ESPECTáCULOS
› LOS CAZURROS, AL RESCATE DE LA ESENCIA DEL JUEGO
“Fue un camino de hormiga”
El dúo nacido en la costa atlántica disfruta de un presente que combina la buena respuesta del público con un inminente proyecto televisivo.
› Por Silvina Friera
Hace diez años, en las playas de Cariló, Pinamar y Valeria del Mar, Ernesto Sánchez y Pablo Herrero –grandulones que defienden a ultranza el poder de la imaginación y de la creatividad– formaron un grupo de teatro para chicos que proponía animar las vacaciones sin pretensiones de repartir moralejas, de las que huyen como si fueran la peor epidemia. Rodeados de castillos de arena, sombrillas y bronceadores, Los Cazurros establecieron una máxima que nunca abandonaron: el placer de jugar por jugar, no importa dónde, cómo ni cuándo. Pablo confiesa que no falta algún padre o madre que, tras una función, les recuerde alguna jornada playera como testigos privilegiados. “Quizá con el tiempo se agrande el número de quienes se definen seguidores de la primera hora”, bromea Ernesto. Pero uno de esos padres, Mario Pergolini, fue acompañando la evolución de esta dupla que se conoció en las clases de actuación del Macoco Martín Salazar. Se foguearon en la Feria del Libro y en el auditorio Cendas, hasta que Cuatro Cabezas ofreció producirlos. El resultado se puede apreciar en Juego divino (remixado), que se ofrece de lunes a viernes a las 17 y los sábados y domingos a las 15 y a las 17 en el Lorange (Corrientes 1372).
–¿A qué atribuyen el crecimiento de estos últimos cuatro años?
P. H.: –Vimos que habíamos hecho un camino de hormiga, trabajamos mucho desde que empezamos, y decidimos instalarnos en un espacio. Al principio éramos itinerantes, como lugar fijo sólo estábamos en la Feria del Libro.
–¿Por qué llamarse cazurros, que en la Edad Media aludía a juglares de clase inferior, al punto que llegó a tener un sentido injurioso?
E. S.: –(Se ríe.) Sí, eran los malandras, los ladrones, los truhanes.
P. H.: –Cuando empezamos a laburar, lo hicimos con la compañía de teatro del Juglar, que dirige mi padre, y no sabíamos qué nombre ponernos. Mi papá apareció un día con un libro y nos dijo: “Para ustedes dos no hay mejor nombre que éste”. Los que nos preguntan más por el origen del nombre son los grandes, a los chicos les resulta gracioso pronunciarlo.
–Aunque por origen estén vinculados con uno de Los Macocos, ¿sienten que ocupan un espacio que estaba vacío, que otros no supieron vislumbrar?
E. S.: –Aprendimos y nos formamos con un montón de gente. De Los Macocos tomamos ciertas formas del humor, pero las mezclamos con nuestros gustos estéticos, hasta lograr el concepto cazurro que bordea lo absurdo. En estos diez años, trabajando en escuelas, jardines y fiestas, aprendimos a detectar qué necesitan los chicos, qué les gusta, qué les da risa o no.
–¿El teatro infantil está abandonando la ñoñería?
P. H.: –Eso va a existir siempre. Pero el teatro infantil cada vez es más profesional, crece el número de propuestas que valen la pena. Antes, en la Feria del Libro, nos aburríamos cuando veíamos otros espectáculos.
E. S.: –Cuando estudiás teatro empezás a entender cómo funciona la cabeza de muchos compañeros. Algunos actores que no tienen trabajo hacen una obra infantil en vacaciones de invierno porque es lo único que consiguen, un laburo que les permite zafar. Son muy pocos los que hacen teatro para chicos desde la convicción. Cuando hacen obras para chicos, Gerardo Hochman o Marcelo Katz las realizan con un nivel y un profesionalismo igual a cualquier obra para adultos.
–¿Cuánto cambiaron los chicos en estos últimos años?
P. H.: –Son más rápidos y reciben diez veces más información. Hoy un chico de cinco años habla de clonación. Cuando en Juego divino (remixado) hacemos la lista de villanos, los chicos nos gritan el nombre de Bush.
E. S.: –¡Después del 11 de septiembre, los chicos jugaban a ser Osama bin Laden! Cuando trabajamos en Cariló nos encontramos con un target de chicos de nivel socioeconómico alto, que tienen 350 canales o el último Power Ranger. Pero el año pasado hicimos una función en La Cava, en el campito de fútbol, y pudimos comprobar que los chicos respondieron de la mismamanera, se reían en los mismos lugares, festejaban los mismos chistes porque el juego es por esencia universal.
–¿Hicieron giras por otros países?
E. S.: –Un amigo trabaja en Holanda y nos llamó para un festival en el que estuvo De la Guarda. Como nunca habían hecho teatro para chicos nos ofrecieron unas carpas que estaban desocupadas hasta las 19. Pero los holandeses, como nunca habían hecho infantiles, a último momento no quisieron ser desprolijos y lo cancelaron, cuando habíamos llegado a Amsterdam.
–¿Tuvieron que regresar sin poder actuar?
E. S.: –Nos quedamos. A la salida del colegio del hijo de nuestro amigo, los chicos se juntaban en una plaza. Nos pusimos a jugar con ellos, a enseñarles canciones de hinchadas de fútbol. A la semana, los chicos nos pedían que jugáramos con ellos. Nuestra virtud fue encontrar la esencia del juego, que todos la tenemos, pero no siempre la sabemos aprovechar.
–Por el tipo de formato que ustedes manejan, ¿es hora de probar suerte con un programa de TV?
P. H.: –Cuatro Cabezas nos ofreció producirnos, pero somos conscientes de que tenemos que trabajar mucho para que lo que se ve en el teatro se pueda trasladar a la TV.
E. S.: –Queremos ser fieles a nuestro concepto. Por ahora estamos con la temporada teatral, y en paralelo, cuando termine la locura de las vacaciones, vamos a empezar a trabajar con el programa.
P. H.: –No tenemos pruritos con la TV. Al contrario, tenemos ganas de probar cómo es trabajar en otro medio. Uno labura para mostrar su trabajo y que te vea más gente.