ESPECTáCULOS
Películas bajo la línea de Hollywood
En el Festival de Toronto, que cierra hoy, empezó la carrera al Oscar. Más allá de las luces, hay otro cine que impone su brillo.
› Por Luciano Monteagudo
En un festival como el de Toronto, con más de trescientas películas, hay varios festivales en uno. Pero el que prevalece en los medios –los diarios, la televisión– parece sólo uno y no muy distinto al que, tarde o temprano, cualquiera se puede armar por su cuenta en el shopping más cercano a su casa, en cualquier rincón del mundo. La prensa canadiense en general y la estadounidense en particular –que llega en masa a Toronto– se lanza ansiosamente a un deporte llamado “Oscar buzz”, que consiste en especular sobre las candidaturas a la estatuilla de Hollywood. Falta casi medio año para la próxima ceremonia, pero la maquinaria promocional ya se pone a funcionar, lanzando una catarata de nombres propios. Entre quienes llegaron a Toronto para las denominadas “Galas” se menciona a Kevin Spacey por su caracterización del cantante Bobby Darin en Beyond the Sea, a Liam Neeson por Kinsey (donde interpreta al célebre sexólogo que con sus investigaciones sobre la vida privada sacudió a la sociedad estadounidense de posguerra) y a Jamie Foxx por su composición del músico ciego Ray Charles, en Ray, con dirección de Taylor Hackford.
Las llamadas biopics –con su habitual carácter hagiográfico– dominan esta franja del mercado, en la cual habría que agregar Mar adentro, la nueva película del director español Alejandro Amenábar, que llegó a Toronto con dos de los principales premios de la Mostra de Venecia, el León de Plata al film y la Copa Volpi al mejor actor, para el tour de force de Javier Bardem. Aunque transcurre en Galicia y está hablada en español, parece ese tipo de cine destinado a conmover las glándulas lacrimales de Hollywood: la historia real de un cuadrapléjico que desafió a las autoridades y exigió el derecho a morir con dignidad antes que vivir confinado a la prisión de un cuerpo exangüe.
Esta es apenas la punta del iceberg, la parte refulgente de un festival cuya auténtica vida transcurre debajo de la línea de la visibilidad mediática, pero que no por ello deja de convocar a un público fervoroso. En este sentido, al cine argentino no le pudo haber ido mejor en Toronto (que culmina hoy), con salas llenas para casi todos los films –La niña santa, de Lucrecia Martel; Familia rodante, de Pablo Trapero; Whisky Romeo Zulu, de Enrique Piñeyro; Bombón, el perro, de Carlos Sorín; El cielito, de María Victoria Menis– y un record muy particular para Los muertos, de Lisandro Alonso, que abarrotó una función privada de prensa e industria de 400 localidades, lo que obligó a la organización del festival a agregar, fuera de programa, otras dos proyecciones para acreditados.
En este otro festival que transcurre fuera del alcance de los reflectores, es posible encontrar esa clase de películas que reconcilian con el cine. Moolaadé, por ejemplo, del padre fundador del cine africano, Ousmane Sembene, que vino a presentar a Toronto no solamente éste, su film más reciente, sino también La noir de..., su ópera prima de 1966, considerado el primer largometraje de ficción concebido, escrito y dirigido por un cineasta proveniente de Africa. Nacido en Senegal hace 80 años, Sembene sigue tan activo como en sus comienzos. En La noir de..., Sembene da cuenta del sentimiento de desarraigo y explotación que sufre una chica de Dakar cuando pasa a formar parte de las posesiones de una familia burguesa y biempensante francesa, que la lleva como mucama y la exhibe del modo con que cuelgan de sus paredes máscaras tribales.
En Moolaadé, Sembene reflexiona a su vez sobre los mecanismos de dominación que se perpetúan en su propia tierra y vuelve a hacer de la mujer el centro de su film y el motor de una rebelión. Contra los dictados de los patriarcas de una aldea, que exigen la circuncisión ritual de todas las mujeres de la tribu, una de ellas se rebela y ofrece su protección a un grupo de niñas condenadas a la mutilación genital, o incluso la muerte, dadas las terribles condiciones en que se lleva a cabo el acto. Que un tema tan grave, lamentablemente de actualidad en gran parte del territorio africano, pueda ser tratado con luminosidad y por momentos incluso hasta con humor habla a las claras de un cineasta fuera de lo común, dispuesto a seguir su propio camino, al margen de los que ya figuren trazados por los fuegos fatuos de Hollywood.