ESPECTáCULOS
› FERIA DEL LIBRO 2002.
“Me voy, prefiero empezar de cero que seguir en cero toda la vida”
Esta definición de un abogado, a punto de partir rumbo a Canadá, marcó el tono de la presentación de “Irse”, un libro de Diego Melamed que aborda el tema del exilio económico de los argentinos.
Por Silvina Friera
Víctor Ramírez tiene 38 años y es profesor de Educación Física. En Buenos Aires disimulaba las canas con tintura para conseguir trabajo y no morir en la miseria. Desahuciado porque los esfuerzos estilísticos fueron infructuosos, comprendió la frase de Aristófanes: “La patria de cada hombre es el lugar donde mejor vive”, y emprendió el éxodo hacia Estados Unidos. Ahora, en Miami vuelve a mostrar orgulloso el pelo gris y la dignidad de trabajar. Guido Cytryn apuesta por un futuro posible. A los 32 años, este licenciado en Economía llegó a mandar más de mil currículums (incluso lo rechazaron de McDonald’s por estar sobrecalificado). Sin obtener respuestas, la salida de Ezeiza se presentaba cada vez más tentadora. En Miami, Cytryn trabaja en un bar y en el sector de comercio internacional de una compañía financiera. Estas son algunas de las historias reflejadas en Irse. Cómo y por qué los argentinos se están yendo del país, del periodista Diego Melamed, editado por Sudamericana. El público desbordó la capacidad de la sala Alfonsina Storni, quizás porque para muchos emigrar es la única salida que vislumbran en el corto plazo.
Entre los chistes más representativos de este nuevo exilio económico, según lo describe Melamed, uno encabeza las preferencias: “La clase media ahora es la clase ‘tuvo’. Tuvo mucama, tuvo auto y tuvo casa de fin de semana”. Guido Setton, un abogado a punto de irse a Canadá; Rosa Garcés, presidenta de la Asociación de Padres de Argentinos por el Mundo; Jorge Fantín, otro futuro emigrante que tiene una página web (emigrar.com); y el cónsul general de Italia, Vincenzo Palladino, participaron de la presentación del libro y esbozaron algunas de las contradicciones y tironeos que plantea la dolorosa decisión de apostar por un destino más esperanzador en tierras lejanas. “Me voy porque prefiero empezar de cero que seguir en cero toda mi vida. Esta frase me la dijo una chica en Canadá y me marcó muchísimo –señaló Setton–. De alguna manera, hacia afuera o hacia adentro, todos nos estamos yendo del país, hay gente que no puede irse y compra dólares, que es una manera de irse.” Para Rosa Garcés, madre de Germán López, que reside en Alemania, la Argentina vive una vertiginosa marcha de contratiempos. “Han expulsado a nuestros hijos, nos han quitado nuestras posesiones y tenemos empañada la esperanza”, subrayó. “Se habla mucho de los jóvenes que se van en un momento en que tendrían que rehacer la patria. Nuestra generación es la que tiene que hacer esta tarea, porque tal vez no supimos votar, no supimos participar y protestar. Emigrar no anula la posibilidad de volver, de ayudar al país desde afuera y seguir queriéndolo. Quien se va a buscar trabajo para vivir allí donde lo encuentre, probablemente no tenga muchas alternativas ni está traicionando a la patria”, agregó Garcés.
Jorge Fantín es otro de los que están con un pie afuera. “El único camino posible es el de la legalidad. Es imposible pensar en prosperar si uno empieza a caminar en la ilegalidad, sin papeles, sin haber planificado qué hacer”, precisó Fantín, que considera que los principales errores que cometen las personas desesperadas por irse son “la improvisación, la falta de información, subestimación de los costos de establecerse y desconocimiento de las leyes migratorias”. Sobre el complejo de cobardía o traición (“el que se va pareciera que no está en condiciones de dar la batalla en el país”), Fantín reflexionó: “Me cuesta mucho pensar en César Milstein como un traidor, lo mismo sucede con Javier Saviola o Borges en Europa. Son simplemente personas que por distintas razones buscaron otro lugar donde desarrollarse”. Respecto del mito del desarraigo, Fantín reveló una sensación, compartida por muchos argentinos (incluso por los que ni piensan o no pueden emigrar): “Me siento desarraigado en mi país porque borraron de un plumazo todos los cimientos sobre los cuales sustenté y construí mi familia. Cuando no se respeta el derecho a la propiedad, cuando no hay trabajo, no hay derecho a la salud, a educar amis hijos. Sin estos derechos me siento desarraigado en mi propio país y tengo derecho a buscar un lugar donde poder echar nuevamente esas raíces”. El cónsul general de Italia, Vicenzo Paladino, comentó que en los últimos dos años mucha gente se acordó del bisabuelo italiano. “La ciudadanía no es un producto que se compra en el supermercado. No queremos fomentar el drenaje de cerebros, que se vaya la gente joven”, confesó el diplomático.
Melamed, autor también de Los judíos y el menemismo, repasó estadísticas de los últimos dos años. “En agosto de 2000, según un estudio de la UBA, el 43 por ciento de los estudiantes de la universidad se quería ir del país. Cuatro meses después, una encuesta de D’Alessio establecía que el 76 por ciento de los jóvenes se quería ir del país. Otro estudio de Graciela Römer, a fines de 2000, muestra que el 38 por ciento de los padres aconseja a sus hijos irse del país. Estamos en un país que por primera vez intuye que las próximas generaciones no mejorarán la calidad de vida sino que la empeorarán. Además de un exilio económico por el desempleo, es un exilio del pesimismo, de la falta de esperanza en el futuro. En los últimos dos años se fueron 150 mil personas que no volvieron al país”, puntualizó el autor.
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