ESPECTáCULOS
› EL HOMENAJE DE SUS AMIGOS MUSICOS
Pequeñas anécdotas de un tipo tocado por la guitarra
Compañeros de generación –Pomo, Machi, Oscar Moro, Héctor Starc– y Nico (hijo de Vitico) se juntaron para rescatar imperdibles historias que tuvieron a Pappo como protagonista.
Por C. V.
En un atardecer porteño, varios músicos alternan carcajadas y pesares, en torno de una mesa de bar. Todos hablan de Pappo, esa gloria del rock que hoy cumpliría 55 años. Héctor Starc prefiere dividirlo: “Estaba el Pappo-personaje de la campera de cuero y el otro que venía a buscarte a tu casa para patinar con un Dodge por las calles de Flores”. Carlos “Machi” Rufino lo rescata como el hombre generoso “que hacía mucho por los demás”; Héctor Lorenzo (Pomo) como un ser fiel a sí mismo y “sin vueltas”; Oscar Moro lo inmortaliza como “un fierrero pesado, pero con calidad” y Nicolás Bereciartúa –hijo de Vitico (el bajista de Riff, al igual que Botafogo, prefirió no estar en la nota)– como el padrino que le regaló su primera Les Paul. “Hay gente que se muere y no deja nada. Mirá Pappo todo lo que dejó”, dijo Starc y el bar, ese atardecer, se pobló de anécdotas.
Pappo, según narra Machi, tenía la costumbre de deformar los nombres. A él le había cambiado su apellido (Rufino) por Tocino y después dobló la deformación al inglés con resultado desopilante. “Tocins era; pasé de ser Rufino a ser Tocins”, recuerda el bajista. Entonces Pomo, para Pappo era Morpo. Ambos se habían conocido en La Paternal a los 16 años. “Nos juntábamos a tocar cuando salíamos del taller sin sacarnos los mamelucos llenos de grasa. En el barrio le decían el loco del Jeep, que doblaba en las esquinas a dos ruedas”, evoca Pomo. En 1968, el baterista lo invitó a integrar Los Abuelos de la Nada y ambos compartieron con Miguel Abuelo la grabación Lloverá y Pipo la serpiente. “Un día me llevó a un show en un camión de pollos y yo, que soy vegetariano, me volvía loco del olor que había.” “Bueno, Pomo –apunta Machi–, Pappo te presentaba como el tipo que comía queso. Era su forma de caracterizar a los vegetarianos –risas—.” Pappo y Pomo se reencontraron en 1972 y concretaron junto a Machi una de las mejores formaciones de Pappo’s Blues: la del Volumen III. “Es increíble que haya salido de La Paternal y que los grandes maestros de la guitarra hayan arrugado ante la fuerza de esos dedos”, rememora Pomo.
Starc nunca tocó en forma oficial con Pappo. Pero compartió decenas de zapadas. Se conocieron a fines de los ’60 en un colectivo de la línea 89. “Se sentó al lado mío y me dijo ‘vamos a La Cueva’. Si no fuera por él seguiría trabajando en OCA”, agradece el ex guitarrista de Tantor y Aquelarre. Recuerda, por ejemplo, las comidas que compartían los músicos de Pappo’s Blues, Aquelarre y Pescado Rabioso en un bar de la calle Mendoza, en Belgrano. “Era un lugar con ventanas altas y si entrabas por ahí no veías qué había adentro. Un día Pappo, que tenía esa costumbre, saltó y cayó sobre una mesa donde estaba comiendo una pareja de viejos. Por supuesto fue nuestra última cena ahí”, cuenta. “Me pasaba a buscar por mi casa de Floresta, íbamos a buscar a Spinetta a Belgrano y de ahí a la pizzería Boca, que estaba en Nazca y Rivadavia. Todo ese despliegue de cientos de kilómetros era para que el Pappo pidiera una pizza, se la pegara en la frente y le dijera al mozo: ‘Tráigame otra’. Después le decía a Luis ‘dame la mano’ y se la daban con una porción de muzza entre medio.” Starc recuerda una serie de zapadas en las villas que Pappo frecuentaba por entonces. “Ibamos a zapar con Black Amaya y David Lebon. Yo zafaba porque tocaba el bajo, pero Lebon y Pappo tocaban con unos equipos de mierda, y sin embargo la gente estallaba. Pappo nunca se quejó diciendo ‘qué guitarra de mierda’... le dabas una escoba y la tocaba.”
Moro se cruzó por primera vez con Pappo cuando Los Gatos volvieron de Nueva York, luego de un viaje que habían hecho sin Litto Nebbia a principios de 1969. “Nos bajamos en Ezeiza y estaban Billy Bond, Pappo y Litto. De ahí nos fuimos a ensayar a una quinta y dije ‘éste es un animal’.” Moro se erige como el hombre que le ponía los puntos al Carpo ante sus arrebatos pugilísticos. “Lo cagaba a pedos cuando se ponía loco y me daba pelota. Un día íbamos en tren a Mendoza y creyó que un tipo le quería afanar la viola ‘con el tren en movimiento’. Y, sin mediar palabra, le puso una trompada y le rompió la nariz. Un desastre. Era buena persona, pero había que controlarlo”, dice Moro. Starc intercede con dos hechos de la época de Los Gatos que ubican a Pappo en los antípodas de Nebbia. “Un día me dijo ‘acaba de pasar una injusticia, a Nebbia le regalaron una Les Paul ¿para qué mierda la quiere? La tendrías que tener vos’. Y qué hizo Pappo: convenció a Nebbia de que mi Telecaster tenía un sonido ‘español’, más afín para hacer temitas melodiosos. Y dijo ‘Litto, dale la guitarra a Héctor’, ‘Héctor, dale la guitarra a Litto’ y salimos corriendo. Después le sacaba los discos de blues y rock que Litto compraba, los llevaba a la casa para sacar los solos de Cream y Hendrix en el Winco”, recuerda Starc. Moro y Pappo compartieron la formación de Los Gatos de Beat Nro 1 y El rock de la mujer perdida y 16 años después se volvieron a cruzar cuando Pappo rearmó Riff para editar Riff VII con Vitico y Jaf.
Cuando el auto que trasladaba a Pappo a la Chacarita estaba por ingresar al cementerio, Machi lo estaba esperando sobre la calle Jorge Newbery. “De repente el coche frenó y la gente empezó a cantar ‘es Pappo’s Blues la puta que los parió’. No entendía nada.” La primera vez que Pappo y Machi hablaron fue en 1969. “Nos veíamos esporádicamente hasta que un día Pomo me dijo: ‘Un amigo te quiere ver’. Y se asomó Pappo haciendo muecas. Ese fue el germen del Pappo’s Blues III, después de ahí, se me hizo todo más fácil. Spinetta me confió que nos convocó a Pomo y a mí para Invisible porque nos había visto con Pappo en el festival de Lobos y lo habíamos deslumbrado.” Machi coescribió con Pappo Sándwiches de miga y cantó en Sucio y desprolijo y El sur de la ciudad. “El Volumen III suena como si lo hubiésemos hecho hoy”, determina. También fue testigo del momento en el que Pappo conoció a Charly García y Nito Mestre. “Fue en Canal 11, el gordo Pierre nos presentó a los Sui Generis, les dimos la mano y el veredicto de Pappo fue contundente: ‘Son unos tontos estos dos’.” “Sí –interviene Starc–, una vez me vio hablando con Charly y Nito y me dijo: ‘Qué hacés con estos soretes, que ablandaron al rock nacional’. Igual, después se amigaron. Una vez lo vi hablando con Nito y me pregunté: ‘De qué carajo estarán hablando estos dos’, ¡el tema de conversación era la tintura para el pelo! Pappo se teñía y la excusa era ‘si no parezco Papá Noel’.” Cuenta Machi que un día, estando Pappo en EE.UU., un tipo le tocó el timbre en su departamento y le dijo que venía de su parte. “A mí me gustaba Chicago, banda que a Pappo no, pero sin embargo se tomó la molestia de comprar cuatro vinilos de ellos, inéditos acá, y me los mandó con una carta que decía ‘acá te mando el Chicago este de mierda y la puta que los parió. Para que no me rompas más las bolas’. Y lo más cómico era el remitente ‘Pappo, 7ma Aveniú, con acento en la u. Increíble. Cada vez que miro el disco, lo veo a él y me digo ‘no sé si yo lo hubiera hecho’.”
Nico, el hijo de Vitico, reemplazó a Boff en la última formación de Riff, pero lo tuvo cerca desde la cuna. “Para mí fue como haber sido amigo de Hendrix. A los 16 años me hizo tocar Ruta 66 ante 15 mil personas y cuando se enteró de que me gustaban las Les Paul me trajo una de Estados Unidos y me la regaló.” Nico debutó con Riff en La Vieja Usina de Córdoba y tuvo el placer de viajar en el Chevallier 95, que el Carpo había reacondicionado para entablar las giras entre amigos. Starc también compartió parte de sus últimos años con Pappo. “Después de su primer accidente, nos fuimos a Pinamar en moto. Me prestó la Harley y yo soñaba con tener una. Recuerdo que me dijo ‘para qué te vas a gastar 20 lucas sólo por el ruido que hace. Te grabás la mía en un casete y te vas con los auriculares puestos –carcajadas–’.” Pero la mejor fue cuando encaró a Antelo (gerente de Renault) en una de esas fiestas conchetas a las que no sé cómo carajo lo invitaban y le dijo: “Por culpa tuya casi me mato con esa mierda que fabricaste, aprendé, gil, si iba con la Chevy lo hacía mierda al camión”. Su anteúltimo accidente había sido en una Fuego y, en el último, un Clío de la misma marca fue el que apagó su luz.