ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA AL DIRECTOR DEL TEATRO COLON
“Autarquía o nada”
Tito Capobianco estuvo 31 años fuera de Argentina. Asumió en junio. Dice que “estamos en el siglo XXI y nos quedamos en el XIX” y confía en una nueva legislación para el teatro.
› Por Diego Fischerman
Tito Capobianco muestra un plano de las reformas realizadas en La Scala de Milán. Habla de los trabajos realizados allí. “Tienen pánico”, dice, refiriéndose a la que será la gran prueba de fuego, el próximo 7 de diciembre, cuando se reinaugure la sala: la acústica. “¿Sonará o no sonará?”, se pregunta. El director general y artístico del Teatro Colón, con la temporada operística de este año cercana a su fin y la del año próximo recién anunciada –también se publicaron los planes para el Ballet Estable y falta que se den a conocer las programaciones de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y el Centro de Experimentación–, comenta que “haber cambiado los planes para este año habría sido un disparate sumamente perjudicial para nuestro prestigio en el exterior, que otras circunstancias, económicas y políticas, ya han mermado bastante”.
Régisseur de la famosa puesta de Bomarzo, de Alberto Ginastera y Manuel Mujica Lainez, cuyo estreno impidió el Tte. Gral. Juan Carlos Onganía, y director durante quince años de la Opera de Pittsburgh, Capobianco asumió la dirección del Colón en junio de este año y no tiene dudas acerca de cuál es el principal problema de la institución: “La administración. Es decir, no las personas encargadas del tema sino el sistema. Se quiere manejar el teatro con una administración que no está hecha para el teatro. Aquí se produce arte, se hacen cosas con el espíritu, con la imaginación, con la intuición. Se necesita una gran disciplina pero artística y teatral, no administrativa. Y se quiere manejar esto con una maraña de leyes que no tiene nada que ver con una legislación teatral. El Colón no es la dificultad. Anda como puede andar, dado que no se crean las leyes que podrían posibilitarle otro funcionamiento. El Teatro Colón debería tener autarquía”.
En los últimos meses, el Colón llamó a audiciones para integrar refuerzos al Coro, el Ballet y la Orquesta Estables. “Es fundamental”, argumenta Capobianco. “La columna vertebral del teatro son sus tres cuerpos estables. Si en el Coro, entre 95 integrantes hay 55 jubilables, si en el Ballet la proporción de jubilables es igualmente alta, es precisamente porque no existe esa ley que contemple la administración de un teatro como el Colón, con sus necesidades y problemas específicos. ¿Cuántos tenores de 60 años están cantando, en el mundo? ¿Y como coristas, que además tienen que poder moverse y responder a los pedidos de un director de escena? Ninguno, salvo los de aquí. La prioridad absoluta es la autarquía. Si eso no se lleva adelante, ni Capobianco ni el Mesías arreglan el Colón. Porque estamos en el siglo XXI, pero nos hemos quedado en el XIX. En la etapa de la globalización, que es la última cara del capitalismo, los gobiernos van a dar cada vez menos para la cultura y hay que estar preparados para poder recibir plata privada, de fundaciones.” La pregunta inevitable es si ese dinero privado interesado en el financiamiento del arte existe en un país donde los lugares de prestigio social ya no son tanto las plateas del Colón como las de los desfiles de Giordano en Punta del Este. “Habrá que probar”, asegura Capobianco. “En la Argentina hay millonarios, como en cualquier parte del mundo, y habrá que ver cuánto pueden poner. No existe en el mundo otro teatro como el Colón con un sistema administrativo como el actual. Un teatro no puede funcionar con esta locura burocrática. Aquí los artistas firman contrato en la última función. Y encima con la situación cambiaria, es casi imposible que pueda contratarse a alguien. Así yo no puedo elegir a los artistas, tengo que confiar en que sean ellos los que elijan el Colón y conformarme con los que, por la razón que sea, quieren venir a correr la aventura de conocer Buenos Aires y cantar en este teatro.” Los aspectos que deben ser trabajados son muchos, afirma: “Los talleres trabajan con materiales obsoletos, no hay ni destornilladores. Nos hemos quedado muy atrás. No tenemos director escenográfico, no tengo director técnico, se había eliminado la dirección de escenario, no tengo dirección musical. No se puede culpar al Colón o pensar que habría que cerrarlo. Eso es muy fácil de hacer. Pero ésa no es la solución, porque no responde a los problemas. Aquí los problemas son de estructura. Es como una familia que se ha quedado sin los padres. Es la anarquía total”.
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