ESPECTáCULOS
Una película sobre la historia de la huelga más larga del siglo
La directora Mariana Arruti documentó en un film la historia de la huelga de 14 meses en que se empeñaron en 1956 los obreros portuarios.
› Por Oscar Ranzani
En el año 1956, durante la dictadura de Pedro J. Aramburu, y en medio de la persecución a buena parte de los militantes del peronismo, la Federación de Obreros en Construcciones Navales llamó a una huelga que haría historia. La huelga paralizó a los astilleros privados y del Estado hasta convertirse en un acto impresionante de resistencia. Los obreros se habían unido en el reclamo de una jornada laboral de seis horas, habida cuenta de la insalubridad que implica el trabajo portuario. La medida de fuerza se extendió hasta que cumplió 14 meses. Ya por entonces había sido considerada “la huelga más larga del siglo”. Sin embargo, aquella lucha se perdió. La policía se infiltró entre los obreros, la Federación perdió su personería y, en su reemplazo, se creó un sindicato paralelo, legitimado por una CGT entreguista. Para contar esta historia, la directora Mariana Arruti realizó el documental La huelga de los locos, que el domingo se verá, desde las 20, en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín.
El mediometraje de 37 minutos, que acaba de recibir una mención honorífica en el II Encuentro Hispanoamericano de Video Documental Independiente realizado en México, nació a raíz de un trabajo de investigación que Arruti estaba desarrollando en la UBA, en parte por una inquietud nacida a partir de una nota que publicó en Página/12 el historiador Osvaldo Bayer. “Tenía que ver con la investigación de los medios audiovisuales en el campo de la antropología y, a partir de ahí, nacieron los primeros registros en video sobre la historia de la huelga, las entrevistas, las primeras idas a La Boca para ver los talleres navales y finalmente se fue construyendo esta idea”, explica la realizadora.
La huelga de los locos es la segunda producción cinematográfica de Arruti, que ya había presentado en 1995 Los presos de Bragado, un mediometraje que reconstruye el proceso judicial y posterior encarcelamiento de tres militantes anarquistas por la policía de Uriburu en 1931, bajo la falsa acusación de haber causado la muerte de la esposa e hija de un caudillo conservador. Actualmente la realizadora está trabajando junto a su madre, María Pilotti (directora de 1977, Casa Tomada), y a Jorge Magallanes en el rodaje de Trelew, un largo sobre el fusilamiento de presos políticos del 22 de agosto de 1972 que se estrenará para el trigésimo aniversario de la Masacre.
–Todos sus trabajos cinematográficos refieren a acontecimientos políticos e históricos que fueron de relevancia en la vida del país. ¿Qué le permite expresar el cruce entre la política y el cine?
–Yo trabajo siempre con estas temáticas porque me han conmovido determinadas historias. No por una cuestión racional sino porque conocí, a veces, a algunos personajes. Lo que me permite el cine es contar desde otro lado o desde un lugar diferente al que cuenta la historia. Me da herramientas diferentes que permiten emocionar. Por eso, prefiero el documental no tan tradicional. Es decir, que no sea una investigación histórica rigurosísima. Si algo positivo puede hacer el cine es que puede generarle a alguien que está sentado en la butaca el interés por ir a leer o de informarse más. Porque además es fácil de difundir. Para una película uno puede ir a escuelas, a un barrio, a una villa y generar muchas cosas. Pero las genera en tanto y en cuanto el realizador conserve siempre su mirada y su autenticidad, y no trabaje en función de otro. O sea, que sea independiente y libre a la hora de construir ese relato que tiene que ver más con la poesía que con la verdad histórica, si es que la hay.
–La huelga de los locos rescata el valor de la dignidad del trabajador y de la cultura obrera. ¿Hoy buena parte de ese mundo parece pertenecer al pasado en la Argentina?
–No creo que eso sea tan pasado. Creo que está. Lo que pasa es que las condiciones han cambiado. La gente no se puede sentir acompañada en una pelea por la dignidad relacionada con el espacio del trabajo porque está sin trabajo, precisamente. Entonces el lugar de la identificación pasa por el no tener trabajo. Es decir, por los desocupados que están peleando como lo hacían los obreros en el ‘56 por la dignidad que hoy implica tener un trabajo.
–En la actualidad, cuando se produce una huelga o una manifestación y se corta una calle y algunos sectores tienden a “satanizar” a los trabajadores poniendo en confrontación sus derechos frente a los de los ciudadanos.
–Cuando las personas se enojan cuando cortan una calle en realidad no tienen conciencia de que esa lucha de la persona que está cortando la calle los involucra. Es decir, que los resultados de esa pelea que se está dando en la puerta de su casa o en la calle los van a afectar. Hasta hace poco se veía al “otro” como el que tenía el problema sindical o el que precisaba pedir aumento. Y, en realidad, hoy vemos que ya no es así. Hay un gran sector de la gente que hoy se siente más identificado con el piquetero que corta la ruta o con el tipo que corta la calle o con el hombre que duerme en la puerta de McDonald’s. En aquel momento lo que pasaba con los obreros navales es que había una gran comunidad en la zona de la Ribera: vivían allí, eran los clientes del carnicero, del almacenero y había también un espíritu más revolucionario, por llamarlo de alguna manera. Había más comprensión de la necesidad de la pelea.