ESPECTáCULOS
El Inspector Clouseau vuelve a vivir en “Un disparo en la sombra”
Con la excusa de celebrar el 40º aniversario de la Pantera Rosa, llegó a la cartelera una copia nueva de la delirante comedia con Peter Sellers.
› Por Luciano Monteagudo
Hace 40 años, Peter Sellers (1925-1980) estaba muy ocupado, alcanzando el pico de su popularidad y de su consagración internacional. Acababa de casarse con la escultural modelo y actriz sueca Britt Ekland, se convertía en el primer hombre en salir en la tapa de la revista Playboy y el director Stanley Kubrick lo convertía en el protagonista absoluto de Doctor Insólito, donde interpretaba simultáneamente al presidente de Estados Unidos, a un flemático coronel británico y al científico psicópata del título, un nazi ganado para la causa de Washington, para quien la solución a todos los problemas era la bomba atómica.
Y también en 1964, con apenas tres meses de diferencia entre una y otra, se estrenaban La Pantera Rosa y Un disparo en la sombra, las dos películas con las que Sellers se dio a conocer como el Inspector Clouseau, el inefable detective francés capaz de resolver cualquier caso desde la lógica del absurdo y, en el camino, de provocar todo tipo de catástrofes. El personaje probaría ser tan exitoso que luego hubo varios títulos más de la serie (uno incluso sin Sellers y otro con imágenes del actor post mortem, en 1982), todos dirigidos por un maestro olvidado de la comedia, Blake Edwards, rehabilitado por la Academia de Hollywood recién en febrero pasado, con un Oscar honorario a su carrera. Pero el film de la serie que quedaría para la historia como el más divertido y perdurable de todos sería precisamente Un disparo en la sombra (A Shot in the Dark), que a partir de ayer se puede volver a ver en Buenos Aires en copia nueva, únicamente en el complejo Cinemark Beruti, con la excusa de la celebración de las cuatro décadas de vida de la Pantera Rosa.
Curiosamente, A Shot in the Dark es la única que no lleva la marca de la pantera en el título ni en el dibujo animado de los créditos. Sucede que Un disparo en la sombra fue rodada antes que La Pantera Rosa, pero en el estudio United Artists no confiaban en el potencial de la película, hasta que The Pink Panther probó ser un éxito fenomenal, no tanto gracias al estólido galán David Niven, sino al personaje si se quiere secundario de Peter Sellers, el inspector Clouseau, obsesionado con recuperar un diamante llamado precisamente “La Pantera Rosa”. Para ilustrar los títulos, el director Edwards pensó que era una buena idea poner un dibujo animado –una práctica que luego sería muy frecuente en las comedias de la década del ’60– y convocó a Harold De Patie y Fritz Freleng, dos veteranos de los estudios Warner que le regalaron ese felino elegante, convertido de allí en más en un cartoon por derecho propio.
En el estudio debían tener sus razones para dudar de Un disparo en la sombra. Inicialmente, el guión estaba basado en una obra teatral de Harry Kurnitz, que iba a dirigir Anatole Litvak, pero Sellers (contratado para protagonizar la película junto a Walter Matthau) no estaba satisfecho con el proyecto, hasta que United Artists sustituyó a Litvak por Blake Edwards, quien junto con William Peter Blatty (luego famoso como el libretista de El exorcista) reescribieron todo y quedó Clouseau como figura excluyente. Por lo tanto, es éste Shot in the Dark el auténtico film original del detective, al que Sellers le dedicó casi un año de trabajo, incluida una dieta estricta para bajar el sobrepeso que había ganado en su irresistible ascenso al estrellato, iniciado modestamente como integrante de un grupo cómico de la BBC de Londres y luego como secundario en clásicos de la comedia británica, como El quinteto de la muerte (1955), donde acompañaba a Alec Guinness.
Vista hoy, Un disparo en la sombra –que incluye secundarios que luego participarían también de toda la serie, como el villano Inspector Dreyfuss (Herbert Lom) y el mayordomo ninja Kato (Burt Kwok)– impresiona primero por su estética pura e inconfundiblemente sixties, hecha de colores primarios y peinados con spray. Su ritmo –moroso para los estándares cliperos de hoy– también acusa la época, pero quien tenga la paciencia de ajustarse a los cánones de aquel momento encontrará una película de construcción clásica, con algunos momentos de excelente cine, como el célebre plano-secuencia del prólogo, una coreografía pensada para que la cámara recorra todas las ventanas de una mansión, descubra las correrías eróticas de sus habitantes y concluya con el crimen que desata la trama, todo acompañado irónicamente por la dulce balada Shadows of Paris, compuesta especialmente por Henri Mancini.
Por lo demás, el resto es básicamente un show Sellers, con el Inspector Clouseau dando la nota desde su primera entrada en escena, cuando se cae a una fuente, se prende fuego el impermeable y se desploma desde un primer piso, todo en unos pocos minutos y mientras intenta seducir a la mucama (la alemana Elke Sommer), a quien todas las evidencias señalan como la principal sospechosa de asesinato. Otra escena típica es la llegada de Clouseau a un campo nudista, donde no tardará en encontrar un nuevo cadáver. Y allí, como si nada, también desnudos, hay unos músicos de jazz, interpretando el riff de la Pantera Rosa, con una displicencia equivalente a la de los jazzmen que animaban impertérritos la fatídica reunión de La fiesta inolvidable (1968), otro clásico del dúo Sellers & Edwards, cuyo cine siempre se ocupó de destruir alegremente el mundo circundante.