ESPECTáCULOS
› “CRONICAS MEXICAS”, DE EDUARDO MONTES-BRADLEY
El pequeño Caparrós ilustrado
Por M. P.
Con una dicción irreprochable, un discurso lleno de ideas sorprendentes y unas contagiosas ganas de viajar, Martín Caparrós es el narrador-protagonista de Crónicas mexicas, una road movie detrás de un escritor, que pretenden –road movie y escritor– recorrer aquel viaje conquistador de Hernán Cortés allá por el año 1519. Mientras el papa Juan Pablo II visita México, Caparrós y el equipo que sigue sus pasos hace tres viajes al mismo tiempo: intentan reconstruir aquella conquista, se sitúan en el aquí y ahora con el Papa en la portada de todos los diarios y al mismo tiempo se refieren con este viaje en particular a todos los viajes de ese cronista viajero profesional que es Caparrós.
Aquel viaje, este viaje y todos los viajes, esos son los objetivos de Crónicas mexicas, una producción de Eduardo Montes-Bradley que se inscribe dentro de su serie de retratos de escritores argentinos que inició con Borges, Cortázar y Osvaldo Soriano. Después de escritores contemporáneos, llega el turno de Caparrós, que además de escribir trabajos monumentales como La voluntad, se ha destacado como cronista viajero, tal como bien se puede leer en la recién reeditada recopilación de artículos titulada Larga distancia. “Empecé a contar mis viajes para poder hacerlos, ahora los hago para poder contarlos”, confiesa Caparrós apenas iniciado el film, al tiempo que revela el punto de partida del proyecto. “Todo viaje es una puesta en escena del tiempo, y siempre he tenido la idea de rehacer viajes de otros.”
El viaje que rehace Caparrós para la cámara nominalmente dirigida por Rita Clavel, pero producida por Montes-Bradley, es el de Cortés y esos 500 soldados que se las ingeniaron para conquistar solos un imperio. Casi con la misma impunidad, Caparrós y su equipo de trabajo realizan un documental sin más armas que el día a día de un viajero ilustrado e imaginativo como su protagonista-narrador. Es cierto que Caparrós siempre tiene un comentario filoso y/o paradójico en la punta de la lengua –algo que se celebra–, pero también parecería como si la película quedase seducida por la profunda voz de su narrador y jamás intentase buscar otros caminos. Poco hay de cinematográfico en Crónicas mexicas, apenas los encuadres que enmarcan todo lo que cuenta Caparrós, que –entre muchas otras cosas– habla en jerigonza, lee el diario y comenta las noticias y, por supuesto, nos cuenta el cuento de la conquista.