ESPECTáCULOS
“No pienso en la palabra cantada, sino en la voz cantando palabras”
Marcelo Delgado y Elena Vinelli, autores de la ópera Anna O, que se estrena hoy en el CETC, con puesta de Emilio García Webbi, reflexionan sobre el género y sobre las posibilidades del personaje.
› Por Diego Fischerman
“A mí no me interesa demasiado la ópera. Me dan placer algunas arias y algunos pasajes instrumentales, pero no me gusta como espectáculo integral. Me parece muy pasado de moda y, en general, me aburre”, dice Marcelo Delgado, autor, con Sin voces (estrenada en 1999) de una de las pocas óperas recientes, compuestas en Argentina, capaces de funcionar, precisamente, como espectáculo integral. Y hoy a las 20.30, en el Centro Experimental del Teatro Colón (CETC), subirá a escena su segunda obra dentro del género: Anna O, con guión de Elena Vinelli, basado en una novela propia.
Delgado no intentó, cuenta, dialogar con las leyes de la ópera, sino lograr “un espectáculo en el que hubiera cierta movilidad; que tuviera cuadros separados que fueran generando un curso. Un espectáculo, además, que aprovechara las posibilidades espaciales del CETC y que dejara de lado, principalmente, el espacio central. Allí no sucede nada, salvo un último tránsito de los intérpretes, en la oscuridad”. Para la libretista, por su parte, “pensar en Anna O –el caso que inaugura la serie sobre la histeria femenina en el libro de Joseph Breuer y Sigmund Freud, centrándose en la historia de la joven paciente Ber- tha Pappenheim– es pensar en su boca; en el lugar en el que se forma el silencio o la imposibilidad de que el lenguaje le dé forma a la experiencia. Y esa oscilación entre la pérdida de la voz, el olvido de un lenguaje único y la proliferación de diferentes sonidos y lenguajes en su boca, me hizo acordar de unos versos de Alejandra Pizarnik que siempre me parecieron una definición posible de la ópera, a la vez que de una poética literaria: ‘Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta en el lugar en que se forma el silencio’”.
La obra, realizada por encargo del CETC, tendrá puesta de Emilio García Webbi, sus protagonistas son la notable soprano Graciela Oddone y Mariano Patín, músico y coreógrafo que aquí participa como cantante, y será dirigida por el propio Delgado. La iluminación es de Alejandro Le Roux, la escenografía de Norberto Laino, el vestuario de Mirta Liñeiro y la coreografía de Felicitas Luna, quien también participa del elenco junto a la actriz Eliana Niglia Federico Figueroa y Juan Alejo García. La música será interpretada por una formación orquestal atípica –violín, cuatro clarinetes y percusión– que en algún sentido remite a uno de los otros lados de Delgado, como director de la excelente banda La Bandina. El grupo está integrado por Elena Buchbinder en violín, Iván Barenboim en clarinete, Federico Landaburu en clarinete y clarinete bajo, Pablo Monteys y Martin Moore en clarinete bajo y Fabián Keoroglanian y Pablo La Porta en percusión. Participará también un coro de voces femeninas, compuesto por Claudia Rolando, Cecilia Pastorino y Magdalena Dodds. “Me interesa el timbre del clarinete y, en particular, del clarinete bajo. Aun a sabiendas del renunciamiento a la variedad que significaba trabajar con este instrumental me dije, ¿por qué no? Si total estamos en una época en la que ya todo fue probado y, al mismo tiempo, está todo por probarse, sin tener que rendir pruebas frente a ninguna vanguardia ni corriente hegemónica”, dice Delgado a Página/12.
El compositor cuenta, además, que “a diferencia de la ópera anterior, que tenía mucho texto afuera de la música, aquí hay mucha música. Me propuse que la obra estuviera todo el tiempo cercada por la música”. Con ocho funciones en total (además de la de esta noche, mañana y los próximos sábado 8, domingo 9, miércoles 12, jueves 13, viernes 14 y sábado 15, siempre a las 20.30, salvo la del domingo, a las 17), Anna O es, según Vinelli, la historia de “un personaje que concentra varias cuestiones que exceden a su tiempo; que atraviesan el siglo XX y nos alcanzan en su manera de permanecer irresueltas. Anna aparece como un sujeto fragmentado frente a un mundo que pretende devolverle su unidad a partir de una terapia hipnótica que, en definitiva, fracasa como tal. La deshace o la desintegra, más allá de que dé lugar a ciertos desarrollos teóricos. La hipnosis es, además, una mascarada política. Y ese deshacerse se muestra en el cuerpo, en el olvido del lenguaje, en la disolución y persistencia de la voz”. Delgado, en relación con el texto y con su forma de entenderlo musical y dramáticamente, explica: “No coincido con uno de los presupuestos básicos de la ópera, que es que la música es un mejor vehículo para la expresión de la palabra. Creo que la palabra es autosuficiente. Lo que me fascina es la voz y, entonces, la forma en que pienso esta obra es la contraria. No pienso en la palabra cantada sino en la voz cantando palabras. Este es un texto bellísimo e increíblemente rico, pero una de las cosas que me entusiasman es, justamente, que sean voces humanas las que lo canten”.