Mar 27.07.2004

ESPECTáCULOS

“Sería muy tonto querer compararse con Gardel”

El cantor Brian Chambouleyron, que tiene pasaporte francés y un pasado como personaje en Glorias porteñas, cuenta por qué decidió grabar, “como homenaje”, un CD con temas gardelianos.

› Por Karina Micheletto

Para muchos cantores de tango, interpretar a Gardel es una apuesta perdida de antemano. Los clásicos gardelianos quedaron cristalizados en el oído colectivo con su voz, su decir, sus pausas, sus eres sobreabundantes. Brian Chambouleyron no lo tomó como un desafío sino como una forma de homenaje, y se largó a hacer un disco de temas de Gardel. Después de haber buceado en su repertorio, cuenta, quiso recrear los temas que le resonaron de una forma especial. Para ponerle nombre al disco, que le llevó dos años de trabajo, Chambouleyron se inspiró en todas las veces que le sugirieron “andá a cantarle a Gardel”, y quedó Chambouleyron le canta a Gardel. Lo presentará hoy a las 20.30 en el Teatro San Martín, dentro del ciclo Discos vivos, y desde el próximo sábado –y todos los de agosto– en La Vaca Profana (Lavalle 3683), acompañado por un quinteto criollo de cuerdas (Adrián Lacruz y Mariano Heler en guitarras, Roberto Americe en contrabajo y Florencia Argañaraz en violín).
El repertorio seleccionado incluye muchos temas de su época de mayor fama junto a Lepera. Hay hits como Amores de estudiante, Golondrinas o El día que me quieras, algunos más criollos como Criollita de mis amores, pero también un tema que Gardel grabó en francés, Parlez moi d’amour, y un tango cuya letra y música compuso Chambouleyron en homenaje a Gardel, Aquel zorzal. Los comienzos de Chambouleyron en el tango fueron en trabajos grupales: Recuerdos son recuerdos, con Rita Cortese y Soledad Villamil, la exitosa Glorias porteñas (con la que fue premiado como “actor revelación”) y luego Patio de tango. Más atrás, los orígenes están en un abuelo aficionado al tango y en un periplo familiar que lo llevó a nacer en Francia, adonde sus padres habían ido a estudiar, volver a la Argentina y retomar el exilio en 1976 en México. Por eso Chambouleyron tiene pasaporte francés, algo que, dice, lo hace escuchar muchas veces la pregunta “¿qué hacés acá?”, pero avisa que no piensa tomarse el trabajo de responder.
–¿Cómo se animó a Gardel?
–Surgió de buscar repertorio, empezaron a aparecer tantos temas suyos que empezó a ser un cuerpo. Me llevó dos años concretar este disco, y la etapa de búsqueda y selección fue la más dificultosa. Era un abanico de ritmos y colores de tal variedad, tanta belleza lírica que era difícil elegir. Escuché todo lo que pude y me quedé con la última época, naturalmente. Hay temas muy conocidos de los que uno tiene una versión en la cabeza, pero los escuché con otra oreja y tienen una riqueza increíble. Criollita de mis amores, por ejemplo, tendría que ser como las Mañanitas argentinas, es un hermoso canto a la vida y al amor. Y después me gustó encontrar cosas más raras, como el tema que grabó en francés. Me imagino que Gardel debe haber escuchado a su madre cantar en ese idioma cuando era chico, porque además el sur de Francia es una zona de trovadores, muy rica en música popular. Pero no pretendo equipararme ni compararme con Gardel, sería muy tonto de mi parte. Es simplemente un homenaje.
–En el último tiempo, la figura del cantor de tango parece estar ganando espacio; incluso dentro de las orquestas, cada uno empieza a tener su hinchada, por ejemplo.
–Y eso es buenísimo. Hubo todo un proceso en el tango que empezó con la moda de la danza, después surgieron orquestas y formaciones, y ahora están apareciendo cantores muy buenos. Cardenal Domínguez, Ariel Ardit, Hernán Lucero, muchos. Bienvenidos sean.
–Usted nació en Francia y también vivió en México. El exilio, la nostalgia por la tierra perdida, es uno de los tópicos del tango. ¿Influyó en su elección de género?
–Seguramente debe haber influido de alguna forma, pero en realidad cuando volví me interesé por la música popular en general, estaba más preocupado por tocar la guitarra. El tango me empezó a interesar un tiempo después, cuando cumplí los treinta.
–¿O sea que para usted es verdad esa frase de que el tango pega después de los treinta?
–Totalmente. Después de los treinta entendés algunos tangos de otra forma, hay letras que las escuchás y son como un cachetazo que pega en las marcas de cada uno. Quizá porque cuando sos más chico todo se lava más fácilmente. Esa también es una postura que está presente en el tango, que las marcas quedan en los hombres. Pero prefiero no meterme en esos vericuetos existenciales. Lo mío es ser cantor de tangos.

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