ESPECTáCULOS
› “ANIMAL”, DE LUKE GREENFIELD
Malo pero simpático
› Por Martín Pérez
No cabe dudas de que Rob Schneider tiene algo especial. Porque sino no se entiende cómo es que un film tan decididamente malo como Animal no deje de caerle simpático a su ocasional espectador. A veces ridículo, otras patético, pero siempre simpático, Schneider es el último de la larga lista de humoristas del programa televisivo norteamericano Saturday Night Live en llegar a la pantalla grande.
La trama del film involucra a un patético despojo humano -interpretado por Schneider, obvio– que quiere ser policía pero es vapuleado por el perro de su vecina, el más viejo del vecindario y hasta por un grupo de chicos de 8 años. Eso cambiará luego de un terrible accidente, del que lo salvará un científico loco colocándole órganos de animales en todo el cuerpo. Así es como el patético Schneider devendrá en “Animal”, y disfrutará de sus nuevas cualidades atléticas en la misma medida que deberá hacer frente a sus irrefrenables instintos.
A pesar de ser básicamente una sucesión de gags directamente vinculados al conflicto central, Animal es un film lo suficientemente disparatado como para al menos escaparle a toda previsibilidad. Tanto disparate junto al menos evita las soluciones de catálogo, y permite que Schneider se luzca una y otra vez humillándose en cámara hasta ser realmente encantador. O merecedor de ese mimito que sólo se merece un buen animal doméstico. Es que el tipo realmente tiene algo especial. Que hace que no se pueda evitar salir de un film tan malo con una sonrisa en el rostro.