ESPECTáCULOS
› MUSICA - SIEMPRE ROCK, OTRA CITA DE MULTITUDES
Bersuit, Ratones y Decadentes, un trío para armar la fiesta
El arranque del festival tuvo todo lo necesario para arengar a 17 mil personas en la Próspero Molina. Con una organización impecable, esta vez no hubo necesidad de videos instructivos.
› Por Roque Casciero
Desde Cosquin
La primera sensación que transmite el flamante festival Siempre Rock es que aquí no hay lugar para la paranoia (o el efecto post Cromañón) ni para ponerse nostálgicos imaginando un Woodstock criollo, porque esto es bien siglo XXI. La plaza Próspero Molina fue reacondicionada de verdad, ahora el suelo es de cemento, hay cómodas tribunas, todo está bien señalizado, hay baños suficientes, las luces y el sonido son excelentes, y con la disposición de tres escenarios pegados (uno grande en el medio, dos más chicos a los costados), el público puede ver a todos los músicos sin demoras porque el set de unos se arma mientras los otros tocan. Un marco ideal como para que una multitud pueda disfrutar de lo que los artistas tienen para dar, ya sin necesidad (porque está muy claro) de videos instructivos ni de tener que pensar en los matafuegos antes que en los solos de guitarra. O sea, volver al rock con todo lo lindo que tiene, pero con las condiciones que los rockeros siempre se merecieron y que no siempre los empresarios les dieron. Pero hay otra sensación única que tiene el Siempre Rock: será aquí donde, cuando esta edición ya esté cerrada, Andrés Calamaro concretará su retorno solista a los escenarios después de más de cinco años de ausencia. Y eso sólo ya distingue al festival del resto, en los que los nombres empiezan a repetirse demasiado.
La vuelta de Calamaro tiene un “culpable”: Gustavo Cordera. En un gesto que lo enaltece, cedió todo protagonismo en el momento más caliente de la Bersuit para que sus compañeros de grupo sean la banda de apoyo del ex Abuelos de la Nada, y así lo convenció de un retorno que hace poco parecía una ilusión para fans. Pero eso no fue lo único que Bersuit le entregó al festival (el manager de la banda es uno de los organizadores): su show para cerrar el viernes fue otra de esas bacanales a las que Cordera y compañía suelen invitar. El cantante peleó (y ganó) contra una disfonía y, apoyado por el público, fue el alma de la fiesta: saltó como poseso, se “robó” una cámara para enfocar a la gente y dedicó las canciones justas a los motivos justos. El repertorio de la banda se centró en el doble La argentinidad al palo: además del tema que da nombre al disco, hizo Otra sudestada, Al olor del hogar, Coger no es amor, Porno star, Oveja negra, La soledad y Va por Chapultepec, entre otros. Claro que también hubo viajes al pasado reciente (Yo tomo, Se viene, La vida boba) y no tanto (Tuyú, Mi caramelo), todo matizado por dedicatorias de Cordera que iban desde “todas las putas del planeta” hasta “los presos del penal cordobés que no quieren ser más mierda”. La última, antes del cierre con El viento trae una copla, fue para “doscientos hermanos y amigos de ustedes que se fueron”. Diecisiete mil personas dejaron la plaza Próspero Molina con una sonrisa... y una mueca de cansancio.
Es que hasta ese final habían pasado doce horas de shows casi sin interrupción. La apertura les había tocado a los locales 250 Centavos, y luego pasaron Volador G , Vía Varela, Resistencia Suburbana, Nativo, Expulsados, Los Vándalos y A.N.I.M.A.L. Esos grupos fueron los más perjudicados por el horario, porque apenas había público para verlos. La plaza estaba al 50 por ciento cuando salieron Los Auténticos Decadentes, vestidos con túnicas y con su imbatible lista de hits que los hacen favoritos de los festivales: La marca de la gorra, Raquel, Diosa, El murguero, (Loco) Tu forma de ser, La guitarra, Cómo me voy a olvidar y sigue la lista. Lo mejor fue una inspiradísima versión de Gente que no; lo más flojo, los coros en la magnífica Un osito de peluche de Taiwán: los músicos se distrajeron mirándole las tetas a una rubia que bailaba con su musculosa empapada. Era un espectáculo digno de admiración.
Por los escenarios más chicos pasaron Massacre (dieron un show contundente, con el cantante Walas mostrando panza a los cuatro vientos), Pier (o cómo querer imitar a los Redondos y fallar en el intento) y Dancing Mood (que amenizó con su ska jamaiquino la espera por Bersuit). En el principal, los uruguayos de La Vela Puerca confirmaron su romance con el público argentino, con su cóctel armado con ska, rock latino (más cerca de Arbol que de Mano Negra), rock argentino y la riquísima tradición musical uruguaya. La facilidad para traducir esa mezcla en canciones entradoras y la sencillez de Sebastián Teysera y compañía hace que el público de este lado del Río de la Plata ya los haga sentirse locales.
Después de La Vela, Los Ratones Paranoicos salieron a comerse el escenario central con todo su bagaje de hits rocanroleros a prueba del paso del tiempo. Juanse pareció tener algunas molestias al cantar y el micrófono no le funcionaba bien, pero a los que lo recibieron con una bandera enorme no les importó: ellos habían ido a escuchar El rock del pedazo, Sucia estrella, Ya morí, Juana de Arco, El rock del gato y Cowboy, y los Ratones les dieron el gusto. Si hasta hubo chicas bailando el solo de batería de Roy... El cierre fue con Girando, nuevo motivo para aplaudir la capacidad de Juanse para construir riffs indestructibles.
Al cierre de esta edición, en la segunda y última fecha del festival, se presentaban, además de Calamaro, Attaque 77, Intoxicados, Almafuerte, La Mancha de Rolando, los españoles Reincidentes, Bulldog, los uruguayos No Te Va A Gustar, Nonpalidece, Flavio y la Mandinga, Willy Crook, M.A.M., Federico Gil Solá, Sudakaya y Coki & The Killer Burritos. El rosarino Coki De Bernardis se trajo una sorpresa bajo el brazo: su guitarrista (que no hizo sino ocupar ese lugar, sin divismos) fue nada menos que Fito Páez.
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