Dom 13.03.2005

ESPECTáCULOS  › TELEVISION EL FALSO JUICIO CONTRA M. JACKSON

Ante puertas cerradas, E! presenta noticias actuadas

El juicio contra Michael Jackson, por E!, revoluciona el acceso a la información, aquí mediada por actores, y cuestiona el sistema televisivo. “Nada frente a una cámara es cierto”, se desprende de su puesta apócrifa.

Por Julian Gorodischer
Este es el extraño programa que fascina a Fernando Peña todas las mañanas en la FM Kosiuko, el que quita el sueño a Andy Kusnetzoff en la FM Metro, el que atrapa la atención dispersa por naturaleza de Roberto Pettinato en Indomables. Es el invento ficcional más impactante de los últimos tiempos: un juicio de mentirita que sigue todas las reglas de “lo real”, sin estridencias ni subrayados, sin un ápice de invención, apenas la réplica exacta –defienden los de E! Entertainment– de lo que pasa en el verdadero juicio contra Michael Jackson, a puertas cerradas para la prensa. El Juicio contra Michael Jackson (de lunes a viernes a las 23, por E!) es apócrifo pero verosímil. ¿Una técnica efectiva para garantizar el derecho a la información cuando el jurado decreta “Los medios afuera”? ¿O un reality show falaz que, por su atrevimiento, deja a años luz a las dramatizaciones truchas de Memoria o Mauro Viale? ¿Tal vez una comedia de extraño tema protagonizada por un doble de voz aguda y cuerpo esmirriado? En cualquier caso, tiene el carácter hipnótico de “lo nuevo”.
Cruza el reality con la sitcom alocada, somete la trama a discusión a cargo de un panel de especialistas, se renueva con la frecuencia con que la prensa diaria cambia las noticias y se da el lujo de una yapa: ver la mutación del doble y escucharlo decir que es éste su “sueño realizado de ser Michael”. No importa que sea para interpretarlo en el banquillo, acusado de masturbar dos veces a un adolescente enfermo de cáncer. Por eso, además de ser una vía para estar informados, El juicio... es una prueba de fe: ¡el ídolo nunca cae! La falsedad de la escena cuestiona ritos y costumbres heredados: pone en el tapete el valor de verdad ahora que la información llega dramatizada, y pone en jaque a La Noticia ahora que uno se entera de lo que pasa en el mundo mediante actores. Si el noticiero intentó expandir la creencia de que existe “una ventana al mundo”, el juicio de E! restituye el velo y hace que la realidad sea más opaca: allí no están ni Michael, ni sus chicos, ni el juez, ni el gran jurado. Es el paraíso del “como si...”.
Y a pesar de que, por esta vez, E! permite que se le vean los hilos, nunca decae el show: los actores son muy buenos y se hacen cargo de sus dichos con vacilaciones y titubeos; así debe haber sucedido en el verdadero tribunal –se supone–, donde un Michael paliducho, parecido a los de Televisión abierta (donde abundaban sus imitadores), igualito a los del club de fans que se reúnen en la Plaza San Martín, hizo que todo pareciera más irreverente. La caricatura cómica le falta el respeto al tema tabú. Lo que se ve es una comedia sobre abuso de menores, masturbación, alarmas que sonaron o no, páginas porno que posiblemente se abrieron.... Lo de E! es revolucionario: ahora se nombran palabras inadmisibles para una pasarela de ricos y famosos, ajenas al reinado de ídolos populares: homosexualidad, masturbación, pene, muñeco inflable, penetración, voyeur, página porno, todo dicho por los dobles como en un juego de entrecasa, sin la solemnidad del discurso psiquiátrico o represivo, apenas como el morbo de ver al ídolo reconstruido y hasta debatido por expertos que juzgan no la gravedad de los delitos sino la performance del actor que hace de Michael.
En la era del ascenso de los comunes al poder televisivo, ahora que se egresa de American Idol, El Aprendiz o Survivor con gloria y portadas de revistas arregladas de antemano, el fan de Michael es tan estelar como el original, un personaje en sí mismo entrevistado en el noticiero del canal, seguido por la cámara durante los preparativos. E! taclea al mito vivo, lo desjerarquiza, se ensucia con el género morboso de la dramatización pero lo cubre de brillo con talento y realismo actoral. Si antes la CNN había mostrado la invasión a Afganistán como un show de luces y sonidos, y luego transmitió la caída de las Torres Gemelas como un aséptico paisaje sin víctimas, ahora E! decide que es hora del Gran Blanqueo. Un testigo describe cómo Michael penetraba al maniquí, cómo le ponía la mano en “el trasero” a su hermanito; y Michael repone que sólo se trataba de “darles leche tibia y galletitas antes de dormir”. El mundito de E! es un espacio cerrado, sin ventanas, con luz artificial y caras estiradísimas, totalmente mimético, heredero del artificio originario del The Truman show y del hermetismo de todos los realities de casas post Gran Hermano pero con una cualidad más noble: explicita la mentira televisiva, se regodea en su condición de réplica, desestabiliza el espacio de la tele al desmentir que algo de lo que pase en un estudio, frente a cámaras, iluminado y publicitado como el plato fuerte del prime time pueda ser cierto.

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