores (Belatti, Segade) conmovidos –en la “privada”–, y al resto aplaudiendo para anticipar la “redención” que ya relanzó a Celeste Cid y ahora va por Nati Oreiro. La plegaria se escucha, se siente, mientras todos siguen con lo suyo: ingesta de sandwichitos, copa de champán en mano y apenas dos palabras de los ídolos al notero de turno. Un ritual que hace más notorio el nerviosismo: ¡Esto es sólo el comienzo!
–Trasfondo esotérico, agua en vez de sangre, continuidad de los actores (Quinteros, Fanego, Kuznieka), ¿no es como una segunda parte?
–Seguramente mucha gente que vio Resistiré está esperando la continuidad. La apuesta es mantener la calidad y el equipo, pero darle una vuelta y hacer algo distinto. Si no, se repetiría la fórmula; dirían: me gustaba más la otra. Lo del agua tiene que ver con que los autores necesitan ir más allá de las historias personales. Marcar con un trasfondo las relaciones entre los personajes.
–Por momentos, la tira puede hacerse algo confusa con tantas historias superpuestas...
–Sabía que tenía que ser un elenco horizontal; yo no quería ser una única protagonista. Me gustan las tiras brasileñas, donde la gente tiene opciones más allá de la historia central. Yo necesito salir con un equipo (Alicia Bruzzo, Soledad Silveyra, Daniel Fanego, Daniel Kuznieka y Claudio Quinteros) y que cada uno sienta que ese proyecto es propio.
–¿Se la verá cantando?
–Ahora mismo, estoy tratando de que se incluya un tema mío que vengo trabajando con Diego Vainer como apertura. Yo defiendo que se puede ir más allá del hit; se puede experimentar con climas, con sonidos.
–El hit siempre vuelve...
–Es una pelea de todos los días: las empresas tienden a repetir la fórmula, a tener miedo de hacer algo distinto para no equivocarse. Cuando lo hacen, se llenan la boca. Pero siempre vuelven a tener miedo.
–¿Y la empresa dispone?
–Yo tuve una carrera muy para arriba, y creo que la vida es una lucha de criterios. Tengo un problema, y es que me lo agarro como algo personal, pero con mucha terapia voy entendiendo que si el otro no piensa como yo no es a propósito. Me cuesta mucho consensuar y a veces siento que me voy a volver loca. Pero tengo que ser grande y aceptarlo. ¡No es contra mí!
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