Dom 16.01.2005

ESPECTáCULOS  › TELEVISION. FLORENCIA PEÑA, UNA ACTRIZ QUE ELUDIO LOS ESTEREOTIPOS Y SE ANIMO A REIRSE FRANCAMENTE DE ELLA MISMA

“Si no hay algo de verdad, el humor no funciona”

Refundó la “sitcom” en clave argenta con La Niñera y ahora irá por más con Casados con hijos. Muy lejos de aquella “Pechocha” de Son de diez, Peña encontró el tono para convertirse en una figura difícil de clasificar.

› Por Julián Gorodischer

Desde Mar del Plata

¿Humor para pocos? ¿Objeto de culto? Eso es cosa del pasado: las sitcoms (comedias de situación) se ven por Telefé y en horario central. En la era en que La Niñera convirtió al género de pocos en un fenómeno de masas, Florencia Peña admite estar levemente desconcertada. “Es re-difícil hacer una sitcom”, dice. “No se trata de hablar todos juntos, ni de comerse las eses, ni de vamo... vamo.... Hay que tener el oído para darle tiempo a la claque, es como un relojito. La sitcom está más pegada a Les Luthiers que al humor de Nito Artaza.”
Pero la experiencia la lleva en sentido contrario: le tocó apelar a las masas desde La Niñera y convertirla en la segunda ficción más vista de 2004 (con un rating promedio de 15 puntos ¡en pleno enero! para su segunda parte). Y ahora le imponen redoblar la apuesta desde marzo próximo, para ser la esposa de Guillermo Francella en Casados con hijos (Sony, 1989). La tele le reclama fidelidad a la fórmula: que inicie la cadena de gags y remates rápidos, esa coreografía de respuestas infalibles sobre farándula y humor judío adaptadas al Barrio Parque y al catálogo de nombres que se escuchan en Intrusos. ¿Es acaso un milagro? Si Fran Drescher es la chica neoyorquina más popular es por su carácter de reflejo: así es la mayoría de Manhattan. Pero, ¿quién iba a pensar que una niñera judía en alusión continua a la gastronomía de la bobe gustaría a multitudes tan al sur? Llegó, pegó y quebró la maldición del género-fracaso. Y Florencia, acostumbrada a improvisar, justo ella que se decía “maestra en el arte de llenar la nada de colores” (recordar su performance en El show de la tarde junto a Marley), tuvo que reaprender el secreto del humor: coordinar su turno con el de la claque, demorar un remate, apurar una carcajada, en sinfonía de ritmos y tonos que ahora también implicarán al capocómico. Se alterará el humor de masas, otra vez en 2005, cuando Francella deje atrás la escuela Alberto Olmedo de guiños al espectador, para quedar hiperguionado. O cuando Florencia, hábil en el arte del morcilleo, entienda una vez más que ya no es momento de andar improvisando. “Me costó entender cómo llegar a la elección del remate. ¿Cómo iba yo a elegir en tan poco tiempo cómo terminar cada diálogo? Este humor es como la música: si no entra a tiempo, la canción queda desafinada.”
–¿Y ahora le piden que lo convierta en una fórmula?
–Yo le tengo mucho miedo a la sitcom que viene: es como el segundo disco. El primero te puede haber salido de casualidad, pero sólo si el segundo sale bien sabés que estás en el camino. Pero con Casados con hijos se agrega una complicación: es mucho más irónica, y el desafío es que no sea una serie tan famosa. La Niñera era mi lanzamiento como protagonista y no se podían correr tantos riesgos. Pero ahora vamos a tratar de ir más allá, en el registro de Los Simpson, tomando el modelo de una antifamilia, para poner en tela de juicio las estructuras y los vínculos.
–En el año de Los Roldán, ¿la moda dicta terminar con las familias funcionales?
–Si uno lo piensa bien, Los Roldán es muy conservador. Ellos dicen “somos una familia tan copada que hasta tenemos un travesti”: cambian algo para que nada cambie, y la estructura sigue indemne. Yo prefiero hacer algo que no hace nadie, eso que no se atreven a actuar o decir. Pero no al estilo de Moria Casán, en defensa del decir sin filtro, sino porque ahí crezco. Yo pasé por una etapa de mucha mediocridad, me sentía sólo “la tetona”, y tengo un recuerdo tan horrible que no quiero volver a pasarlo nunca. Yo, con las tetas así, podría ser vedette, porque acá la teta te cotiza. O podría estar protagonizando telenovelas y sacando un disco y figuritas, pero me aburro.
Ella prefiere el humor ramplón sobre familias, que la ubicará en el living frente al televisor (como en el original de Sony) para contar la vidaprivada del cervecero teleadicto, su mujer obsesiva del consumo, sus chicos infradotados (aquí los hermanos Lopilato) bajo la vara del cinismo. Florencia y Guillermo ya fueron una pareja infalible (jefa y empleado) en Poné a Francella (Telefé, 2002) y, como ayer, tratarán de recuperar la picaresca sexual: pero si en el sketch los marcaba una pasión sadomaso, con ella abusando del poder a toda hora y él sometido con gusto, en la serie serán por negatividad: más ligados al desgano que a lo voluptuoso. Hasta hace muy poco ella era “la Pechocha”, y después el gato de Disputas (de Adrián Caetano) en escena casi porno con Damián De Santo que dio que hablar. A los 29, ya le encargan a la mujer mayor, una venida a menos, en salto acelerado de una sitcom a otra, un tránsito impensable en los Estados Unidos, donde La Niñera lo será por siempre (así en el cine como en la tele). “Pero Fran Drescher es eso”, dice Florencia. “Voz gangosa, pelo batido, torpeza: nació siendo eso. Y yo soy muchas cosas.”
–Pero sobre todo, es la única que encuentra tanto placer en “no volver del ridículo...”
–Yo empecé a encontrar el humor cuando empecé a reírme de mí misma. Si me río de vos, pero primero no me reí de mí misma, es pedante. Yo no tengo ningún problema en burlarme de las cosas que hice y que me pasaron. Siento que es ésa mi función, y la ejerzo con el que trabaja conmigo. Fíjese en Marley: logré que empezara a reírse de sí mismo. Como diría mi marido: yo lo legalicé. El es como torpe, y trataba de ocultarlo; cuando empezó a ponerlo afuera, quedó blanqueado. Ahora lo noble de Marley es decir: “Yo soy sólo esto...”.
–Todo en los antípodas de las “chicas cool” como sus compañeras de Disputas...
–Yo soy popular porque la gente se identifica conmigo: se me ven los hilos, no tengo estrategias. Hago lo que me gusta. No puedo entender qué es eso de ser cool, eso que en algunas actrices (como Leticia Brédice o Dolores Fonzi) se traduce en una cosa glamorosa. Yo no lo tengo: alguien tiene ángel o no, traspasa o no la pantalla. Si yo intentara ser glamorosa, llegaría distorsionado. Pero a cambio, ¿quién es mi competencia? ¿Quién hace lo que hago yo? ¿Quién tiene identificación masiva? Uno podría pensar en Florencia Bertotti, tal vez, pero se la devoró Floricienta.
Sólo pisando el ridículo se puede después alardear como lo hace Florencia. Se le escucha: “Que ella ya no hace castings, que aporta su talento a la causa, que si Casados con hijos la consagra ya no habrá dudas (¡de nada!), que puede pasar de la composición exterior de La Niñera a los tangos en la obra El romance del Romeo y la Julieta (en el Radio City de Mar del Plata)...”. Podrá hasta compararse con el Polaco Goyeneche y decir que él mismo “no tenía una voz que uno dijera ‘guauauuuu’, pero ¡cuánto expresaba!”, o alinearse con Adriana Varela por eso de “la voz rasposa pero qué bien que canta”. Pero será la misma que confiese su pánico del primer día. “Era un día feriado, llovía a cántaros y nos dieron un living para empezar a ensayar La Niñera. Dije: ¡no puedo!, ¡no puedo! No entraba en ritmo, no entendía el código, no sabía desde qué lugar hablar o ser graciosa.” Ella puede condenarse, o mencionarse como gorda, torpe, tarada en los viajes de Por el mundo junto a Marley, y decirse mala madre, lujuriosa, teleadicta, desesperada por la fama. Todo eso. Pero a Florencia no le caen del todo bien las críticas.
–Cuando se estrenó La Niñera, Mario Pergolini salió a decir que le parecía un horror. Y yo me di cuenta de que había un enojo con que una sitcom, por fin, funcionara. Hubo tantos que quisieron hacerlo, tantas veces...
–¿Y por qué esta vez funcionó?
–Creo que la clave es haber podido hacer algo propio, a la argentina. Cuando empecé no vi nunca más el original, le decía “el enemigo”. Me moríasi me decían que estaba igual a ella. Y nuestra versión fue ganando una cuota de locura que el original no tiene, se llenó de juego, del valor de improvisación. El remate tiene que ser limpio, pero fui añadiendo latiguillos como el “ch-chu”, que le fueron dando una personalidad en el límite con el personaje de cómic.
–¿Siempre compone desde la caricatura?
–Yo me muevo en una delgada línea entre la exageración y la verdad. Siempre digo que el humor, sin verdad, no funciona. Si todo es estereotipo, no te lo compran. Al principio tuve una avalancha de críticas, y decidí callar y dejar que decantara.
–¿Y no será todo aún peor cuando Casados con hijos deba competirle el liderazgo a Los Roldán?
–Estoy en la boca de todos, pero no hay modo de caer si ocupo mi lugar trascendiendo a la superficialidad del “éxito”. Yo soy autocrítica, y admito cuando hago algo por la guita, pero La Niñera es lo mejor que hice en toda mi carrera, es lo que más me enorgullece. Si lo tengo claro, puedo pensar en un desafío mayor. Y, sobre todo, me di cuenta de que la TV te agota. Y ni el éxito ni el fracaso son propios.

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