ESPECTáCULOS
› A PARTIR DE MAÑANA, PAGINA/12 REEDITA “LIBERTANGO” Y “REUNION JOYAS”, DOS CUMBRES DE LA OBRA PIAZZOLLIANA
En el universo musical de Piazzolla, treinta años no es nada
Los discos Libertango y Reunión cumbre –este último en colaboración con Gerry Mulligan– marcan un período fundamental del compositor, en el que motorizó profundos cambios, tanto en lo artístico como en lo personal.
Por Claudio Kleiman
Tanto Libertango como Reunión cumbre –que Página/12 publicará a partir de mañana– representan picos de osadía en la trayectoria de un creador que hizo de la osadía precisamente su bandera. Especialmente en lo que se refiere a la instrumentación y arreglos, muestran uno de los mayores acercamientos de Piazzolla a sonidos que siempre lo fascinaron, como el jazz y la música brasileña, e incluso a un fugaz enamoramiento que tuvo con el rock, que por ese entonces atravesaba su período de mayor ambición, a caballo del auge de corrientes como el rock “sinfónico” o “progresivo”, y la música de fusión, o “jazz rock”. Influyó en esto el febril clima de transformaciones musicales que se vivía durante los primeros años ’70, pero también circunstancias personales.
Durante 1973, las dificultades económicas para mantener el noneto habían forzado a Piazzolla a retornar a la formación de quinteto. Aun así, el trabajo en la Argentina era escaso y Astor realiza una gira por Brasil –donde vendía más discos que en su propio país– y es muy bien recibido, comenzando a considerar la posibilidad de establecerse por un tiempo en esas tierras. En su vida sentimental, las cosas tampoco andaban bien: su tempestuosa relación con Amelita Baltar atravesaba una grave crisis, que culminaría en la separación a fines de ese año. Para colmo, Piazzolla atravesaba un bloqueo creativo y, a consecuencia de la ansiedad, empezó a comer, beber y fumar en demasía. La gota que rebasó el vaso ocurrió el 25 de octubre. Su hijo, Daniel Piazzolla, lo recuerda así: “El tuvo un infarto que casi se va del otro lado, producido principalmente por una noche que se comió en Bachín una fuente inmensa de papas fritas con panceta y huevos fritos, más un consejo no muy bueno que le dio un médico, que le dijo que se pegara una ducha fría si le dolía la panza. Pero, además, llevaba un año y medio prácticamente sin tocar, porque a la gente no le interesaba. Todas esas cosas se juntaron”.
Daniel sería su principal compañía durante la convalecencia: “A la vuelta del sanatorio, cuando papá estaba en su casa, me llamaba todas las noches para ‘hacerle la gamba’. Después de lo que le había pasado estaba sumamente sensible, se emocionaba demasiado con la música. Nos tomábamos unos champagnes los dos solitos, y escuchábamos discos de Rachmaninoff y de Villalobos. Lo que más le gustaba era un disco de Quincy Jones como arreglador. Lo que más le copó fue la instrumentación y los instrumentos electrónicos, el piano (eléctrico) Fender, el órgano Hammond, los sintetizadores, el bajo eléctrico. Y me decía: ‘¿Ves? A mí me gustaría meterme con todo este tipo de instrumentos ahora’”.
Evidentemente, Piazzolla quería empezar de nuevo, y producir un vuelco de 180 grados en su vida y en su música, como ya había hecho –y volvería a hacer– en varias oportunidades, llevado por los impredecibles caminos de su mercurial talento creativo. Astor persuade a Amelita para que vuelva a su lado, y ésta acepta, aunque no demasiado convencida (“Astor no me tenía más que a mí”, diría más tarde). Una figura controvertida de este período es el empresario Aldo Pagani, quien establece un acuerdo con Piazzolla por el cual se convierte en su representante en Europa. La relación dura seis años; tienen múltiples peleas y discusiones, pero en perspectiva es indudable la importancia que tiene Pagani, especialmente en lo que se refiere al reconocimiento de Piazzolla en Europa.
Libertango
1974 es el año de barajar y dar de nuevo. Astor y Amelita se instalan en Roma, en un departamento cercano a Piazza Navona, y Piazzolla se entrega de lleno a la composición. El resultado es una serie de piezas instrumentales breves (sugerencia de Pagani para que pudiera ser difundido por radio), emparentadas por sus títulos: Violentango, Meditango, Undertango, Violentango, Novitango, Amelitango y Tristango. Temas que iban a integrar el primer disco italiano de Piazzolla, Libertango, junto a una remozada versión de Adiós Nonino. “Al poco tiempo de establecerse en Italia –continúa Daniel–, papá nos manda a los fanáticos de él –incluyéndome, por supuesto– un casete con una grabación medio trucha de Libertango y otros temas de esta nueva serie que había compuesto. Cuando escuchamos eso nos quisimos matar, porque era espectacular. Aparte, era un Piazzolla muy distinto al del noneto y del quinteto, que eran los grupos anteriores a este disco. El tema Libertango pasa a ser número 1 en todas las jukeboxes de Italia; al poco tiempo le entregan el premio Sagitario de Oro.” El tema Libertango alcanzó gran difusión como canción popular (junto con Adiós Nonino, es una de las obras de Piazzolla con más versiones): lo grabaron Julien Clerc y Guy Marchand, y recibió incluso una lectura disco a cargo de la cantante Grace Jones, que lo convirtió en un hit internacional. Versiones más recientes incluyen a Herb Alpert, Gary Burton, Al Di Meola, Richard Galliano, Yo-Yo Ma e Iva Zanicchi.
Cuando Libertango fue editado en Estados Unidos, una crítica aparecida en la revista Playboy le provocó a Piazzolla la siguiente reflexión: “También me sorprendió el fenómeno de los Estados Unidos, el lado por donde entró mi música, una cosa sensual. Playboy me dedicó un artículo extenso y les aconsejó a sus lectores que antes de hacer el amor escucharan un disco de Piazzolla. Parece que pone en clima, es algo excitante. A mí nunca se me ocurrió que mi música pudiera tener ese costado sexual... Lo importante es que detrás de todo ese clima sensual que me adjudican van conociendo la obra que grabé en Europa”. La formación que grabó Libertango, integrada por excelentes músicos italianos, incluye órgano Hammond, marimba, flauta grave en Do, bajo eléctrico, batería, guitarra eléctrica, percusión y efectos, además de cuerdas. Astor entabló amistad con el baterista Tullio de Piscopo, a quien quería tener como músico permanente, pero estos instrumentistas –como el bajista Giuseppe Prestipino, arreglador de Mina– estaban entre los más solicitados (y caros) de Italia.
Reunión cumbre
Según Daniel, Pagani también fue responsable de la grabación con Mulligan, ya que Piazzolla “tenía que romperse el alma trabajando” (la familia Piazzolla está en juicio con el empresario). Sus obligaciones incluían numerosos shows de TV en varios países de Europa, componer una cantidad de piezas por mes y grabar varios discos al año. Daniel dice que Pagani le preguntó con quién le gustaría grabar, y “mi viejo tenía el recuerdo de su juventud del quinteto de Gerry Mulligan, se volvía loco escuchándolo, y le dijo que le gustaría grabar con él”. Otras fuentes (como María Susana Azzi y Simon Collier en el libro Astor Piazzolla, su vida y su música) relatan que Pagani le hizo escuchar Libertango a Mulligan, quien estaba residiendo temporalmente en Italia, y el saxofonista reaccionó con gran entusiasmo. Inmediatamente, el empresario propuso un disco en conjunto. Mulligan, saxo barítono, compositor y arreglador, era un nativo de Nueva York que, sin embargo, había saltado a la fama como uno de los principales representantes del jazz de la West Coast (donde organizó su banda). Participó del noneto de Miles Davis de 1948, que grabó Birth of the Cool, y luego a principios de los ’50 formó su cuarteto donde compartía el liderazgo con Chet Baker. Para la época de su encuentro con Piazzolla, Mulligan era una leyenda del jazz.
Entusiasmado con el proyecto, Astor se puso a componer las obras que integrarían el álbum. Aunque el acuerdo inicial era que iban a componer una mitad del disco cada uno, cuando Piazzolla vio lo que había preparado Mulligan decidió encargarse él mismo de la totalidad de las composiciones. Sólo llegó a incluirse un tema de Mulligan, Aire de Buenos Aires, a pedido de Pagani. El temperamento de Piazzolla se manifestó también durante la grabación. Según testigos, Astor, que requería que sus músicos fueran excelentes lectores a primera vista, se impacientaba porque Mulligan tenía dificultades para leer sus complejas partituras. Gerry reaccionó diciéndole que debería haber conseguido a Stan Getz, un saxofonista que aparentemente era mejor lector que él. Daniel afirma: “Porque era un improvisador nato, hacía mucho que no leía y estaba desacostumbrado. Claro que cuando escuchás el disco, decís: ‘¡Cómo toca este tipo!’”. A pesar de los inconvenientes, el resultado final, que en la Argentina se editó como Reunión cumbre y en la mayoría de los países (excepto los de habla hispana) como Summit, es otro de los grandes momentos de la obra piazzolliana. Varios de los temas incluidos, especialmente Años de soledad y Deus Xango, perduran como clásicos de su repertorio.
Si bien con Reunión cumbre finaliza el “período italiano” de Astor, los dos álbumes que grabó en ese país durante 1974 fueron el pilar de la música que haría Piazzolla con las dos formaciones de su “octeto electrónico” que, según Daniel, “eran como una adaptación de la orquesta que tenía en Italia”. Además de Daniel Piazzolla en sintetizadores, el octeto –especialmente el segundo– incluía músicos provenientes del rock, como Osvaldo Caló en órgano, Ricardo Sanz en bajo, Luis Cerávolo en batería y Tommy Gubitsch en guitarra eléctrica. Pero en 1978, de regreso definitivo en la Argentina después de su residencia en París, Astor se plantea la vuelta a su formación preferida, el quinteto. Piazzolla mantuvo el quinteto como su grupo básico durante su última y productiva década hasta el trágico ataque (trombosis cerebral) que lo detuvo en 1990, y culminó con su fallecimiento el 4 de julio de 1992.
Para los fans de Astor, Libertango y Reunión cumbre, además de la concreción de uno de sus momentos más brillantes, presentan también una suerte de incógnita que nunca será resuelta: ¿dónde hubiera llegado la música de Piazzolla de haber continuado por ese camino? La vuelta a un formato más tradicional y su prematuro fallecimiento hacen que esto sea sólo materia de especulación. Pero estos dos álbumes, transcurridos 30 años, siguen sonando frescos, actuales, contemporáneos. Es que a Piazzolla podría aplicarse esa frase pronunciada alguna vez por otro músico visionario: “Esto lo estoy tocando mañana”.