Mar 22.06.2004

ESPECTáCULOS

“Estamos viviendo tiempos de capitalismo gangsteril”

El cineasta Constantin Costa-Gavras está rodando en Lieja su nuevo film, La cuchilla. El director de Missing busca simbolizar la “nueva Europa” a través de un desocupado que se ve arrastrado al crimen.

Por Octavi Martí
Desde Lieja, Bélgica

En la ciudad belga de Lieja, Constantin Costa-Gavras está rodando Le Couperet –literalmente, La cuchilla–, su decimosexto largometraje, con José García y Karin Viard como protagonistas. El film es una adaptación de una novela del estadounidense Donald Westlake, pero el director de Z y Missing, un clásico del cine social y político, asegura que no le exigió demasiados cambios trasladar la acción a Francia y Bélgica: “En Estados Unidos existen los distintos estados, con sus especificidades, pero sin fronteras entre uno y otro. En el norte de Francia, sin apenas darse cuenta, uno pasa de Francia a Bélgica, de Bélgica a Holanda, de Holanda a Alemania. Es un paisaje que simboliza bien la nueva Europa que estamos construyendo. El protagonista –Bruno, encarnado por José García– tiene rivales en cada uno de sus países.
–Esa Europa que usted quiere retratar es el continente del desempleo, el continente en el que suprimen el trabajo.
–El trabajo es esencial en la vida de un hombre pero, de ahí a creer en la religión del trabajo, en convertirlo en un elemento básico de nuestra identidad... El problema es que nuestro mundo ha sido creado de acuerdo con esos valores y ahora las fábricas se van, se trasladan allí donde la gente cobra menos, donde las cargas sociales son inferiores, donde hay menos presión sindical. Hoy hay directores de empresas que negocian sus contratos incluyendo cláusulas que les aportan un plus por cada obrero despedido. Las empresas ganan dinero pero quieren ganar aún más. Vivimos tiempos de capitalismo gangsteril, en el que las relaciones laborales parecen regirse por la ley de la jungla.
–El personaje Bruno encuentra una solución individual a su despido.
–El es un especialista, un profesional altamente calificado, un químico del sector papelero pero, una vez desocupado, descubre que hay otras personas, en el propio país o en los fronterizos, que tienen un currículum tan bueno como el suyo. Y decide matarlas. No quiere que la competencia lo lleve a negociar un sueldo más bajo. A Bruno el dinero no le importa, lo que le importa es existir a través del trabajo que sabe hacer.
–Se diría que, si la guerra es la continuación de la política por otros medios, el crimen es la continuación de la lucha social.
–A los desocupados se los priva de futuro, se los condena a la desesperación. Los diarios cuentan los casos de empresas que son desmontadas durante el fin de semana para llevársela a un país más barato, de empresas que han cobrado centenares de millones de las administraciones públicas y luego, por sorpresa, cierran y se van dejando tras sí a miles de trabajadores que ya no son nada porque no tienen trabajo. Bruno encuentra su vía para escapar del abismo: el asesinato.
–El guión transmite, al mismo tiempo, una gran voluntad de precisión a la hora de retratar el mundo del desempleo y un extraño sentido del humor, de la ironía.
–La ironía ya estaba en el libro de Westlake, que es un autor con un discurso social potente. En el texto esa mirada, que nunca deja de subrayar lo que hay de risible en situaciones dramáticas, viene dada por los comentarios del novelista, del autor. En el film recurrí a la voz en off, que es la de la confesión de Bruno cuando comprende que ha ido demasiado lejos, y al carácter de persona común del propio Bruno, que es poco hábil como asesino. En realidad, si siguió eliminando rivales en potencia se debe a que el primer crimen le resultó extrañamente fácil.

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