ESPECTáCULOS
› CHICOS EN CINE, TV Y PUBLICIDAD
El marketing de la infancia
Los chicos y hasta los bebés participan cada vez más en los medios. Se les impone un estereotipo que los hace hablar como adultos: ése es el efecto por excelencia. ¿Cómo se vive quemando etapas?
› Por Julián Gorodischer
Niños que usan lentes de aumento o flequillos de nerd y tienen siempre “la palabra final”. Así es el modelo que la TV y el cine extiende en sus ficciones: rapidísimos y cancheros, o profesionalizados antes de cumplir los 10. El niño adulto es el arquetipo más famoso de estos tiempos: el que, en la publicidad de Chevrolet, ejerce como de padre de familia a los 2. O aquel que, a los 15, tiene a su cargo la escena sexual. Para todos, rigen unas pocas convenciones: ser sexy antes de la pubertad o deslumbrar como un prodigio en las respuestas, ahora que Rodrigo Noya triunfa en los films de Alejandro Agresti como un pequeño genio de gafas y voz ronca irresistible. Ellos responden al modelo Agrandadytos, con réplicas rapidísimas e importadas del discurso de sus padres; mantienen conversaciones dislocadas basadas en la asociación libre y compiten de igual a igual por un remate con el capocómico de turno. El final, eso sí, queda a cargo de sus madres que acotan al oído: “Es escolta de bandera/ es el mejor alumno...”.
En el extremo de la tendencia, Tiago Martínez llega a la producción de fotos a upa de su mamá: es el bebé que hace de padre y de arquitecto consagrado en el aviso de Chevrolet. Aquel que hace reír por su capacidad para ser adulto (así se lo imagina su padre de ficción), con un cachet de 300 pesos y el privilegio de costearse sus caprichos. “Tiago se paga sus gustos: ropa, pelotero y hamburguesas de McDonald`s”, cuenta María, una brasileña que se exilió para tenerlo y volvió porque el nene extrañaba a su papá. Inquieto, pero siempre listo para una foto, el niño adulto nunca para de hablar, preguntón aun en el colectivo (repite: “qué hacés”/ “cómo te llamás”), afianzando el modelo de una nueva infancia. Si hubo un tiempo en que el niño de la TV era escolar y heredaba la pauta de Señorita Maestra o Pelito, especialista en perder el tiempo o intercambiar parejas sin contacto ni besos, el actual es un niño que no puede esperar. Micol Estévez, por ejemplo, debutó a los 8 años como movilera de Guinzburg & Kids, consciente de su responsabilidad laboral. “Yo pedía a los actores: ¿me podés dar una nota? –recuerda–. Y después les preguntaba: ¿por qué no te operás la nariz con la plata que ganás? Pero no me digan maldita. A mí me proporcionaron ese trabajo, y lo tenía que cumplir. En la vida, si hago mal a alguien me quedo con la cosita adentro.”
Lolitos
Ananda Li, de 10, empezó en Son amores con un método de actuación colectiva. “Ensayaba con mis hermanos haciendo de Mariano Martínez, y yo hacía de mí misma.” Otras veces, su tía Leticia Brédice la ayudó a preparar una escena de Los pensionados. La nena le copió la mini, las calcitas y el escote y se hizo experta en armar el mohín para la cámara, algo histérica cuando se dispersa de recorrida con Micol y vuelve, mucho después, a contestar. Ella participa en Indomables y hasta en los programas de chimentos como la “mini Leticia”, que deslumbra con su sensualidad extemporánea. Pero compensa: “En las escenas fuertes de mi tía siempre cambio de canal”.
Y su abuela, madre de la Brédice, apoya: “Así como las ves, en privado son vergonzosas y muy tímidas”. El niño adulto no tiene miedo a descubrirse precozmente sensual y, a veces, es ayudado por el conductor de TV a desatar una polémica. Sucedió cuando Dady Brieva le sugirió a su colaboradora, de 3, que le mostrara la bombachita y una solicitada firmada por 50 psicoanalistas, encabezados por Isabel Monzón, pidió el levantamiento del programa por incentivar a la pedofilia. Pero, casi siempre, la sensualidad del niño adulto se cierra sobre sí misma, no como objeto del voyeur sino como el juego de una nena que se disfraza con la ropa de mamá. A Raúl Elías Viñoles, en el film Familia rodante, le tocó resolver una escena sexual en el baño con su prima de ficción. “Mis partes no se vieron porque soy menor de edad –dice–. Cuando me lo propusieron, acepté de una. ¿Si me trae más éxito con las chicas? Ahora salgo a bailar a Sunset y Pachá, y a la salida ellas te esperan. Pero los flacos te miran mal, y yo les aclaro: no tengo nada que ver.”
Sofía Da Silva, famosa por sus primeros planos en Buena Vida Delivery, de Leonardo Di Cesare, da pistas sobre la fuente de algunos niños adultos. “Yo admiro a Felicitas (Soledad Fandiño), de Ricos y mocosos. No es creída, tipo nah...”. “La bebota” aporta recursos para componer, pero a veces ellos hacen todo lo contrario. Como la propia Sofía, o la cándida María Victoria Biscay, de Luna de Avellaneda, con porte de modelos pérfidas, más frías en la actuación y orgullosas de unas pocas líneas que, para todo niño adulto, valen muchísimo. “Me recuerdan por una escena en particular –cuenta Sofía, de Buena Vida...–. Esa en que miro fijo al actor y le digo: “Gracias, señor...”
Respeto
Ser un niño adulto implica enfrentarse a un entorno que puede ser ligeramente hostil. “Como en Chiquititas hacía de malo, en la escuela me empujaron por una escalera. Cuando hacés de malo no te quieren, te molestan; hice una propaganda en silla de ruedas y me gritaban: ¡Enfermo!”, dice Leonardo Da Silva, que fue un Mauricio Doval niño en Resistiré. En cualquier caso, están entrenados para poner límites: convocan al grado entero a dialogar, plantean algunas cosas claras, insisten sobre la “normalidad” de estar en el cine o la TV. A veces, cuesta. “Yo soy una piba más –explica Camila Franco, ex crítica de espectáculos de Guinzburg & Kids–. A mí no me jodan, no me tengan envidia. Pero a veces hablando no se entiende el tema: me cargan y me dejan de lado.”
El niño adulto puede apoyar causas nobles desde temprano, como Pablo Arias, que se reserva un tiempo de su agenda televisiva para hacer Teatro por la Identidad. “Quería colaborar para que las abuelas conozcan a sus chicos –dice–. Me dijeron: estamos orgullosas de vos.” Y, cuando la presión se hace excesiva, siempre hay formas de pedir ayuda. Le pasó a Pablito Rojas, famoso por sus roles en Los pensionados y La Niñera. “Yo tuve que ir a la psicóloga porque me enojaba con todos y me ponía muy agresivo. Ahora, por suerte, estoy más tranquilo, no me cargan tanto.” La búsqueda de una armonía familiar no les es ajena. “Mi hermana me quiso asesinar porque conté en Agrandadytos que mi papá no se bancaba a su novio –confiesa Micol Estévez–. Hicimos un acuerdo: que ella no se saque más de quicio. Y entonces... yo no cuento eso.”
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