ESPECTáCULOS
› VERANO EN LA TEMPORADA 2005 SE VEN SHOWS, PERFORMANCES, VEDETTES Y MUCHO MARKETING
El espectáculo bajó a las playas
El viejo balneario marplatense abrió paso al parador, poblado de famosos en permanente estado de exhibición.
Por Julian Gorodischer
Desde Mar del Plata
De pronto la playa se llenó de famosos, divanes blancos, chicos vestidos con pantalón largo y chicas con mini, música ambiental y performances en vivo. A los paradores de la “contra-Mar del Plata” (como la definen sus fans) llegan las vedettes del verano, los cómicos y los figuretis a vender su chivo. Dicen que están encantados con el amor de la gente, y desfilan por la orilla, o descansan en los divanes envueltos en tules. Allí se ve a la Miss Playboy, silenciosa pero con mohín de bomba sexual, aspirando al rango que todas codician: la reina del verano. Y más allá está el novio de la Ritó, controlando a los platenses que meten mano a su mujer y sacan la fotito con el celular: “¡Un trofeo para los amigos!”, dice Titi, con el cuerpo trabajado de un surfer pero sin la tabla. Radios, celulares, gaseosas y marcas de ropa entendieron que era hora de ganarle espacio a la arena, y la refundaron como un pequeño paraíso “de exclusividad”. No se paga con moneda.
Hace falta estar bronceado, tener una bermuda que se caiga insinuando de más, actitud de VIP (vasito en mano y saludos al aire). Se exilia la arena, llegan la madera y la loza, cambia el vestuario en la era del parador. “Se acabaron la malla y las ojotas”, decreta el DJ Pepe Blasco, de FM 100. “A la playa se viene con pantalón de lino blanco, pareo o vestido.” La “teen” Mariela, alumna modelo del Buenos Aires, posa vestida de negro y con medias de red, y sintetiza la tendencia mientras espera a los Miranda! en la playa de La Metro: “Esto es la anti Bristol”. En el año en que Mar del Plata quiso parecerse a Punta o Pinamar, se extienden las costas radiales desde Playa Grande hacia el sur, y se invita a los famosos a beber gratis. Se les ofrece el chivo en la radio y se transforma el ocio en un maratón. “Me siento en el Club 69 o en Pachá”, dice el actor Diego Reinhold, de Cómico Stand Up. “Un boliche consumado en el lugar más hostil: desierto, agua salada y daikiris.”
Marketing de la arena
La naturaleza retrocede, allí donde la Metro se pensó a sí misma como “un oasis, una comunidad para jóvenes profesionales, una refrescancia”, dice el manager de ese parador, Marcelo Bakalian. La cabaña con tules y divanes marca el fin de la democracia veraniega. “¡Abajo por favor!”, pide la promotora al cronista blancuzco antes de que saque la credencial. Después se le permitirá cruzar unas palabras con Miss Playboy. “¿Y qué hacés acá?”, se le ocurre en un balbuceo intimidado por los galanes que la custodian. Ella larga el chivo, el nuevo hit costero que hace foco en la obra en que trabaja y pocas cosas más. “Al provinciano lo emociona más encontrarme en Mar del Plata”, dice la Miss. “Ellos no me cruzan una noche cualquiera en un boliche, como puede pasarle al porteño; disfrutan de tenerte cerca, demuestran mucho afecto.” La Ritó, invitada al programa de Fabio Posca en el parador de la Rock and Pop, agrega el autobombo necesario para encandilar. “Este cuerpo es muy lindo pero hay que tener algo más, ¿viste?”, dice. “Muy poquitos tenemos el don.”
Para Mariela Ivanier, a cargo de la comunicación de El Cien, “se masculinizó al parador pero no para cambiarle el target sino para mantener un público cautivo (¡las teens!) y agregar otro segmento”. El marketing sobreimprime al verde amarronado del agua y el beige de la arena un color más comercial. “El que venga –dice el barman Martín– podrá tomar un trago exclusivo: ‘El Centésimo’. Tiene triple sec y baileys, y sale con el color naranja que identifica a la marca FM 100.” Pero con el color no alcanza, y la tentación se desplaza al cuerpo del surfer habitué de Playa Grande (donde está El Cien), que baja de sus combis con la tabla, el torso desnudo y curvas peligrosas que extasian a las fans paliduchas atentas aldesfile. “Es una playa de levante –describe el DJ Pepe–, con surfers que atraen mucho a las chicas, con tipos que gustan por tener una vida emocionante, por vivir en la playa y estar siempre quemados. Se ve mucho cuerpo trabajado, pero yo estoy panzón y me la banco.” Si ahora la playa es más una marca que una belleza natural, habrá que agregar el espíritu jodón de la Rock and Pop para completar el catálogo. “El de La Metro es un atardecer musicalizado, y en cambio el de la Rock and Pop es un ‘parador macho’ –dice el empresario Marcelo Bakalian–. A una van señoritas con sus novios, en la otra se lo puede ver a Pappo.”
Pura fama
El movilero defiende sus hazañas de enero: hacerle tres horas de guardia a Pampita en el ascensor del Costa Galana, y redescubrirse como “un hombre de bien”. “Si me lo piden de buena manera –dice Santiago Sposatto, de Contalo, contalo–, no los escracho.” La fama circundante desorienta a Sebastián Wainraich, curiosamente introspectivo en el parador de Rock and Pop. “Tengo una sensación contradictoria: por qué tantos eligen el barullo y el ruido para descansar. Pero, a la vez, ¿por qué no te puede gustar el ruido?” Cerca, el actor Peto Menahem entrega piropos e intenta meditar después de tres daikiris: “Todos posan y se muestran para ser en los ojos del otro. Para no aburrirme, charlo. Quiero saber quién sos” (a Miss Playboy). Los fans se desorientan: ¿a quién pedir autógrafos? Andy Kusnetzoff desembarca para auspiciar la Metro, Javier Calamaro toca en El Cien, los Miranda! empiezan su recital (aunque preferirían estar en Montecarlo, dicen) y DJ Deró larga su mini rave en Playa Grande, todo al mismo tiempo, hasta saturar un menú que promueve la acción constante, en los antípodas del viejo verano de lona, termo y bronceador.
Nino Dolce (el chef de Playboy TV) oficia de anfitrión en la playa Rock and Pop: se lo ve como siempre, coqueteando, orgulloso de pasar el límite entre cachondeo y obscenidad. Pero hasta él mismo, que acumula un largo listado de mails y teléfonos de chicas, que está buscando dar el zarpazo “para transformar una nínfula en mujer”, también expresa sus reparos: “Vayan a Barcelona y vean a los viejos con el pito al aire. Acá se tapan, calientan y promueven a los violadores seriales”. La continua visita de famosos a las playas del sur del faro promovió, en esas arenas, un centro de reunión de paparazzi. Todos van allí a toparse cara a cara con la Ritó, Moria, Marixa Balli o Claudia Albertario. Saben que encontrarán el cantito obligado de “obra, horario, lugar” pero existen estrategias para contraatacar. “Lo único que les importa es vender un producto”, sabe Sposatto. “Pero las corrés para que no salga en la foto la bandera del parador, y las obligás a hablar de lo que importa: robos, accidentes y divorcios. ¡Igual no quiero parecer morboso!”