ESPECTáCULOS
› A PARTIR DE MAÑANA, PAGINA/12 PRESENTA DOS DISCOS HASTA AHORA INHALLABLES DE ROQUE NARVAJA
“A pesar de nuestro miedo, teníamos tiempo para reír”
El lanzamiento de Octubre y Primavera para un valle de lágrimas viene a cubrir un hueco importante en la historia del rock argentino de los ’70. Aquí, Narvaja recuerda esos tiempos, cuando las convicciones de su generación empezaron a chocar contra una realidad cada vez más cruel. “A la gente del sello Trova le ordenaron que destruyera todo mi material”, recuerda.
Por Claudio Kleiman
Roque Narvaja es uno de los cantautores que más discos ha vendido en la Argentina. Tanto en su primera época al frente de La Joven Guardia, durante los años ’60 –cuando compuso temas fundamentales de la era “beat” como El extraño del pelo largo y La reina de la canción (recientemente revivido por Hilda Lizarazu)–, como a partir de su exilio español, durante los ’80, con una serie de hits perdurables como Amante de cartón, Santa Lucía y Menta y limón. Pero, sin embargo, entre esos dos períodos hay una historia casi secreta de Roque Narvaja, cuando a principios de los ’70 editó una trilogía de álbumes memorables, que por una serie de razones han permanecido ignorados, excepto para unos pocos iniciados: Octubre (1972), Primavera para un valle de lágrimas (1973) y Chimango (1974), hermosos discos con canciones que reflejan una época de cambios. Sus letras mezclan lo personal y lo social, y en las músicas conviven su amor por el folk y el rock junto a pioneras exploraciones de ritmos folklóricos argentinos.
Después de un largo ostracismo de más de 30 años, este olvido parece estar revirtiéndose. A partir de mañana, Página/12 presenta Octubre y Primavera para un valle de lágrimas. El primero tuvo una pequeña reedición en el 2000 que desapareció rápidamente del mercado; el segundo se edita por primera vez en CD. Coincidentemente, también este año se reeditó Chimango, y hace sólo unas semanas, Narvaja publicó su primer trabajo discográfico en cuatro años, Palabra por palabra, que presentó el sábado pasado en el Teatro ND Ateneo.
Son buenos tiempos para Roque, quien –definitivamente de vuelta en el país tras más de 20 años en España– está abocado a una serie de presentaciones en el interior. Sonriente y de buen ánimo, instalado en una tradicional confitería porteña del barrio de Almagro donde es interrumpido frecuentemente por gente que le pide autógrafos, Narvaja dice que “tengo un conjunto y estoy haciendo shows, como antes. Hoy por hoy me siento muy afortunado, porque el público tiene una relación de mucho cariño conmigo, puedo subir a un escenario a ganarme el pan, y eso me hace muy feliz. Sumando todos mis aplazos, creo que finalmente me recibí”.
Tanto Octubre como Primavera para un valle de lágrimas fueron desde un comienzo discos “malditos”. El primero –que fue también su primer trabajo como solista luego de dejar La Joven Guardia– se grabó en Trova, precursor sello independiente dirigido por Alfredo Radoszynski. “Ahí grababa Piazzolla, Les Luthiers, Aquelarre, Litto Nebbia”, recuerda Roque. “Era un momento de mucha inspiración, había una búsqueda de cosas mejores, más genuinas. Suplíamos con ganas lo que faltaba en técnica, ese disco suena muy bien aún hoy. Lo hizo Carlos Piriz en el viejo Estudio Ion, estábamos Litto Nebbia y yo entre brindis y brindis, hablando de política, peleándonos por alguna cosa, alegrándonos por otra, y tocando eso, junto a los invitados. No hubo ninguna cara de científico diciendo ‘vamos a poner este micrófono así para que no se nos escapen los agudos’, pero Piriz conseguía cosas increíbles. Las guitarras acústicas suenan bárbaro, nunca más logré ese sonido. Yo rescato el tema de las ganas, había otra comunicación, otro ambiente. Cuando me invitaron a hacer Conesa con Pedro y Pablo –que para mí fue uno de los grandes discos de la época, gracias a la tremenda inspiración de Miguel Cantilo– fue igual, trabajamos muy bien con las armonías de voces.”
Narvaja llegó a Trova de la mano de Litto Nebbia. “Litto me ayudó muchísimo y me ofreció su amistad y su colaboración”, cuenta. “Estaba buscando dónde grabar estas canciones y él se acercó y me dijo: ‘Yo estoy grabando en Trova, te va a gustar, no te van a dar guita, pero vas a hacer lo que te dé la gana’. Y en ese momento, con el peso de la industria que te insistía en que repitieras el hit para siempre, hacer lo que se te diera la gana en un estudio era algo parecido a un paraíso.” Además de Pedro y Pablo (Miguel Cantilo y Jorge Durietz), Litto Nebbia y Domingo Cura, una participación destacada es la del gran quenista Uña Ramos, que ya en esa época andaba entre la Argentina y Francia. “A Uña Ramos me lo presentó Radoszynski, y yo toqué guitarra en El arte de la quena, un disco de Ramos que grabamos una semana antes que el mío. El grabó quenas en el tema Octubre, y luego las dobló. Cuando las tocó en Ion fue algo increíble, eso es tener algo que decir, es el tipo de gente que yo he buscado siempre. Músicos que tocan tomando posición, muy distinto de los tipos que caen en una grabación y te pueden tocar algo técnicamente perfecto.”
Las letras reflejan, ya desde los títulos, el intenso clima de una época donde la revolución no sólo se vivía como algo posible sino inminente: Octubre (mes de cambios), Revolución mi amor, Camilo y Ernesto. Balada para Luis está dedicada a Luis Pujals, militante del PRT que “simbolizaba un revolucionario que estaba secuestrado, fue uno de los primeros desaparecidos”, dice Roque. “Siempre me cayeron muy mal las injusticias, por pequeñas que sean. Yo había mamado el peronismo en mi casa, mi viejo era abogado laboralista y, como era una cosa de la casa, me incliné para el lado de los Beatles y todo eso. Pero cuando llegó el momento en que el aire se llenó de necesidad de definiciones, me sentí peronista, y progresista dentro de eso, entonces me puse a militar en la Juventud Peronista. Me recuerdo en esa época como una buena persona, que quería ayudar a los demás. Creo que fue muy lindo lo que nos pasó, más allá de quién tuvo razón o quién la tiene. El hecho de que estuviésemos todos juntos, hablando de algo que superaba nuestro egoísmo personal, nuestra visión corta de la existencia.”
Por esa misma época comenzaron los secuestros y desapariciones de militantes, los asesinatos de la Triple A, lo que explica también el destino maldito de Octubre y su sucesor, Primaveras.... “Ese disco nunca estuvo demasiado expuesto”, dice Roque refiriéndose a Octubre. “Radoszynski me contó que le ordenaron que destruyera todo ese material, y a partir de cierto momento –no recuerdo si con Isabel o todavía con Perón, cuando se produce todo el enfrentamiento entre la derecha y la izquierda del peronismo–, el disco se vendía bajo cuerda. Más allá de eso, un tipo que laburaba en el sello, en lugar de destruirlas, escondió las cintas, y por eso se salvaron. Con Litto seguíamos brindando y discutiendo, y encontrábamos tiempo para reírnos dentro del miedo que teníamos en el cuerpo, porque todos los días había una noticia peor que la otra.”
Octubre fue muy bien recibido por la crítica, y al año siguiente Narvaja grabó el sucesor, Primavera para un valle de lágrimas. “Ambos discos se llevan un año entre sí, trabajé los dos de una manera muy espontánea. Pero quería hacerlo más acústico, y cantar más canciones de introspección, porque en toda esa búsqueda exterior hay también una búsqueda interior. Por eso hay tantos claroscuros entre un disco y otro, no solamente a nivel de audio sino también de propuesta. Me casé con una mujer que escuchaba mucho folklore ‘moderno’, conozco esas zambas de Cuchi Leguizamón que tocaba Daniel Toro, que usaban acordes más arriesgados, y me puse en contacto con otro tipo de gente. Ahí aparecen temas como Zamba del Negro Rosario y Zamba para Daniel. Es un disco más ‘pampeano’, si bien sigue habiendo cosas folk y country, que es una secreta pasión mía. Entre los músicos, sólo se mantuvo Litto con respecto a Octubre, el bajista fue el de La Joven Guardia, Enrique Masllorens, y el batero, un peruano llamado Freddy Zorogastúa. Le pedí a Rodolfo Alchourrón que hiciera unos arreglos, como en el tema de difusión, Acuérdate de vivir, acuérdate de amar, que tiene coro y orquesta, un poco al estilo Harrison, que nos gustaba mucho a los dos.”
En 1976, Roque empieza a grabar el sucesor de Chimango, que se iba a llamar Amén, pero este disco quedó inconcluso porque las amenazas hicieron que tuviera que salir (“por la ventana”, dice él) con destino a España. Allá se encontró con otra realidad, otras presiones, y comenzó una nueva carrera, muy diferente de esa magistral trilogía de álbumes que alumbró a comienzos de los convulsionados ’70. La explicación de Narvaja es clara: “El tipito que hizo esos discos se quedó aquí”.