–¿Cómo fue el trabajo con Gastón Pauls?
–Si bien transcurre en el ’82, el film empieza con el intento de suicidio en el presente. Son 20 años en el medio, que Gastón llevó bien con veinte años en el medio. La relación entre Edgardo y Gastón fue excelente. Creo que fue bueno el trabajo sobre la mirada. Los de Malvinas fueron marcados por una mirada. Para mí, fue una alegría enorme trabajar con Pauls. Aparte de encontrar un profesional entregado al proyecto, porque hubo que filmar mojados, en la noche, se congeló el agua de las mangueras y siempre había en él una entrega total. Es un gran trabajador.
–¿A qué se refiere con la mirada?
–A los 18 años uno está preparado para la vida y en vez de eso colocaron a los pibes frente a la muerte. El nivel de presión les hizo un hueco gigante en la cabeza, después los devolvieron a la sociedad y les dieron la espalda. Ese tratamiento inicial se transforma en un cráter bestial. Es un horror. Ni las organizaciones de derechos humanos se han podido acercar a ellos, porque se relaciona la guerra con la dictadura, pero no con el abandono posterior.