ESPECTáCULOS
› VUELVE LA SEÑORA MACBETH, DE GRISELDA GAMBARO
Crímenes y castigo
La reposición de una de las mejores puestas de la temporada 2004 invita a reflexionar nuevamente sobre el poder yel
miedo, de la mano del inmortal personaje de Shakespeare.
› Por Hilda Cabrera
Sleep no more: Macbeth ha asesinado el sueño. Quién podrá dormir tranquilo cuando los poderosos se apropian de la vida y las esperanzas de los otros. “Todas las fragancias de Arabia no perfumarán esta pequeña mano”, dirá una Lady Macbeth que cree ver sangre en sus manos al sentir el acoso fantasmal de los asesinados en el Macbeth, de William Shakespeare, uno de los dramas más potentes de la literatura escénica. El autor exaspera allí la ambición de poder, y sin suavizarla le prodiga poesía trágica. Sobre esta obra, de la que se tuvo conocimiento en 1623 (entonces impresa como The Tragedy of Macbeth, y para ser representada), se realizaron infinidad de versiones. Los estudiosos señalaron en aquel impreso varias “alteraciones”, atribuidas –sólo en determinadas escenas y en opinión de algunos especialistas– a Thomas Middleton, autor del drama The Witch.
Las numerosas versiones de la obra no tuvieron únicamente como centro al personaje que llegó a ocupar el trono de Escocia, sino también a la reina. Es así que, inspirándose en aquella célebre Lady a la que no le bastaban los aromas más dulces e intensos de Arabia para neutralizar el olor de la sangre, la dramaturga y novelista Griselda Gambaro creó La señora Macbeth, uno de los mejores textos y puestas de la temporada 2004, que ahora se repone en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes, con protagónico de Cristina Banegas y dirección de Pompeyo Audivert. Gambaro muestra aquí a una mujer devastada por los crímenes del esposo, de los que se sabe cómplice. Esta señora se debate entre contradicciones. Oscila entre el desplante de la poderosa y el miedo de la vencida, la indiferencia de la descreída y el arrebato y la endeblez de quien va camino a la locura. El espejo en el que habrá de mirarse será el que le impongan las criadas (y no las famosas brujas que en el drama de Shakespeare profetizan títulos y poderes a Macbeth y Banquo, generales de Duncan, rey de Escocia). Estas criadas que la rondan conforman un raro coro griego, integrado por las actrices Susana Brussa, Armenia Martínez y Corina Romero. Al actor Damián Moroni se le asignó el rol del fantasma de Banquo, muerto por orden del usurpador Macbeth. Este montaje se presenta ahora en la sala principal del Cervantes, Libertad 815, de viernes a domingo.
La fascinación por los temas del poder y de la grandeza produjo en tiempos de Shakespeare un teatro de la desmesura, construcciones donde la vitalidad de los personajes y la tensión que animó a éstos no ha perdido actualidad. De ahí que no resulte extraño que el Macbeth creado por el poeta inglés desencadene hoy controversias y debates. Un ejemplo último es el que ofreció un grupo de historiadores que logró convencer a veinte políticos del Parlamento escocés sobre la necesidad de suscribir una moción “que limpie el nombre y honor de Macbeth”. Según estos estudiosos, este rey de Escocia no fue el malvado que describió Shakespeare, sino “un monarca pacífico y popular”. Entre otros puntos, destacan su inteligencia y habilidad para unir a la entonces desmembrada Escocia y convertirla en próspera, y, sobre todo, no haber mandado asesinar al antecesor rey Duncan, quien –aclaran– murió en la batalla de Pitgaveny, en 1040.
El prestigioso anglicista italiano Mario Praz, por otra parte, enumeró en uno de sus valiosos ensayos las fuentes a las que acudió Shakespeare, quien, para el fragmento que relata el crimen de Duncan, abrevó en lo escrito sobre el asesinato de otro rey escocés, Duff, hecho que figura en un texto de Holinshed. Lo interesante es que la moción presentada días atrás en el Parlamento de Edimburgo ha recibido el apoyo de varios expertos, enojados porque Shakespeare creó un personaje que, en opinión de éstos, no es fiel al histórico. Es así que el profesor inglés John Beatty, de la City University de Nueva York, propuso que el 2005 sea declarado “Año de Macbeth”, a modo de celebración de los mil años del nacimiento del controvertido rey y de oportuno desagravio.