ESPECTáCULOS
› A 35 AÑOS DEL ESTALLIDO, UN DOCUMENTAL RECUPERA VOCES Y RECONSTRUYE ESCENAS
Rabia y unión, dos marcas del Cordobazo
Mañana se cumplen 35 años del levantamiento popular que tuvo lugar en Córdoba en 1969. En Rebelión, documental de Federico Urioste, algunas imágenes recuerdan al 2001.
› Por Luis Bruschtein
En la película Rebelión, el Cordobazo parece mezclarse con paisajes del 19 y 20 de diciembre de 2001. Hay más de treinta años de diferencia, pero algunas escenas están casi calcadas: barricadas, jóvenes en las calles que hacen retroceder a pedradas a la policía y la furia popular contra bancos y empresas transnacionales. La gente en la calle, con rabia, la piedra como expresión política de un lado y la represión policial como respuesta impotente, del otro. El documental de Federico Urioste que se presentará desde el 4 de junio en el cine del Malba, todos los viernes y sábados, a las 22, al cumplirse 35 años de la rebelión cordobesa, pone de manifiesto una estética, la de la rebelión, y una misma reflexión sobre la inutilidad de intentar suprimir la voluntad popular, ya sea por una dictadura o por la corrupción del sistema político.
El documental incluye películas de los noticieros de Canal 2 y Canal 13 tan nítidas que parecen filmadas ayer. Los obreros saliendo de la planta de Santa Isabel de Ika-Renault, la caravana hacia el centro de Córdoba, a pie o en camiones, motonetas y autos viejos con banderas y consignas tiene la luminosidad de lo reciente aunque hayan transcurrido 35 años. “Salimos siete mil obreros de la planta –afirma Elpidio Torres, en ese entonces secretario general del Smata–, pero en el camino se nos fue sumando más gente, vecinos que coincidían con la protesta contra la dictadura, y cuando llegamos a Córdoba éramos más de diez mil.”
Torres, el polémico dirigente vandorista que participó en el Cordobazo, ya falleció. Al igual que Jorge Canelles, dirigente comunista de la Uocra cordobesa que militaba junto a Agustín Tosco. “Que Tosco le propusiera a Elpidio la unidad en la acción para ese día provocó grandes discusiones –recuerda Canelles–, pero era la posición correcta si queríamos hacer un gran acto de protesta popular. Si salía a la calle solamente la izquierda, hubiera sido un acto importante porque teníamos mucha fuerza, pero no hubiera sido el Cordobazo.”
La imagen de Agustín Tosco, figura emblemática del Cordobazo, se repite como orador en las tribunas, en las asambleas y en entrevistas periodísticas. Tosco murió enfermo y en la clandestinidad durante la dictadura. Con su infaltable overol de obrero electricista, el dirigente gremial insiste ante los periodistas en asumirse como vocero de los intereses de la clase obrera, en una definición que no lo sectariza y que, por el contrario, lo lleva a ampliar su capacidad de convocatoria.
“Ahí estábamos en las reuniones previas y en la calle radicales, peronistas, socialistas, comunistas y hasta nacionalistas con ‘c’; a pesar de las diferencias, nos unía la lucha contra la dictadura”, subraya Felipe Alberti, lugarteniente de Tosco en el sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, otro de los dirigentes ya fallecidos.
Urioste comienza el relato desde Yrigoyen, la Década Infame, el peronismo, el golpe del ’55, Frondizi, Illia y la ininterrumpida serie de golpes, levantamientos y asonadas militares que se suceden hasta el Cordobazo. La rebelión popular no sólo como expresión de una coyuntura política, sino también como la consecuencia de un largo proceso de abusos de dominación, exclusión y represión donde el sistema democrático era quebrado o burlado ante la mínima posibilidad de expresión de los intereses populares. El Cordobazo se proyectó hacia el futuro, es el principio del fin de la dictadura de Onganía-Lanu-sse, el origen de las organizaciones armadas, la cristalización de una fuerte corriente del sindicalismo combativo, factores que lo convierten en un protagonista central de la vorágine de los ’70.
Las imágenes son las que pasaba la televisión en esos días en todo el país. Están la toma y el incendio del Casino de Suboficiales, el incendio de la exclusiva Confitería Oriental, las vidrieras de la Xerox destruidas. “Lo que sucede siempre en el barrio Clínicas –dice una periodista agitada que corre por las calles estrechas–, los estudiantes toman las terrazas y de allí resisten.” Se ve a grupos de jóvenes asomados a los tapiales que rodean las azoteas. En la estrecha callecita una columna de policías es hostigada desde arriba y no acierta a encontrar sus blancos para responder al ataque. Otro grupo de la Montada es obligado a retroceder a pedradas por los manifestantes. Los vecinos sacan viejos muebles y escombros para fortalecer las barricadas que cortan las calles.
La noche del 29 la policía ha sido desbordada, en la madrugada del día siguiente entran tropas del Ejército, pero la resistencia sigue desde el barrio Clínicas, los obreros de Luz y Fuerza cortan la luz y los colectiveros de Atilio López, dirigente de UTA, cortan el transporte. Por varias horas más, Córdoba permanece en manos de los manifestantes.
En la película se suceden las entrevistas: el abogado laboral Lucio Garzón Maceda, el entonces rector de la Universidad Católica Fernando Storni, los periodistas Luis Reinaudi y Pablo Ponsano y el camarógrafo de Canal 10 de Córdoba, Cirilo Pitón. La reflexión del final, con imágenes del 19 y 20 de diciembre de 2001, vuelve sobre los límites de la historia argentina, la voracidad de las clases poderosas y su permanente y frustrado intento de anular o desconocer la expresión popular.