Jue 15.07.2004

ESPECTáCULOS  › RODOLFO MEDEROS APUESTA AL FORMATO DE ORQUESTA TIPICA

“No habrá futuro sin pasado”

Tras años de experimentación, el bandoneonista decidió honrar un formato clásico, “lo mejor que supimos hacer”, y lo muestra en el Tasso.

› Por Cristian Vitale

Rodolfo Mederos sabe que está ante un desafío: explicar las razones que lo llevaron a formar una Orquesta Típica, a contramano de buena parte de su historia vanguardista y moderna. “Implica reencontrarme con un formato que es lo mejor que supimos hacer. La orquesta debe ser recuperada para la sociedad... por eso está diseñada para baile y para concierto. El riesgo que asumo es hacer una música sin conceder una corchea, pero que se pueda bailar. Un proyecto para todos”, ensaya. La Orquesta –13 músicos entre bandoneones, violines, violas, violoncellos, contrabajos, pianos y guitarras– debutó en público en el Torcuato Tasso y sigue todos los viernes hasta fin de mes. “Con este proyecto encontré una fórmula, la no pretensión vanguardista”, extiende. “No quiero demostrar que soy más virtuoso que otro, eso es muy adolescente. Necesité llegar a este punto, luego de toda esa elipsis enorme que transité, para sentir que necesito recomponer una cultura quebrada... recomponer nuestro sentido de pertenencia.” El repertorio que preparó el ex Generación Cero incluye composiciones propias y rescates de la Guardia Vieja. Menciona a Filiberto, Greco, Arolas y Bardi, y la mención lo lleva a repensar la noción de lo moderno. “Cuando pensamos en moderno pensamos en Piazzolla. ¿Y Bach y Arolas?”, se pregunta. “Tenemos acotada la idea de lo moderno. Siempre se hace sobre lo hecho, si no es sospechoso.”
–¿Por qué sospechoso?
–Porque no habrá futuro sin pasado. Los pueblos que no tienen esa memoria no tendrán perspectiva histórica. Cuando se intenta ignorar el pasado o darlo por superado, se cae en una idea ingenua y reaccionaria. Los habitantes de Buenos Aires hicimos un pasado muy rico que, por desvíos históricos, olvidamos. Entonces, formando una Orquesta Típica daría la sensación de que se retrocede. Pero se trata de traer al presente y proyectar al futuro lo mejor que el tango logró hacer.
–¿Por qué aquel Mederos revolucionario de Generación Cero hoy revaloriza las formas tradicionales?
–Para mí la orquesta típica es un formato tan conocido como entrar a la cocina de mi casa, pero mi química personal me hizo buscar alternativas que consideraba más promisorias. Viviendo en una urbe atravesada por infinitas culturas, y siendo un tipo con la necesidad de enchastrarse en otras músicas, no es raro que haya tomado ese camino de experiencias insólitas, máxime existiendo una figura como Piazzolla. Así me conecté con músicos de otras estéticas y se produjo un hecho que, para la gente, sonó revolucionario.
–¿Cómo valoriza entonces su excursión por ese tipo de estéticas?
–Positivamente, porque me permitió explorar otros terrenos. Pero volví al tango en su forma menos pretenciosa.
–¿Lo pretencioso está directamente vinculado con el vanguardismo?
–Sí. En un momento, el género se vio empujado a apostar a un destino... había que ser vanguardista, si no eras del pasado. Entonces, todos los de mi generación, músicos y público, nos impregnamos de esa actitud de avanzar sin saber para dónde y para qué, porque sí. Al punto de que empezamos a considerar que la música era buena en la medida que era moderna. Y era moderna en la medida que era rara, difícil, apta para iniciados. Eramos como elegidos que nos habíamos separado de un tronco y hacíamos lo que sería el futuro. Nos alejamos de algo sustancial, la dignidad del arte.
–¿En qué sentido?
–La dignidad del arte es cuando éste puede ser compartido por todos los integrantes de una comunidad. Esto no significa caer en facilismos, porque sería una traición, sino hacer un arte bello pero no mezquino. No para las minorías. Un arte que no claudique en su contenido, pero que refleje la realidad de la gente. Yo creo que era esa soledad la que disfrutamos en un momento, a tal punto que llegamos a considerar que la música de tango no debía ser bailada, porque el bailarín encorsetaba a la música. Hoy pienso lo contrario... una música es verdaderamente artística y pertenece al pueblo cuando no es discriminatoria de clases sociales o especialidades. Pretendimos un destino tan alto que nos quedamos solos.
–Le pone un certificado de defunción a una vieja controversia.
–Esto puede ser simpático, porque habla de la pasión. Pero creo que se trata de integrar más que de disociar.
–Su idea suena como una reivindicación de Horacio Salgán, Aníbal Troilo o Julio De Caro. ¿También de De Angelis o D’Arienzo?
–No son orquestas a las que adhiera fervientemente. Pero les tengo un respeto enorme, porque hacían música absolutamente genuina. Presentaban un aspecto del gusto popular y no eran complacientes. Fueron músicos sinceros y no respondieron a intereses que no fueran los propios. Los rescato porque son nuestro pasado verdadero, no los impuso una moda. Fueron radares sensibles que captaron necesidades y las devolvieron como música.

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