ESPECTáCULOS
› ESTA NOCHE, “EL SUPERCLASICO” EN LA CANCHA DE FERRO CARRIL OESTE
Abran cancha que viene la Sinfónica
Bombos y platillos, y bandoneones y cañones: la Sinfónica Nacional toca hoy, en Ferro, obras de Tchaikovsky y Piazzolla, entre otros.
› Por Diego Fischerman
“Para los músicos era indignante pero, gracias al arreglo de Waldo de los Ríos, mucha gente conoció la Sinfonía Nº 40 de Mozart y, a partir de allí, tuvo interés en escucharla completa.” Quien dice esto es uno de los principales directores de orquesta argentinos. Pedro Ignacio Calderón, que alguna vez compartió un primer premio con Claudio Abbado –el notable titular de la orquesta de Berlín hasta hace tres años–, es un convencido de que el formato no debe poner trabas al contenido. Y al frente de la Sinfónica Nacional lo pondrá en práctica hoy a partir de las 17, en la cancha de Ferro.
El evento, bautizado por sus organizadores como El superclásico –con precios populares y parte de su recaudación donada de antemano para la Fundación Favaloro–, contará, además de la orquesta, con la actuación del bandoneonista Néstor Marconi y del Coro Orfeón, que conduce Néstor Andrenacci. “Pensar el programa para conciertos de esta naturaleza –explica Calderón a Página/12– es un desafío. Porque se trata de que lo que se va a oír se adecue al espacio y a la circunstancia pero, también, de abrir puertas hacia obras no tan obvias. En este caso, por ejemplo, haremos, además de otras cosas, el Adagietto de la Sinfonía Nº 5 de Mahler, que no es una obra fácil, ni espectacular y que ni siquiera ocupa a toda la orquesta sino a las cuerdas y el arpa. Hacemos una apuesta en el sentido de que eso, que no es muy conocido por el gran público, igual puede gustar y mucho.”
Las otras cosas que menciona el director sí tendrán, en cambio, buenas dosis de espectacularidad, empezando por la Obertura 1812 de Tchaikovsky y sus famosos cañonazos, que, en este caso, será interpretada en la versión que incluye coro masculino y campanas y estará acompañada por fuegos artificiales. También se escuchará el Concierto para bandoneón de Piazzolla, la Obertura de la ópera Fidelio de Beethoven, coros de ópera de Verdi, Bizet, Leoncavallo y Wagner y el Bolero de Ravel, sumados a un show de rayos láser y a la proyección simultánea en pantallas gigantes. “Aunque parezca otra cosa, la participación en eventos como éste no es más que otra faceta de nuestra actividad habitual, en la que también luchamos por ampliar las fronteras y llegar a nuevos públicos con nuevas obras. El prejuicio es que el público es conservador pero hay que tener en cuenta, también, que muchas veces los conservadores son los propios músicos. Para mí, llegar a hacer en este país las sinfonías de Bruckner y Mahler fue, en principio, un trabajo de convencimiento a los propios músicos, que descalificaban estas obras. Este año la Sinfónica está haciendo, en su ciclo del Auditorio de Belgrano, las Sinfonías de Sibelius y es el mismo caso. Para muchos significa una sorpresa encontrarse con un lenguaje tan personal y tan intenso. Sus colores orquestales son únicos pero, también, lo que sucede armónicamente. Si bien Sibelius nunca abandonó la tonalidad hace, en ocasiones, unas especies de retardos gigantescos donde parte de lo que suena tiene que ver con lo que ya pasó y parte con lo que todavía no sucedió y esa simultaneidad provoca tensiones muy dramáticas y muy fuertes.”
Uno de los datos salientes acerca de la actualidad de la Sinfónica Nacional lo aporta el hecho de que, además de la comisión gremial, los integrantes de la orquesta formaron una comisión artística, que discute con el director cuestiones de programación. “Hay una excelente relación con ambas comisiones y existe una convicción nuy grande de que los objetivos son comunes. El momento de la orquesta es excelente y parte de esa realidad tiene que ver con el apoyo que recibimos de la Secretaría de Cultura de la Nación, en particular de la Dirección de Artes, que es el área de la que dependemos. Hay limitaciones presupuestarias, desde luego, pero partiendo de ese reconocimiento, todo está puesto en juego para que pueda hacerse siempre el máximo posible.” El gran tema pendiente de la Sinfónica, por otra parte, es la falta de una sala propia. “Existen proyectos que, cada tanto, vuelven a aparecer, pero por ahora no parece haber posibilidades. Lo cierto es que la ciudad de Buenos Aires no tiene un auditorio sinfónico y esa sala bien podría pertenecer al ámbito nacional. Eso permitiría, además de tener ese lugar para conciertos del que Buenos Aires carece (la única alternativa actual es el Colón, que, en realidad, es una sala para ópera y ballet), poseer una posibilidad para que las orquestas y grupos de cámara del resto del país pudieran, también, tocar en Buenos Aires.”