ESPECTáCULOS
› DAL MASETTO REEDITA “SIEMPRE ES DIFICIL VOLVER A CASA”
“Hablo de una violencia latente”
El escritor Antonio Dal Masetto recuerda cómo surgió la historia que plasmó en su novela reeditada y que elaboró a partir de una noticia que leyó en un diario en Río de Janeiro. Siempre es difícil volver a casa no hubiese sido escrita, dice, “de no haber existido los años ‘70, aunque no alude a ellos”.
› Por Silvina Friera
Durante un viaje a Río de Janeiro, Antonio Dal Masetto leyó en el diario una noticia sobre un asalto al banco de un pueblo, y aunque todavía no era escritor –apenas tenía 20 años–, percibió la punta del ovillo por donde comenzar a desenredar una narración. Pero el “Tano” se fue olvidando de la historia original, que probablemente fuera oscura e inquietante. Muchos años después, y con varios libros publicados, empezó a tomar notas en papelitos y en las servilletas de los bares del Bajo, que suele frecuentar. Inventaba personajes y diálogos, y guardaba esos garabatos en el cajón de su escritorio. “Tenía una montaña de papeles y me preguntaba qué hacer con todo eso –recuerda el escritor–. Como no tenía computadora, hice una cosa muy de chico de escuela. Si toda novela se supone que tiene un comienzo, un medio y un final, decidí sacar papel por papel y acomodarlos en tres cajas de zapatos, a las que volví a subdividir: todo comienzo tiene una primera parte, una segunda, y así sucesivamente. Terminé con un montón de cajas llenas de paquetitos, envueltos en papel de diario y atados con cinta scotch. Hasta que un día saqué cada uno de los paquetitos y me senté a la máquina de escribir para tratar de redactar una página, un capítulo, el libro completo. Es un método que no se lo recomiendo a nadie”, bromea Dal Masetto en la entrevista con Página/12, acerca del origen de Siempre es difícil volver a casa, novela publicada en 1985, recientemente reeditada por Sudamericana.
Cucurucho, Ramiro, Dante y Jorge, cuatro tipos desesperados, llegan a Bosque para asaltar el banco del pueblo. Aunque tienen todo planificado —un golpe rápido, sin muertos ni heridos–, algo falla, y el pueblo se une en una cacería colectiva infernal, que se prolonga hasta la madrugada. Los ladrones tratan de huir, pero la muchedumbre, cada vez más enfurecida, se transforma en una suerte de brazo armado de la policía. Con un planteo eficaz, Dal Masetto construye una narración fluida y electrizante, especialmente en las escenas de las persecuciones, en donde consigue mantener el suspenso sobre el destino de cada uno de los asaltantes, que devienen en víctimas de un pueblo violento, brutal y tan feroz, que sus criaturas no parecen humanas. Amigo de Osvaldo Soriano, Dal Masetto, autor de Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable entre otras novelas y cuentos, confiesa que el Gordo, medio en broma, medio en serio, después de leer la novela, le reprochó: “Al final, ganaron los malos”.
–¿Los personajes de Siempre es difícil volver a casa no se salvan porque buscan escapar individualmente?
–Sí, es posible, aunque nunca me planteé este tema. Los personajes están condenados de antemano. Mi idea era que ellos no fueran el centro de la historia, pese que así se los ve y se los lee, aunque evidentemente están en un primer plano. El meollo de la cuestión es el pueblo como representante de lo que somos: la idea de la violencia latente, que se libera apenas encuentra un estímulo que la justifique. De repente, gente pacífica y amable, reacciona frente a una agresión exterior y, por lo tanto, se dan el lujo de convertirse en criminales. Es un libro que tenía en mente antes de la dictadura militar, pero creo que no lo hubiese escrito nunca en estos términos, si no hubiesen pasado los años ‘70. Y sin embargo, no hay ninguna intención de aludir a los ‘70, pero seguramente de alguna manera subjetiva asimilé algunos aspectos que me llevaron hacia esta violencia que trato de contar.
–El planteo final no resulta muy optimista. ¿La única salida es la muerte?
–No sé si soy absolutamente pesimista, aunque la mirada que tengo del mundo y de la gente inevitablemente es negra. Cuando trato de escribir, en lugar de buscar personajes individuales, apunto a señalar el comportamiento o los caracteres del conjunto de la gente. Si hay unpesimismo no es respecto de aquellos que manejan las cosas sino hacia aquellos que permiten que se manejen de esa manera. Me interesaba subrayar que la indiferencia o la apatía también son una forma de violencia, aunque sea simbólica.
–¿Su intención fue escribir una novela policial?
–Cuando salió publicada, muchos la encasillaron dentro de la línea de la novela negra y de la herencia de la literatura norteamericana. Realmente, en ningún momento quise escribir una novela policial, pero es cierto que toda escritura necesita una estructura adecuada para una historia. En este caso, la estructura que le correspondía al relato está relacionada con la violencia y con el movimiento, con la agresión y la muerte.
–Cuando empieza a escribir, ¿usted ya sabe lo que va a narrar o la historia se va construyendo con la escritura?
–La voy construyendo. Sé en qué dirección vagamente voy a ir, pero nunca tengo una historia y trato de no tenerla. Trabajo mucho con apuntes y durante mucho tiempo anoto descripciones o diálogos que no releo durante meses, hasta que la vaga idea general va tomando cuerpo, y yo trato de que no se pierda y esté presente. Una vez que me parece que la agarré un poco de los cabellos, la mantengo viva. Yo llamo frecuentar una historia, así como uno frecuenta a un amigo o a un pariente. Cuando tengo bastante material reunido, veo de qué se trata: pongo las cartas sobre la mesa y trato de ordenar y armar la estructura.
–¿La escritura es como el trabajo del artesano?
–Sí, es un poco como tallar: tomar una piedra en bruto, sin saber bien qué hay adentro; tengo una idea de hacia dónde puedo dirigirme, y voy puliendo el material. Y a medida que se perfila la figura, eso me va guiando un poco más.