Mar 12.10.2004

ESPECTáCULOS  › VIRGINIA INNOCENTI Y RUBENS CORREA, ACTRIZ Y DIRECTOR DE LA NOVIA DE LOS FORASTEROS

“A todos nos seduce el que viene de lejos”

La obra de Pedro Pico, adaptada por Tito Cossa, se presenta en el Teatro Regio. Una heroína y una metáfora.

› Por Hilda Cabrera

“Rosalía es un poco víctima de su época y de aquello que los hombres imaginan sobre ella. Si bien el título impresiona como refiriéndose a una mujer que avanza sobre el varón que se le acerca, en verdad Rosalía es una niña.” Así retrata la actriz Virginia Innocenti a su personaje de La novia de los forasteros, obra de 1926 de Pedro E. Pico que, en adaptación del dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, acaba de estrenarse en el Teatro Regio. La muchacha es huérfana y, siendo niña, se ocupó de la crianza de su hermana menor. No tuvo contacto físico amoroso y recibe el amparo económico de un tío hacendado que la halaga diciéndole que no hay otra mujer más hermosa y buena. “Es una heroína romántica que por alguna extraña razón acepta un destino semejante al de la Penélope que teje y desteje, atrapada en los hilos de una novela construida por los otros y por ella misma”, sintetiza Innocenti, en diálogo con Página/12 junto al director Rubens Correa. Una y otro coinciden al señalar el impacto que lo foráneo produce en un ambiente provinciano, e incluso en el ánimo de los argentinos, en general proclives a deslumbrarse “por lo de afuera”. Entre los cambios introducidos en esta puesta se hallan los concernientes a la fecha y el lugar en los que transcurre la historia. El año es 1938 y el pueblo, el imaginario Santa Ana. En el original se lo denomina Salto Grande y su ambientación se inspira en la pampeana Santa Rosa, ciudad en la que vivió Pico durante seis años. En aquel tiempo, el arribo de un tren producía gran expectativa, asunto que el autor utiliza para desatar fantasías en sus personajes. Es así que en esta puesta las ensoñaciones se corporizan con marionetas. La incógnita es el porqué de la soledad de Rosalía, la muchacha que no pasa inadvertida a ningún forastero.
–¿Se recela de la bella?
Virginia Innocenti: –En un ensayo general, un espectador dijo que la más linda es siempre la más perra. La linda es deseada, pero de antemano se la cree inaccesible. Cuando no es así y se produce el acercamiento, la mujer pierde el encanto de lo inalcanzable. En situaciones como ésa, al varón le da mayor placer abandonarla.
–¿Situaciones como ésta se dan sólo en provincias?
Rubens Correa: –Pico era de Buenos Aires y es indudable que el ambiente provinciano lo motivó. Era abogado e intelectual de ideas socialistas, que por razones de trabajo se estableció durante seis años en La Pampa. Escribió una cantidad increíble de sainetes, entremeses, dramas y comedias costumbristas. En la adaptación de La novia..., Tito sacó todo lo que no es esencial a la peripecia de Rosalía. Dejó a Rola, por ejemplo, un periodista venal, porque le servía a la historia. Los cambios que introdujo acentuaron la universalidad del personaje. Todos somos un poco esa “novia”, enamorados de lo que viene de lejos, que no se conforma con la chatura pueblerina. Es la luminosidad de los que provienen de lugares donde es posible concretar los sueños.
–¿Qué papel juega el tren?
R.C.: –En mi juventud fui ferroviario: trabajaba en una dirección de asistencia para ferroviarios. Había entrado allí por mi tío Antonio, dirigente de la Unión Ferroviaria, así que conozco el entusiasmo que despierta la llegada de un tren: acerca a los pueblos el deslumbramiento que producen las grandes ciudades. Lo que Rosalía no advierte es que la condición del forastero es la de “estar de paso”: sus intereses están en otro lugar. Rosalía no se da cuenta de que ha inventado su propio personaje. Es algo que hacemos también nosotros en la vida cotidiana.
–¿Es cuestión de armarse una coraza?
V.I.: –Puede ser una forma de defenderse. En esta obra hay cuestiones que son propias de las mujeres de otra época, pero su experiencia no es muy diferente de las mujeres que hoy quedan atrapadas por su familia (padres, hijos o un marido que no aman) o por la soledad. R.C.: –Pico es un autor inteligente y de una gran capacidad de observación: a pesar de la pacatería de la época, se atreve a insinuar que existe un lazo reprimido entre el tío hacendado y su sobrina Rosalía.
V.I.: –Retomando eso de que la belleza le juega en contra, creo que en los demás hay bronca. Rosalía sufre, pero los otros no la entienden, porque siendo bella creen que lo tiene todo.
R.C.: –En otro contexto, Marilyn Monroe encarnó esa idea. Fue arquetipo de la mujer más bella y deseada, y sin embargo infeliz en su vida amorosa.
V.I.: –El caso de Rosalía es que sus aspiraciones no van mucho más allá del plano sentimental, queda entrampada en los cánones de la época. No se atreve a dejar el pueblo, pero impulsa a su hermana Matilde a que lo deje.
R.C.: –Recuerdo una conversación con Jorge Valcarcel. Era en un espectáculo sobre poemas de Alfonsina Storni que él musicalizaba. Pensaba que la melodía debía hacernos recordar la obra para la que había sido compuesta. Y eso se produjo en aquel trabajo donde, en uno de los poemas, Storni decía: “Mi madre lloraba en los rincones”. Así es la rebeldía del personaje de Rosalía, que tiene conciencia de su situación, pero no puede abandonar la casa.
V.I.: –Rosalía ama a su hermana y le hace fácil la partida. No quiere que le suceda lo que a ella. Matilde es como una hija, y uno desea que los hijos remonten vuelo, aunque eso nos deje solos.
–Matilde es la que se anima a preguntar aquello que los otros callan...
V.I.: –Sí, le pregunta a Rosalía por qué la dejan... En realidad son muchas las preguntas que surgen en esta historia, acalladas por complicidad o por miedo a enamorarse. El que ama profundamente no tiene red, y eso produce vértigo. El que recibe ese amor adquiere poder. Pienso que “el miedo realiza lo que teme”. Rosalía perdió de chica sus vínculos primarios, porque quedó huérfana. Le da pánico entregarse al amor. Su único referente es un tío hacendado que le da seguridad económica, pero ella sigue temiendo que lo más amado desaparezca.
R.C.: –Ese respaldo del tío rico es un elemento chirriante en la obra. En aquella época, una mujer se casaba porque era una manera de tener un sustento económico. Rosalía no lo necesita. Su tío le ha inculcado que todo pretendiente es poca cosa para ella. Pico no es Shakespeare, pero con esta obra nos proporciona el placer de abrevar en un teatro muy nuestro, aunque pertenezca a otra época. Pero el teatro es siempre actual.
–¿Cómo es eso?
R.C.: –Cuando el teatro se conecta con el público, por lo menos una parte de él es actual. El espectador de La novia de los forasteros no tiene vinculación con la cultura de 1926 o la de 1938, pero sí con la cultura de hoy, y es importante que pueda hacer una lectura desde este presente. Si frente a la obra el espectador puede decir “esto lo reconozco”, significa que él está en condiciones de metaforizar. Es ahí donde se produce la unión del teatro con la vida.

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