Seis. Nueve. Tres. Todo comienza con un par de chicos jugando con esa especie de flor de papel que se sostiene con el pulgar y el índice de cada mano, al tiempo que se abre y se cierra la cantidad de veces que lo indican los números escritos en ella. Una vez que esa suerte de origami popular se ha abierto por última vez, llega el momento de desdoblar el lado elegido y leer el mensaje que hay ahí escrito. El mensaje que leen los chicos del comienzo de Despertando a la vida es sencillo: “Sueño es destino”. Y a partir de entonces dará comienzo un film de dibujos animados que es una especie de Fantasía alternativa, en el que su protagonista –dibujado sobre imágenes rodadas con video digital– recorre las calles de una ciudad con todo el tiempo del mundo para detenerse a escuchar u observar ideas en acción en un mundo de sueños dentro de sueños que parece interminable.
Cuentan que cuando Richard Linklater presentó Despertando a la vida en el festival de Sundance el año pasado, antes de retirarse de la sala preguntó: “¿Cuántos de ustedes están drogados?”. Algunas manos se levantaron entre el público, y el director agregó, bromeando: “Perfecto. Esto es para ustedes. Los demás pueden retirarse conmigo”. Más allá de la broma, hay mucho de conciencia alterada en el film. Principalmente su imagen, claro está. Porque sólo es posible concebir un film como el de Linklater gracias al trabajo de animación que se ha hecho sobre sus imágenes. El concepto es similar al rotoscopiado, un concepto de animación que consistía en filmar actores para luego ser proyectados cuadro a cuadro en la mesa del animador, que procedía a animarlos a mano. Un método que se puede apreciar en el trabajo de Ralph Bakshi (director de El gato Fritz, American Pop y, más recientemente, Cool World), el animador alternativo por excelencia de la contracultura norteamericana. Y que en Despertando... se llevó a cabo de manera digital, a través de un software diseñado especialmente por Bob Sabiston –director de arte del film–, y que le permitió a unos treinta animadores trabajar sobre las imágenes rodadas previamente por Linklater.
Film experimental antes que nada, Despertando... forma parte por derecho propio del universo del autor de películas como Dazed & Confused o Antes del amanecer. Tal como su propio director lo ha confesado, todos los protagonistas de sus films son excesivamente autoconscientes y se dedican a hablar antes que nada. Y si algo caracteriza a este nuevo trabajo de Linklater –que (junto al film Tape, que justamente se exhibirá en el inminente Festival Independiente) significó su regreso a la dirección después de tres años de ausencia– es que su forma parece ideada a medida de semejantes cualidades. Y su soñador protagonista está precisamente en el centro de esa excitante verborragia.
Llena de ideas y polémicas que resumen en hora y media de metraje cinco años de cursada universitaria, Despertando... no sólo tiene lugar para toda teoría que implique ir más allá de la vida diaria. Sus devaneos por momentos también resultan demasiado cercanos a las preguntas institucionales que tal vez se discutan en las asambleas barriales porteñas. Es que la idea central del film parece ser ponerlo todo en duda, formular preguntas antes que cincelar respuestas. Algo que no hace más que volver renovar la confianza alternativa de Linklater, que no le tiene ese miedo a la duda que parece haberse instalado en otros cineastas (ex)alternativos, como Soderbergh o Aronofsky. Si en sus últimos films aquellos no hacen más que predicar desde sus temores, Linklater no hace más que celebrar aquellas ideas que lo siguen lanzando hacia lo desconocido y le permiten imaginar una alternativa al orden establecido. Tanto a él como a su público.