Vie 23.07.2004

ESPECTáCULOS  › EL DIBUJANTE PRESENTO SU NUEVO LIBRO EN EL MALBA

Los impresentables de Quino

En el encuentro por el lanzamiento de ¡Qué presente impresentable!, Joaquín Lavado fue ametrallado a preguntas. “Yo ya no me planteo qué es el humor: los marineros no se preguntan qué es el agua”.

› Por Angel Berlanga

“Hay una página de un náufrago –contó Quino frente al público que colmaba el auditorio del Malba– hasta el que han llegado, recién, unas tropas norteamericanas. ‘¿Tiene armas?’ ‘Yo no tengo armas de ningún tipo, pero ya que vinieron hasta acá, ¿por qué no me llevan de vuelta a la civilización, si es que todavía existe?’ Y entonces el soldado norteamericano le dice: ‘Sí que existe, la civilización somos nosotros’. ‘Ah, no, entonces déjenme acá’.” A su lado, Eduardo De la Puente, coordinador del encuentro, le acababa de preguntar si usaba el humor para rajarle a la depresión o a la indignación, y el humorista gráfico mendocino, un clásico universal desde hace ya un rato largo, le respondió con uno de los tantos ejemplos de esos que nutren una obra que, desde el miércoles, cuenta con su libro número treinta: se llama ¡Qué presente impresentable! y reúne buena parte de los dibujos que publicó en los últimos años en medios gráficos de diversos países de América y Europa. “Esto viene de la desesperación que produce leer las noticias de las barbaridades que está haciendo Bush en Irak”, explicó. “Después sí, uno lo cuenta y se ríe, como cuando ve Fahrenheit 9/11, la película de Michael Moore. Uno se ríe de muchas cosas que son para ponerse a llorar, como las escenas de las caras que pone Bush cuando le vienen a decir lo del ataque a las torres, mientras está visitando un colegio: durante no sé cuántos minutos el tipo no dice absolutamente nada, sigue mirando un libro para niños, poniendo unas caritas como diciendo qué hacemos... Es terrible.”
Es notable el contraste cada vez mayor entre la mirada de Quino, sencilla, lúcida y profunda a la vez, y las estridencias, efectos especiales, discursos sensacionalistas y pretensiones de brillos de plástico que van copando buena parte del mundo. Desde hace cincuenta años Quino retrata con su trabajo las más diversas formas de destrucción, intolerancia, sinsentido, hipocresía, desamparo o injusticia: “Generalmente, la temática que yo toco son los eternos problemas del ser humano”, explicó. “Me ocupo de cosas más bien espirituales, por eso no hago caricatura política; primero, porque no sé hacer, para eso está Menchi Sábat... Y luego porque me inspiro en los diarios, en la gente, en las canciones.” Luego de señalar que “con esto de los transgénicos y de hacer bolsa el planeta” la primera parte de ¡Que presente impresentable! puede resultar no muy graciosa, Quino dijo que “llegando a la mitad empieza a ponerse divertido”.
“Una vez fuimos con Caloi y Garaycochea a Tucumán y se nos creó una situación muy molesta, porque en un pueblo nos presentaron como que íbamos a contar chistes”, respondió cuando le preguntaron si a esta altura podía seguirse definiendo lo suyo como “humor”. “Una violencia espantosa, esperaban que uno empezara a contar cuentos”, siguió Quino. “Se puede estar de buen humor, de mal humor... Si uno puede hacer sonreír, o reír, o reír a carcajadas, sería lo ideal, claro. Pero no siempre sale lo que uno quiere. En fin: ya decidí que no me planteo más esto de qué es el humor. Uno sale ahí, a dibujar su página, sin preguntárselo. Siempre digo que los marineros no todos los días se están preguntando qué es el agua...”
Entre el público estaban Miguel Rep, Caloi, Juan Sasturain y el Lu-thier Daniel Rabinovich, que le preguntó qué hacía cuando le surgía una idea, si primero la dibujaba o la escribía: “Trato de dibujar un bocetito, más que ir con palabras”, respondió. “A veces trabajo también de noche, cuando estoy por dormir: tengo un banquito al lado de la cama y cuando se me ocurre algo, para no prender la luz y despertar a Alicia (su mujer desde hace 44 años), anoto: ahí sí escribo, a oscuras.” Cincuenta años atrás, Quino llegó desde Mendoza a esta ciudad y consiguió publicar su primer tira de humor gráfico en el semanario Esto es: esa es la excusa para que el miércoles que viene se abra al público, en el Palais de Glace, una retrospectiva con diversos materiales de su obra. Dejó de hacer tiras de Mafalda treinta años atrás y todavía le siguen lloviendo, sin pronóstico de que ese diluvio pare, preguntas sobre ella y los personajes que la acompañaban. “Yo me crié con Mafalda y tengo actitudes de ella”, le dijo una chica del público. “A mí me decían Mafalda... Era Mafalda. ¿Qué piensa cuando se cruza por la calle con personajes iguales a los de la tira?” “Que he sabido transmitir una cosa, que realmente hay gente así”, le respondió. “Todos tenemos una Susanita en la familia”, terció De la Puente. “Manolitos también hay muchos”, agregó Quino. “Y muchos Felipes... Tal vez Mafalda sea la más fabricada, la menos espontánea, con sus peroratas sobre la paz. Creo que fue porque me la propuse hacer así; los otros personajes, en cambio, fueron naciendo más espontáneamente.” “Yo le quería agradecer la frase Paren el mundo que me quiero bajar...”, empezó a decir una señora. “Ah, no, esa no es Mafalda”, le salió al cruce Quino. “Se me atribuye eso, y no sé por qué. Así como se me atribuye que en la última tira Mafalda muere aplastada por un camión. Hay dos versiones de camión: de sopa o de la policía. Eso lo inventaron los mexicanos, son versiones que andan por ahí. Pero esto de paren el mundo... El que cree que es de Mafalda no entendió, porque no quiere bajarse. Al contrario, ella quiere que el mundo cambie.”

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