Sáb 24.07.2004

ESPECTáCULOS  › WALTER SALLES Y RODRIGO DE LA SERNA, DIRECTOR Y PROTAGONISTA DE “DIARIOS DE MOTOCICLETA”

“Todos deberíamos hacer el viaje que hizo el Che”

El director brasileño y el actor argentino reflexionan sobre la filmación de Diarios de motocicleta, la película que se estrena el próximo jueves y que narra el viaje iniciático que hizo el joven Che Guevara junto a su amigo Alberto Granado. La filmación les permitió un paneo por América latina, en la que los grandes temas de los que hablaba el Che en sus Diarios siguen todavía hoy pendientes.

› Por Emanuel Respighi

A cincuenta y dos años del ahora famoso viaje a las entrañas de América latina que emprendieron Ernesto Guevara y Alberto Granado en 1952 a bordo de “La poderosa”, la desvencijada moto Norton 500 construida en 1939, el cine trae a la retina de los espectadores aquella aventura iniciática que marcó a fuego la historia personal de quien luego sería uno de los líderes revolucionarios más importantes del siglo XX. Walter Salles y Rodrigo de la Serna, director y protagonista junto a Gael García Bernal de Diarios de motocicleta, respectivamente, aún no salen de su asombro por los apasionados debates sobre Latinoamérica que genera el film entre los espectadores, luego de cada proyección. “En Cuba se vivió como en ninguna otra parte”, detalla a Página/12 el director brasileño. “El film se proyectó en el teatro Carl Marx lleno, frente a los ojos y la ansiedad de cinco mil quinientos cubanos. Fue conmovedor ver a cubanos de entre 8 y 80 años concentrados en la pantalla y viviendo el viaje del Che como algo propio”, señala. “Es increíble cómo Diarios... moviliza a los espectadores, sobre todo a los de este lado del continente. Incluso, en Brasil, con el estreno del film, el libro con las notas de viaje del Che se convirtió en uno de los más vendidos, mientras que el de Granado se reeditó”, subraya De la Serna que, pese a ser primo segundo del Che, en el film interpreta a Granado. “Ese es el mejor impacto –agrega Salles– que la película puede generar: que las personas vuelvan a los textos originales y se debata la identidad latinoamericana.”
Rodada en más de 30 locaciones diferentes de la Argentina, Chile, Perú y Cuba, Diarios de motocicleta aterrizará a la cartelera porteña el próximo jueves. Esfuerzo colectivo del que participaron más de 400 personas de diferentes nacionalidades latinoamericanas, la película que recorre el viaje de Guevara cuando sólo tenía 23 años y aún no llevaba el apodo de “Che” logró –en términos cinematográficos– lo que pregonó Guevara en vida: unir a América latina. “Al inicio tuvimos la sensación de que éramos una Babel latinoamericana”, apunta el director de Estación central y Detrás del sol. “Y al final, cuando filmamos el discurso latinoamericanista del Che, sentimos nosotros también que el sueño de América latina unida se aparecía más próximo que al inicio. Al final, luego de viajar por los mismos lugares del Che, nosotros acreditamos con fuerza sus palabras”, confiesa Salles, quien rescata “la humanización” de la figura del Che. “Tanto el proceso de comercialización de la su imagen, pero también el proceso de totemización, distancia a Guevara de las personas. Para nosotros fue cautivante poder aproximarnos a ese hombre, cuando aún no había terminado sus estudios y aún no tenía elegida la orilla del río donde iba a quedarse toda su vida”, señala.
–Es un fenómeno extraño que una película suscite tantos debates...
Rodrigo de la Serna: –Sí, claro. Lo que pasa es que la película habla de nuestra idiosincrasia como latinoamericanos. Esperemos que en la Argentina también sea bien recibida. Es una película que dice algo. Lo que siento que pasa con el film es que te dan ganas de hacer ese viaje. De alguna manera, sería un viaje que todos deberíamos hacer. No físicamente, sino espiritualmente: un viaje hacia una identidad personal y continental.
Walter Salles: –La película fue filmada para suscitar un debate dentro de América latina. Si hay repercusiones en otras latitudes, mejor. Pero lo que nos unía al inicio de la filmación fue ese deseo de mirarnos a nosotros mismos a partir del viaje que emprendieron estos dos jóvenes hacia el corazón de América latina. El auténtico Alberto Granado nos dijo que en aquella época, él conocía más sobre los griegos y los romanos que sobre los incas, por ejemplo. Lo mismo sucede hoy.
R. de la S.: –En la Argentina –que es el país más esquizofrénico del continente– hace siglo y medio que la cultura europea se enseña en la escuela por sobre la de nuestras propias raíces. Eso explica el desconocimiento que tenemos de nuestras tierras y culturas. Por eso, el viaje del Che y Alberto es el viaje que todos deberíamos hacer, sinolvidar la cultura de nuestros abuelos y bisabuelos, pero también mirándonos a nosotros mismos. Es hora de hacernos cargo de lo que somos: es la única forma de salir de donde estamos.
–50 años después volvieron a hacer el mismo viaje que hicieron el Che y Granado. ¿Se encontraron con un Latinoamérica muy diferente a la descrita por ellos?
W. S.: –Lo que percibimos casi inmediatamente es que la generalidad social que encontramos era muy semejante a la que había 50 años atrás. Creo que eso obedece a que los problemas estructurales de América latina, como la pésima distribución de la riqueza y de la tierra, no fueron resueltos. Eso nos autorizó a hacer una película que mira al pasado pero también habla del presente. Empezamos a mirar no sólo lo que estaba en el centro de la ruta sino también los márgenes, incorporando la geografía humana. La película reflexiona sobre una materia viva: Latinoamérica.
R. de la S.: –Hubo muchas escenas que no estaban en el guión y que nos dimos cuenta que teníamos que acoplar, como la charla con el indígena que comenta los problemas de desalojo de sus tierras, que son los mismos desalojos que sufren los guaraníes en Salta. O la ceremonia de la coca con las quechuas. Cosas que no estaban en el guión y que reflejan el presente latinoamericano. En muchos casos la realidad actual de América latina es mucho peor, donde hay proyectos delirantes sobre la expropiación de los recursos naturales del continente por parte de multinacionales. Por ejemplo, Benetton ya cuenta con 900 mil hectáreas, o los proyectos mineros que hay en toda la Cordillera de los Andes, que hoy está casi toda loteada para contaminar con cianuro todos los ríos. Ni qué hablar de la tala del Amazonas.
W. S.: –El origen del problema es la mimetización de los países a un modelo económico que no nos representa ni nos respeta. Queda claro que sin un modelo de desarrollo propio América latina no va progresar.
–Hay una oratoria del Che cuando está en el leprosario de San Pablo festejando su cumpleaños que es ejemplificadora en ese sentido.
R. de la S.: –Sí, es un discurso sanmartiniano-bolivariano. Pero lo más rescatable de la figura del Che es que no sólo es capaz de hacer ese discurso sino que después lo ejecuta, cruzando el Amazonas nadando para estar cerca de los más necesitados, los enfermos de lepra. Eso habla de la coherencia de este hombre: no sólo decía lo que pensaba sino que también lo llevaba a cabo con su cuerpo. Una ética que hoy no se ve. A nosotros nos pasó desde el punto de vista cinematográfico. ¿Cómo puede ser que teniendo tantas cosas en común no haya una integración latinoamericana que fomente nuestro cine?
W. S.: –Nosotros empezamos el proyecto en el ‘99, con tres años de investigación sobre el viaje. En aquel momento, esa idea de aproximación entre los países latinoamericanos nos parecía totalmente distante. A medida que empezamos a hacer la película, la utopía se redujo y hoy, con Lula y Kirchner, se abrió un debate que va en esa dirección. Claro que es un casamiento complejo, que durará años y habrá conflictos: no será una ruta sin bifurcaciones. Es un proceso de resistencia: tomar conciencia de que juntos seremos más fuertes.
–¿Y qué lugar puede ocupar la película en esta búsqueda de la identidad latinoamericana?
W. S.: –La película será una entre tantas películas, libros, gestos políticos o discos que pueden ayudar al proceso. Godard dice que la TV es un electrodoméstico que suscita el olvido, mientras que, por el contrario, el cine suscita encontrar la posibilidad del debate y fijar en la memoria.

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