Lun 07.02.2005

ESPECTáCULOS  › COSQUIN ROCK, CUARTA NOCHE

Un festival histórico

Vicentico, Botafogo, Rata Blanca, Babasónicos, El Otro Yo..., la diversidad estilística hizo coincidir a todos: el quinto Cosquín gana por goleada.

Por Cristian Vitale
Desde Comuna San Roque

“Esto que están viviendo ustedes hoy acá no pasa en ningún lugar del mundo.” Provisto de un traje blanco –como un monje en trance predicador–, Miguel Botafogo, hombre viajado por el mundo si los hay, vino a reforzar en la cuarta fecha del Cosquín Rock –el sábado– una impresión general instalada: aun pese a ciertas dificultades organizativas, el descomunal festival en medio de las sierras fue cumpliendo a través de los días lo que muchos previeron desde un principio: al menos en Latinoamérica, es el mayor de su clase. A toda hora, rockers trashumantes con carpas, frazadas, mochilas y algo más, pateando kilómetros y kilómetros a la vera de la Ruta 55, decenas de boliches improvisados alrededor conteniendo a las masas viajeras con todo lo posible –y a veces lo imposible–, muchísimo rock sonando desde parlantes atados con alambre a los postes de luz –sobre todo Callejeros–, guitarreadas superando lejos el sol del amanecer –Cabra, de Las Manos de Filippi, fue animador principal en los campings– y sensaciones únicas, inolvidables, como contemplar el amanecer a orillas del lago San Roque con The Wall como banda de sonido de semejante viaje. Sin dudas, fue el mejor Cosquín de los cinco y en eso coincidieron una tríada que no logra hacerlo habitualmente: músicos, periodistas y público.
Ante casi la mitad de las 17 mil personas que asistieron en la jornada –la menos concurrida hasta el momento–, Botafogo se convirtió no sólo en el músico que mejor sintetizó la experiencia, sino también en el nexo musical necesario entre Viticus y La Mississippi Blues Band, figuras centrales del escenario temático, en este caso de blues y rock. Con baterista femenina, presentó algunas canciones del reciente Don Vilanova, disco que, según él, nunca se escuchará en la radio. El set mechó blues exquisitos, homenajes a Led Zeppelin –una impresionante versión de Moby Dick ¡sin solo de batería!– y otras frases para realzar su papel profético-místico, exteriorizado de antemano en su barba interminable: “Yo hablé con Dios y con el diablo, que son lo mismo”. Viticus, más terrenal, había precedido el show de Botafogo con una apuesta al rock puro, valvular y machacoso que recorre siempre el mismo camino: enciende la mecha al principio, la mantiene a kerosene según pasan los temas y explota al final con la descomunal versión de Mucho por hacer, que esta vez tuvo un plus: se convirtió en una de las zapadas de rock clásico más largas y envolventes del festival.
Mississippi se encontró de repente con la responsabilidad de cerrar el escenario temático, y lo hizo como de costumbre: un show profesional ante un público calmo y sin exigencias. El detalle es que Memphis, previsto como grupo final, canceló el show a última hora por problemas familiares de uno de sus músicos –al menos fue la versión que circuló en la trastienda– y abandonó el barco antes de subirse. En honor a la verdad, pocos se quejaron y habría varias razones para explicarlo: una de ellas, por ejemplo, sería la muy buena grilla que presentó el escenario Topline –el garagero, en términos rockeros–. Ubicado como descanso en medio del enorme trecho que divide el principal del temático, fue la parada obligada para mechar sorbos de cerveza –o tibios besos de Fernet– con música de otras tendencias: Oisín, Ana Volena o la intrépida propuesta que llevó a Miguel Sosa a bajarse del carro de la fama como baterista de Catupecu Machu para subirse a otro más personal y artesanal: Cuentos Borgeanos. Sonaron algunas canciones de Misantropía, su segundo disco, y una especial que detecta muy bien la médula de su propuesta: Fantasmas de lo nuevo. “Mucho mejor que en el escenario principal, mucho mejor”, dijo Manuel Moretti, cantante de Estelares, ante el desconcierto de sus pocos pero fieles seguidores. La banda de pop rock había tocado temprano en elescenario principal y, de repente, apareció cerrando el Topline transformándose en la única en tocar dos veces el mismo día. En rigor, el show fue más caliente allí.
Una de las razones, entonces, que explican el ninguneo a Memphis fue el escenario auspiciado por la marca de chicles, en llamas. ¿La otra? El problema que hubiese sido para muchos optar con 400 metros de distancia entre los viejos blueseros y las bandas con más cartel –título arbitrario, claro– de la noche: Rata Blanca, Babasónicos y Vicentico, para muchos el show más llamativo de la noche. El ex Cadillacs tuvo que lidiar con fundamentalistas de Rata Blanca –única banda dura que no tocó en la noche heavy– que le exigieron bajarse en no muy buenos términos por lo menos hasta la octava canción de su repertorio. Pero con habilidad de volante carrilero, el gordo se fue metiendo a los más ansiosos en el bolsillo y terminó bien arriba, con la hinchada visitante a favor y un cerradísimo aplauso de despedida. Igual le fue, de todos modos, a Rata Blanca. Banda muy respetada dentro y fuera del país –los recibieron con una enorme bandera de Chile–, Walter Giardino y sus adláteres combinaron momentos de virtuosismo –a veces cansador– con parte de su repertorio más popular: por caso, Mujer amante y una muy buena versión, bastante lejos esta vez del frasquito de formol.
Babasónicos –precedido por El Otro Yo– le puso el moño glam a la noche en medio de las primeras gotas de la larga semana. Repitieron casi el mismo set que vienen presentando en los últimos festivales... pero el despliegue escénico de los chicos, el predicamento del que gozan temas como Putita o Deléctrico entre la audiencia femenina, y la felicidad total que están viviendo las miles y miles de personas que tienen el privilegio de estar –¿alguien vio alguna vez a alguien con remera de Riff y tachas bailar con Pendejo?– superaron el preocupante aburguesamiento de la banda de Dárgelos. Anoche se cerraba la jornada final del festival, entre la amenaza constante de diluvio y un cocktail fatal, esperado por todo el mundo: Las Pelotas y Marky Ramone. El ocaso ideal.

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