Vie 14.01.2005

ESPECTáCULOS  › CATCH, UN VIAJE SEXUAL

Testimonios de una ciudad acalorada

El director José María Muscari y su elenco recorrieron Mar del Plata en busca de conductas sexuales veraniegas.

› Por Julián Gorodischer

El pedido fue: ¡Recorran la ciudad sexual! Y así, el director José María Muscari y su elenco de Catch salieron a mirar una Mar del Plata negada para el ojo vidrioso del turista. ¿Qué encontraron? Primero, claro, el autobombo: dicen que el clímax está en la lucha en el barro y sexo entre mujeres que ellos mismos proponen, y que atrae a tantos valijeros como el cabaret. Ahora recorren la peatonal y la avenida Luro señalando marquesinas de espectáculos con travestis: ¡uno cada tres cuadras! Llevan, Muscari y compañía, una estadística, sorprendidos de que “tengan éxito en la ciudad familiar”. “Hay un morbo extraño con las travestis –dice Muscari mientras las ve bañarse en topless ‘lo más panchas’ a metros de la Playa Chica–. Van familias enteras con los chicos, pagan la entrada y se sacan una foto con ellas.” ¿Un destape, un efecto de marketing posterior a Los Roldán o la mera presencia de Florencia de la V con Diferente que estimula? “El que se obsesiona es el que no puede verlas a diario en la calle Godoy Cruz –dice Emiliano Figueredo, actor de la obra–, ese viajante del interior que se desespera por tomar contacto. En Buenos Aires, el travesti es más crudo, se liga a la zona roja, a la silicona con inyección. Acá es una símil Violeta Rivas haciendo playback.”
¿A dónde conduce la negación deP? ¿Qué se decide no iluminar? ¿O de qué modo se ilumina a media luz? Muscari dice que “el turista está pelotudizado: su decisión es evadirse y pasarla bien a toda costa”. Señala el cartel de El fondo puede esperar. “Es esto, ¿ves? Colas, colas, colas: en lo de Nito Artaza el público se tapa los oídos porque se los revienta el sonido. Pero igualmente agotan sus localidades.”
–¿Cómo explica esa compulsión a hacer cola?
José María Muscari: –Y después se aplaude de pie. Aunque se esté insolado, Mar del Plata obliga a volver a la playa porque queda un solo día. O a hacer cola para comer sólo porque se ve a la gente esperando. Aquí el individuo hace masa todo el tiempo. También hay una ilusión de enamorarse: la gente se siente más linda con el sol encima. Pero es una ciudad acalorada, no hot. Es el acaloramiento de una menopáusica; si no, pasarían otras cosas.
Graciela Baletti: –Es una calentura superficial, no de concha y pija.
Emiliano Figueredo: –Es la obligación de calentarse, igual a la de ir a la playa o la de salir a comer afuera. En una semana te tiene que pasar de todo.
En Catch, Muscari intenta hablar, más allá del jolgorio, de lo que sucede entre dominados y dominantes, de cómo es que uno se acostumbra a ser vencido, aunque siempre existan zonas liberadas. Si su pelea en el barro es un hit de la trasnoche no es por la cantidad de “modernos” que la frecuenten, como pasaba en Buenos Aires, sino por el aluvión de hombres solteros mayores que esperan a las actrices a la salida. Mar del Plata succiona, chupa la experiencia de vanguardia, la transforma en el objeto de deseo comparable al cine porno. “Y nadie se decepciona”, se asombran los del elenco. Y, en el fondo, les gusta esa fisura, ese límite difuso entre bandos, esa crisis de las tribus y los estamentos que también estimula una ilegalidad. “La de la peatonal –dice Graciela–, con más permisos para vender cualquier cosa, para robar, para esconderse de la policía. Me gusta estar comiendo en un lugar y que se trafique de todo a mi alrededor. Se hacen gestos de una mesa a otra, y los patovicas arrastran a los pibes afuera. Mientras comés el churrasco, uno al lado tuyo se está resistiendo. Ves cómo cambian de ropa y de aspecto después del robo.”
E.F.: –Se ven pibes chorros de gorrita, CD robados, ropa trucha, con más permisos para actuar.
G.B.: –Y los turistas observan el lumpenaje como si se tratara de una sociedad aparte, como si estuvieran viendo Okupas por la tele.Los impresiona esa capacidad de adaptación del turista argentino promedio, que ya había detectado la directora Ana Katz en su obra Lucro cesante (2004). Allí se hablaba de tres amigas en proceso de disfrute del disconfort, tomadas por sus obsesiones, obligadas a una rutina que no les gusta pero que se impone al hacer playero. Dice Muscari que existe en Mar del Plata, como en ningún otro lugar, un profundo proceso de apropiación: hacer de la travesti, del pibe chorro, del gay (¡uno por baldosa!, dice), ¡de Catch!, del comercio clandestino, de la mugre en la Bristol un color, una feria de variedades que incorpora al horror una felicidad impostada. “Yo no sé –dirá– cómo puede ser que lo que en Buenos Aires motiva marchas en la Legislatura, protestas, condenas por la radio de Hadad, acá invite a la salida con los chicos.” En la función de Escándalo, se confirma: es una obra con ex prostitutas y travestis, en la que no se sentirá el clima de un subsuelo de la calle Lavalle sino la postal ruidosa de papá, mamá y los hijos. “Hay una distorsión que termina siendo maravillosa –dice Figueredo–. De cómo la familia puede ver lo que quiere ver, consumir Escándalo, Harry Potter o una vuelta en calesita con la misma energía, coca, pochoclo y ¡good show!”
Así, mediante esa negación “productiva”, Mar del Plata quitaría solemnidad a sus márgenes, hasta hacer surgir una convivencia en armonía. “Sólo que cuando ves al otro, no estás viendo al otro –dirá Graciela Baletti–. Ves figuritas de colores que no tienen el cuerpo del travesti, ni el rostro del comercio clandestino, ni la amenaza del pibe chorro.”
–¿Eso es bueno?
J.M.M.: –No sé si es bueno, pero también pasa con los gays. Esta es una ciudad intensamente gay, con mucha gente levantándose en las esquinas, con un boliche y un pub atestados, que se incorporan al paisaje de lo cotidiano.
La familia deja hacer, pero en los antípodas de la actitud cosmopolita; es el reflejo necesario para una supervivencia. Aseguran, Muscari y compañía, que no es un ejemplo del “¡valor de la diferencia!”, si no otra cosa bien distinta, con sus pros y sus contras. “Es el mayor mecanismo colectivo de negación que haya existido en mucho tiempo”, dice el director.
–¿Tan así?
J.M.M.: –Sí, es tan así. Es ir a ver al travesti como en el circo, ignorar al gay y su levante (que acá es desaforado), neutralizar al pibe chorro. Todo se hace inocuo en el verano.

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