Sáb 17.07.2004

ESPECTáCULOS  › LOS GRAMMY LATINOS Y LA PRODUCCION MUSICAL ARGENTINA

Una fiesta que no admite colados

Las nominaciones argentinas están limitadas a los rubros “rock” y “tango”, y los grandes premios están reservados para productos panregionales promocionados por la industria.

› Por Esteban Pintos

Una lectura analítica de las nominaciones para la 5ª entrega anual de los premios Grammy Latinos, anunciadas el miércoles pasado, brinda pistas para entender cómo funciona la industria discográfica de la música producida en español y portugués, cuya área de influencia incluye al continente americano excepto Canadá, y se extiende hacia la “madre patria” España (Portugal, en este particular recorte, queda fuera de orden). Entonces, aquello que va desde Argentina hasta Estados Unidos –con su creciente población hispanoparlante– y se extiende a Europa en el caso español, es considerada música “latina”. Sin embargo, la decisión de fijar residencia en Estados Unidos (en los años anteriores, Miami; en 2004, Los Angeles), revela cuál es el verdadero concepto de “latino” que se tiene mirando desde arriba, desde el norte.
El artista “latino” modelo para la Academia Latina de la Grabación debe guardar ciertas formas panregionales de aceptación, que no sólo incluyen el idioma. Todos ellos tienen difusión continental garantizada por el aparato de las cinco grandes compañías discográficas (que “celebran” el aval de prestigio que representa para sus artistas este tipo de premiaciones), videos con parámetros de calidad aptos para el canon técnico y estético de las señales musicales –aunque, como en el caso de MTV, esté diferenciada por región–, fuerte presencia radial y bastante más atrás, prestigio y calidad. En este punto, debe consignarse la naturaleza misma con que son concebidos estos premios. Los Grammy representan una celebración de la industria discográfica para consigo misma, de acuerdo con sus propios parámetros sobre difusión y alcance del “producto”.
En ese contexto, la producción musical argentina (que sumó 16 nominaciones para esta edición) queda ciertamente fuera de foco, aunque resulte destacable la irrupción de un artista como Kevin Johansen, editado aquí por un sello independiente, Los Años Luz Discos. Sus nominaciones, que son tres y en rubros de los considerados importantes (“Album del año”, “Canción del año” y “Mejor video musical”) son un gesto de reconocimiento y también un envión comercial importante, pero parecen quedarán en eso, nomás. Por ejemplo, en la categoría “Album del año”, Johansen convive con cuatro pesos pesados del panregionalismo latino: Café Tacuba (México, Universal), María Rita (Brasil, Warner), Alejandro Sanz (España, Warner) y Bebo & Cigala (España, BMG). Realmente, ¿tiene alguna chance de llevarse el premio?. Lo mismo en las otras dos categorías, donde cambian algunos nombres, pero la consideración de la industria es la misma. Para bien o para mal, son pocos los músicos argentinos que cuadran según el modelo anteriormente caracterizado, y dos de ellos –nítidamente Diego Torres, un poco menos Vicentico– no editaron discos en 2003 y recién podrán aspirar a sus candidaturas el año que viene.
Es notorio pues, que exceptuando a Johansen, los argentinos dominen la categoría “Album de rock vocal” con las nominaciones para Charly García, Fito Páez y Luis Alberto Spinetta; y se hagan notar en “Mejor álbum de rock vocal dúo o grupo” (La Bersuit, Divididos), “Album cantautor” (León Gieco, Alejandro Lerner) y en “Album de música alternativa” (Babasónicos). La categoría “Mejor álbum de tango”, previsiblemente, reúne cinco candidaturas argentinas; y en “Productor del año”, justamente aparece Gustavo Santaolalla, argentino radicado en Estados Unidos desde 1978 y personaje decisivo en la creación de una identidad (¿híbrida?) de rock “latino” para el mundo. Esa confusa pero vívida identidad que irrumpió y se consolidó vía MTV a partir de 1993, bajo la dirección artística de otro argentino radicado desde hace décadas en Estados Unidos, Alejandro Pels. Argentina queda fuera de la gran cocina internacional latina para el mundo, cuyos fuertes centros de irradiación están en México, Madrid, Miami, Los Angeles y, si se atiende a las intenciones integradores de este premio, también en Río de Janeiro y San Pablo. En los casos mexicano y brasileño, además, cabe mencionar que la Academia establece una diferencia en “fields” (esferas sería la acepción más cercana en nuestro idioma) para otorgar una apartado exclusivo a la música tradicional mexicana y también uno dedicado a toda la música de Brasil (allí se categoriza en pop, rock, samba, MPB, romántica, música regional y canción). Por lo demás, en aquellas categorías que abarcan la música popular del continente y extensiones, el dominio pertenece a esos artistas representantes del statu quo latino: Robi Draco Rosa, Alejandro Sanz, Julieta Venegas, Café Tacuba, Bebo Valdés & Diego El Cigala, Paulina Rubio, David Bisbal, Ricky Martin, Luis Miguel, Estopa, La Oreja de Van Gogh, La Ley. Piénsese en la programación en alta rotación de las radios FM porteñas que cultivan el estilo “mezcla” y se caerá en la cuenta de que se trata efectivamente de casi todos estos artistas.
La comprobación excluye el análisis crítico de los méritos artísticos de cada uno. Según el parámetro de lo “latino”, estos músicos representan una fuerza centrífuga, capaz de encabezar rankings y vender miles de copias –aun en tiempo de Internet y piratería callejera– en Ciudad de México, Santiago de Chile, Managua, Bogotá o Buenos Aires. A ellos va dirigida la atención de la celebración que (se) realiza la industria discográfica. La ceremonia de entrega de los Grammy Latinos, en su quinta edición, ocurrirá el miércoles 1º de septiembre en el célebre Shrine Auditorium de Los Angeles (el mismo de los Oscar). Las respuestas a los interrogantes y el análisis aquí planteados allí estarán.

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