Mar 22.06.2004

ESPECTáCULOS

“Bailar el tango es una forma de comunicarse”

Gustavo Naveira es uno de los coreógrafos y docentes de tango más conocidos en la Argentina y en el exterior. Su nuevo espectáculo, Fracanapa, es una suerte de homenaje a Piazzolla.

› Por Cecilia Hopkins

“El tango debería poner de manifiesto los conflictos actuales de pareja: no se puede seguir reflejando la relación que hombres y mujeres mantuvieron hace 60 años”, sostiene Gustavo Naveira, reconocido maestro y coreógrafo de tango. Nacido en un hogar tanguero, con padres que bailaban y sabían de orquestas y cantores, a partir de los 20, cuando comenzó su aprendizaje, abandonó sus estudios de Ciencias Económicas y el empleo administrativo que ocupaba. A los 23 ya empezó a dar clases y, tras una década de docencia en el país y en el exterior, en 1996, interpretó el rol de uno de los maestros de la protagonista –y también directora– de La lección de tango, Sally Potter, película que, al decir de Naveira “generó verdaderos adictos al tango en los países donde obtuvo repercusión”. Desde hace pocas semanas, junto a Giselle Ann –con quien comparte el escenario y dicta clases desde hace 6 años– Naveira dirige Fracanapa, espectáculo que puede verse los jueves, a las 23, en La manufactura papelera (Bolívar 1582). Otras tres parejas bailan tango, milonga y vals, acompañados por la orquesta Color Tango: Juan Pablo Horvath, Alejandra Gutty, Gustavo Rosas, Paula Rubin, Federico Farfaro y Lucila Segura. Pero desde el punto de vista coreográfico, el cuadro más innovador es aquel que los bailarines interpretan sobre una serie de tangos de Astor Piazzolla, utilizando los registros originales. Así, Fracanapa, (tango compuesto en los primeros ‘60, cuando Piazzolla tenía su Quinteto Nuevo Tango) cierra un homenaje “a uno de los mejores que ha dado nuestra cultura”, según Naveira.
–¿Cuáles son las razones por las cuales hay tanta gente que en el exterior aprende a bailar tango?
–La gente se apasiona por el tango en todas partes del mundo y es porque presenta muchos atractivos. Es una danza que le ofrece una cantidad de respuestas a problemas de la vida moderna, porque aporta una solución para paliar la soledad –un tema que en Europa se ha vuelto muy importante–, porque es una guía de comunicación que va más allá del lenguaje y la cultura. Además, le permite a la persona liberarse, al menos por un rato, de la presión que ejerce el Estado sobre ella, y también, es una especie de juego en el que se reubican los roles en la pareja.
–¿Cómo reacciona la mujer europea ante la idea de supeditar su danza a la iniciativa del varón?
–En Europa el impacto del feminismo fue tan grande que hoy en día hay que plantear el tema con cuidado. En los países nórdicos, por ejemplo, hay que aclarar con mucha precisión que el hombre es quien conduce a la mujer. Es una situación compleja para transmitir ese sistema de baile y es, tal vez, la barrera más difícil. Pero cuando se consigue que la gente haga un análisis de los roles y se instale esa mecánica, esto mismo se transforma en uno de los atractivos que ofrece el tango. Por lo general, los extranjeros no vienen a Buenos Aires a ver bailar tango sino a bailarlo ellos porque ya tienen un conocimiento en sus lugares de origen.
–La gente mayor de 60 años que aprendió a bailar en su juventud no conoce el “paso básico” que se enseña hoy ni sabe lo que es un “sanguchito” o un “planeo”. ¿Cuándo se formalizó la codificación que existe actualmente?
–Antiguamente, la mayor parte de la gente no conocía el lenguaje técnico porque muy pocos milongueros usaban los términos tradicionales. Pero siempre existieron. Lo que ocurrió con el tango en los últimos 20 años fue una tremenda evolución técnica a cargo de algunos bailarines que no sólo analizaron y entendieron lo que había sucedido con la danza hasta el momento sino que, además, la desarrollaron todavía más. Y esto no había ocurrido durante la época de auge del tango, en los ‘40 y ‘50, tal vez porque ese auge estaba más relacionado con la música, la composición, la poesía y el canto.
–¿La gente mayor está dispuesta a cambiar las normas que conoce?
–No todos están dispuestos a adherir a las nuevas formas de pensar el tango, porque requiere un esfuerzo intelectual o porque no tienen interés,y están en su derecho. Pero hay muchos bailarines veteranos que se animan a cambiar, y muchos de ellos hoy bailan mejor que 20 años atrás.
–Los pasos ya están codificados pero, ¿existen variantes de estilo?
–En el barrio de Villa Urquiza se vivió un proceso creativo muy importante en el baile. Durante una década, los mejores bailarines venían de allí. Y crearon una manera de bailar reconocible, estilizada, de paso largo, con una postura firme y usando mucha pausa. Y hubo otro grupo de gente, proveniente del centro –pero que luego se trasladó al Club Almagro– que tenía un modo de bailar muy rítmico, cerrado, con menos variantes coreográficas. Luego, en la milonga, se mezclaron estos estilos, que son los más importantes.
–¿Estas diferencias tienen que ver con la extracción social del bailarín?
–En mi opinión, en Buenos Aires y en el mundo entero, el tango dejó de estar relacionado con las diferencias sociales. Siempre se estudió los movimientos entre clases que produjo en tango. Aquí se inicia en la clase baja y luego asciende a la aristocracia, mientras que en Francia pasó exactamente lo contrario, como sucedió en Japón, donde fue un noble quien introdujo el tango. Lo único que le da a una persona la capacidad de tener acceso al mundo del tango es saber bailarlo bien. El hecho físico por sí mismo lo integra. Tanto, que hoy lo bailan los operarios, los presidentes, los vendedores ambulantes, los chicos, los grandes...

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