Mié 08.09.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA CON EL PERIODISTA Y CINEASTA CATALAN CARLOS BOSCH

“El éxodo no es cubano, es universal”

El director de Balseros, una película premiada simétricamente en La Habana y Miami, cuenta los entretelones del film.

Por Ana Bianco

En su primer largometraje documental, Balseros, el director catalán Carlos Bosch relata la historia de siete cubanos que en 1994 se escaparon de la isla en una balsa, huyendo de las dificultades económicas de su país, y los sigue en su periplo para alcanzar “el sueño americano”. El documental retrata con sensibilidad la evolución de sus vidas, frustraciones y logros, la adaptación a otra realidad y sus destinos. Balseros ha obtenido reconocimiento de la crítica especializada e importantes distinciones, entre ellas el premio Mejor Documental Extranjero en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y el premio del público del Miami Film Festival, entre otros. Reportero desde hace veinte años del programa 30 minuts, de la televisión catalana, Bosch cubrió los más importantes acontecimientos internacionales, desde la Guerra del Golfo hasta los bombardeos en Kosovo y en charla con Página/12 compartió detalles del film antes de su estreno de mañana en el Cosmos.
–¿Por qué eligió un enfoque coral?
–Durante veinte años he contado historias en la televisión pública y esto fue un aprendizaje para luego dar el salto al cine documental. Creo que a la gente le interesan más las personas que las noticias. Cuando llegué a La Habana era un éxodo anunciado. En ese momento, secuestraban aviones y el gobierno estadounidense les deba la bienvenida como héroes. En Cuba eso era inaceptable, se ponía en riesgo la vida. En La Habana, algunos entrevistados no eran simpatizantes de la revolución, pero estaban completamente en contra de darle la bienvenida a un cubano que secuestrara un avión. El tema se estaba poniendo caliente y Fidel anunció –por suerte tuvimos esas imágenes– que iba a tomar medidas para detener los secuestros. Tal vez abriendo las costas y dándoles a la gente la posibilidad de irse sin secuestrar aviones. Esto era una medida de presión tremenda. Fidel era consciente de que en Miami estaban dispuestos a recibirlos encantados y era una propaganda excelente para el exilio cubano, pero la administración americana no estaba dispuesta a recibir a 30.000 personas de un día para otro. El gobernador de Florida dijo que su estado no estaba capacitado para acogerlos. La comunidad de Florida no cubana estaba un poco cansada de favorecer siempre a los inmigrantes cubanos y tampoco veía con buenos ojos la llegada de más rivales a la hora de luchar por un mercado de trabajo que no estaba precisamente rebosante. La historia de estos siete cubanos debía ser representativa del resto.
–En el documental hay un seguimiento durante siete años. ¿Cómo llevó a cabo la investigación periodística?
–En realidad no la hubo. En ese momento yo estaba en una casa que tengo en República Dominicana y de mi trabajo me encomendaron que fuese a La Habana. No tuve dudas de que se trataba de una inmigración económica que los llevaba a dar ese salto, porque considero que había muchísimos que no eran contrarrevolucionarios. Cuando me comuniqué con mi jefe del informativo de TVC, me dijo que las imágenes que iban llegando mostraban personas que se lanzaban al mar. Cualquier noticia sobre Cuba es interpretada como que la gente se va. La gente se va de República Dominicana, de México o de cualquier país. La primera persona que entrevisté en Cuba tenía su casa llena de fotos del Che y discos de Pablo Milanés, pero cuando el hambre aprieta... aprieta. Este documental aunque refleja un hecho puntual, de un país concreto, con un éxodo hacia otro país determinado, no deja de ser una historia universal y es comparable a otros éxodos, como el de los marroquíes hacia España. El espectador se sorprende cuando estuvimos en Cuba el 8 de septiembre de 1994, cuando Clinton y Fidel llegaron a un acuerdo y Fidel cierra las costas y ya no se va nadie más. Regresamos a España y editamos una nota con las personas que están en el documental y yo ni sabía sus nombres ni cómo terminaba todo eso, si habría muertos, dimisiones, o si entrarían en EE.UU. Fidel, con acierto, prohibió que salieran niños y ancianos para no ponerlos en peligro. La última nota la rodamos en 1996 y por suerte guardamos el material filmado y no se reciclaron las cintas. Con la mayoría de los entrevistados nos mantuvimos en contacto. Eso nos favoreció cuando cinco años después decidimos retomar. De hecho no sabíamos que irían a Guantánamo...
–¿Qué descubrió en la base de Guantánamo? ¿Pudo filmar allí sin problemas?
–Cuando se produjo el éxodo cubano, los periodistas queríamos ver cómo estaban construyendo ese campamento de refugiados o de reclusión, porque no estaba claro qué era y los norteamericanos les decían a ellos que nunca iban a llegar a Estados Unidos. No nos dejaban buscar a ninguna persona ni entrevistar a nadie. Esa gente se había jugado la vida y, mientras tanto, estaban allí, frustrados, y seguramente si los hubiésemos entrevistado responderían con frases poco pro estadounidenses. Nos dejaron filmar sólo en las tiendas de campaña. Al cabo de unos meses regresamos a buscar a cada uno de esos personajes y nos dieron quince minutos con cada uno, aunque en el documental pueda parece más tiempo porque son secuencias muy poderosas. Nos dieron permiso cuando ya se había corrido la voz entre los refugiados de que en esos días podrían entrar en los Estados Unidos, por lo tanto ellos no iban a irse de la lengua porque estaban exponiéndose a no ingresar.
–¿Cómo fue recibida Balseros en Cuba? ¿Tuvo inconvenientes para ser proyectada?
–La película se exhibió a sala repleta y el público participaba, reía y se emocionaba, había colas para verla y al día siguiente tuvieron que reponerla varias veces. El film fue presentado de manera profesional, informando además que había sido adquirido por la cadena HBO y que en breve se presentaría en el Sundance. Esto habla de un respeto por el cine. En Miami, una persona me dijo que el film no explicaba que esas gentes huían de las garras del comunismo y le respondí que los de México huían de las garras del capitalismo. La película se estrenó en Cuba por mi tozudez. Los productores no creían que la pudiéramos exhibir en Cuba, porque el planteo de los balseros es un tema duro, difícil. Pero al ser tan bien recibida por la crítica estadounidense, finalmente se proyectó en Cuba, porque es una película honesta y lo entendieron, y hasta ganó el Premio del Jurado.

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