ESPECTáCULOS
“¿Qué es eso del folklore joven? El folklore no es joven ni viejo”
La reflexión de Suna Rocha sirve también para condensar el espíritu de Maldición de Malinche, el disco que presenta mañana en el ND Ateneo.
› Por Cristian Vitale
Malinche, la amante aborigen de Hernán Cortés que tradujo al español los planes defensivos aztecas y le permitió al conquistador apoderarse de Tenochtitlán en 1521, renació 458 años después hecha canción: Gabino Palomares retomó la traición hace 20 años para cantar una maldición que aún explica la realidad latinoamericana. Suna Rocha, en sintonía con el mexicano, pensó que titular su nuevo disco –que presenta mañana en el ND Ateneo– con el nombre de la ranchera era una manera eficaz de dar cuenta de un estado de cosas común al continente. Maldición de Malinche, la canción, tuvo una única versión en la voz de Amparo Ochoa, en Abril en Managua, aquel recordado concierto en apoyo a los sandinistas que habían derrocado al dictador Anastasio Somoza en 1980. “Tengo entendido que es la única versión que se hizo antes que la mía. Al menos es la única que escuché”, se enorgullece la cantante cordobesa. “Es raro –agrega– porque tiene una vigencia enorme. Yo la escucho y no puedo dejar de ver la cara de Domingo Cavallo cuando dice ‘tú, hipócrita/ que te muestras humilde ante el extranjero/ pero te vuelves soberbio/ con tus hermanos del pueblo’. Cada vez que la canto, la gente siente que el mensaje la toca muy de cerca... los rubios que nombra la canción serían los del FMI, que nos siguen vendiendo espejitos de colores.”
Otro de los motivos –en este caso más casero– que llevó a Suna a optar por la canción es la necesidad de enfrentar la realidad “maldita” de ser un país subdesarrollado. “Es como una maldición la que tenemos, una espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Igual, es aquí donde tenemos que ser felices o desgraciados, aunque haya algo que no anda. Un alemán que vino a estudiar tango me dijo ‘tu país es como un chico malcriado que tiene de todo y no sabe qué hacer con lo que tiene’. Una visión simple y concreta”, apunta. El resto del trabajo está poblado de versiones de quien fue en vida un gran amigo suyo: Atahualpa Yupanqui. Tanto que parece un homenaje a él, si no fuera por la canción que da nombre al título y algunas chacareras que Suna recrea cada vez que edita un disco. “Hemos sido muy amigos –dice de Yupanqui–, conservo cartas maravillosas que me escribió, pero nunca me animé a grabar canciones suyas mientras vivía, tal vez por falso pudor. Siempre le tuve miedo a su crítica. Era un tipo observador, que nunca te sobaba el lomo. El mayor elogio que recibí de él fue que en mi casa se sentía protegido.”
–¿Por qué?
–Porque, como ve, mi casa está llena de objetos que tienen que ver con América.
En efecto, la casa de Suna habla a través de sus objetos. La pueblan desde trajes multicolores, típicos de los pueblos originarios, hasta ánforas norteñas y esas caretas de madera que los chiriguanos se calzan para Carnaval. “Siento más que nunca que tengo que insistir con Atahualpa. ‘De tanto mirar la luna –tararea Te dicen poeta–, ya nada sabes mirar (...) Vete a mirar los mineros, los hombres del trigal.’ Hoy cualquiera agarra una lapicera y escribe. Pero pocos son los que conocen de veras la dura vida de los trabajadores. En cambio, me consta que Atahualpa escribió de lo que vivió. Una vez me contó que los mineros usaban carbonilla para escalar la cordillera de los Andes cuando había hielo para que las mulas no se resbalaran. Millones de historias me contó.” Suna también versiona la zamba La arribeña, Guitarra dímelo tú y la bellísima Punay: “Es un homenaje a las pastoras. Un día, andando a caballo en la Quebrada de Humahuaca, sentí balar a unas cabras. Cuando miré hacia allí, vi a la coyita con su sombrero de color rojo en medio de todo ese verde, con todas sus ovejitas. Estaba perdida, porque el día estaba nublado y ellos se guían por el sol”.
–¿Por qué optó también por Guitarra dímelo tú?
–Porque tiene una letra maravillosa: “Los hombres son dioses muertos/ de un templo ya derrumbado/ ni sus sueños se salvaron/ sólo su sombra ha quedado”. El templo, se me ocurre, significa la dignidad, la honestidad. Mi viejo –enfermo de cáncer– y mi vieja me enseñaron muchas cosas. Y siento que esas cosas tienen que ver con el templo que nombra Atahualpa en su canción. Nunca vi a mi papá firmar papeles: la palabra era sagrada para él. Con esos valores crecimos yo y mis seis hermanos. Atahualpa es como una guía y siento que hay que mantener su legado porque los jóvenes están perdidos. ¿Qué es eso del folklore joven?... eso lo inventó Norberto Baccón, porque tenía gente joven para vender. Pero el folklore no es ni joven ni viejo... es una ciencia que tiene movimiento y como tal acompaña el desarrollo de la sociedad. Que digan que la intención es vender y listo.
Desde que conoció a Pedro Aznar por intermedio de Leda Valladares, cuando se grabó el volumen I de Grito en el Cielo (1988), ambos mantienen una fluida relación musical. Uno interviene en los trabajos del otro. Ella puso su voz en Parte de volar o Cuerpo y alma, del ex Seru Giran que, en reciprocidad, dirigió ahora la mejor versión de Maldición de Malinche, El Seclanteño, de Ariel Petrocelli. “Nuestras voces empastan muy bien. El Seclanteño lo cantamos en Italia y gustó muchísimo.” Víctor Heredia, otro de sus amigos, le aconsejó incluir un coro de niños en Verdes infinitos, de Ica Novo. “Fue acertado, porque mi deseo es que los chicos sean conscientes del cuidado de la tierra y de eso habla el tema, que explica la otra razón de este trabajo: la protección de la ecología. Por eso, en cada CD hay una semillita de algarrobo para plantar”, informa. El disco tiene también aristas graciosas, por ejemplo el motivo que la llevó a incluir A Benito, de Inés Bayala. “Lo grabé pensando que se trataba de un tipo que dejaba a su mujer, lo mismo que me pasó a mí. Pero la autora, muy pícara, me contó después que Benito es un gato que se alzó con una gata y no volvió más. Claro, la canción dice ‘ni una nota dejó’... ¿cómo mierda lo iba a hacer si era un gato?”