ESPECTáCULOS
De cómo ser taxista y no bajar las viejas banderas
El documental Los perros, que se estrena mañana, recupera la trayectoria de un integrante de la lucha armada marxista y revisa la historia del Ejército Revolucionario del Pueblo.
› Por Mariano Blejman
El taxista marxista (ambas palabras se parecen demasiado) Angel Gutiérrez, alias Poroto, tiene un pasado difícil de olvidar en sus habituales recorridas por Buenos Aires. A pesar de su trabajo, Poroto no baja su bandera. Alguna vez fue militante del ERP-PRT (Ejército Revolucionario del Pueblo, cuyo brazo político era el Partido Revolucionario de los Trabajadores), y gracias al documental Los perros de Adrián Jaime –que se estrena mañana– es un guerrillero de los pocos que da la cara y se anima a contar su propia historia. Su papel central en Los perros deja en claro que Poroto era un militante más por las circunstancias donde se encontraba que por convicción propia. Al menos al principio. Cuando Jaime lo conoció por medio de un amigo, el cineasta ya había entrevistado a varios ex integrantes del ERP-PRT, que conformaron la guerrilla que operó en la zona de Santiago del Estero y Tucumán. En la investigación, Jaime dejó a Poroto para el postre: Gutiérrez parecía uno más entre el abanico de entrevistados, pero su historia todavía no cerrada se convertiría en el eje para contar cómo funcionó la guerrilla marxista.
El documental cuenta en primera persona una parte no del todo profundizada por otros documentalistas, tal vez por el deseo de no levantar argumentos para fortalecer la teoría de los dos demonios. Es el relato de la experiencia guerrillera del Ejército Revolucionario del Pueblo, bajo el mando de Roberto Santucho, contada por sus protagonistas. El momento en que se estrena, para Jaime, es bastante especial, ya que el rol de los videoactivistas después del 19 y 20 de diciembre parece volverse difuso después de la llegada de Néstor Kirchner al poder. “El Gobierno parece haber tomado la delantera en cuanto a las denuncias sociales y al retrato de los espacios de conflictividad”, cuenta Jaime.
El realizador cordobés –que antes había hecho Tosco, sobre la figura del dirigente sindical de su provincia– trabajó durante más de tres años en la reconstrucción de la historia de Angel Gutiérrez, que le sirvió también para contar la historia del ERP. “Había mucho sobre las muertes, sobre las torturas, el miedo de los desaparecidos, los torturados de la generación del ’70. Pero poco había sobre los que tomaron las armas para pelear por una revolución”, cuenta Jaime. La primera vez que mostró el trabajo en público fue en el Festival de Cine y Video de Rosario, a fines del año pasado. La versión final se vio recién en el último Bafici y ahora, finalmente, llega a los cines comerciales, a partir de la posproducción aportada por Cine-Ojo.
La historia del taxista Gutiérrez se desnuda cuando el hombre vuelve a recorrer los lugares por donde transportaba las armas y se encuentra con que muchos de los antiguos compañeros de la zona pensaban que Poroto había muerto o estaba desaparecido. Jaime buscó imágenes de archivos durante dos años, pero en el fondo fueron más bien personajes, a los que acompañó con la cámara. Evidentemente, sus pasos se hicieron conocidos, aunque él nunca contó lo que estaba haciendo. “Me amenazaron por teléfono, por mail, balearon mi casa dos veces, entraron a revolver las cosas. Dejaron un revólver calibre 38 del lado de adentro de la ventana. Esto deja en claro que no se desarmó nada, que hay un stand by por el momento político, pero nada más. Así que es momento para fortalecer la democracia. Pues, como se decía, la organización vence al tiempo. Y ellos están organizados”, cuenta Jaime.
Angel Gutiérrez no es un hombre de grandes definiciones sino más bien de acciones. Y qué acciones. “No dice grandes cosas porque es un militante llevado por las circunstancias”, cuenta Jaime. A la distancia, el director pudo observar que el mito sobre la guerrilla argentina se había agrandado hasta niveles inconmensurables. “En Córdoba no hubo más de 60 hombres armados. Sin embargo, en aquel momento parecía que podían dar vuelta la historia”, reflexiona Jaime. El director es uno de los convencidos de que el cine político –desde La hora de los hornos, de Pino Solanas, en adelante– tiene capacidad transformadora de lo cotidiano, puesto que el hombre, dice, “vale lo que empuña”.