ESPECTáCULOS
Henri Salvador: canciones desde una habitación con vista al jazz
El secreto mejor guardado de la música francesa fue editado por Blue Note en Estados Unidos y también en la Argentina.
› Por Diego Fischerman
El hecho de que Caetano Veloso lo considere uno de sus maestros, que Sergio Mendes haya asegurado que fue uno de los creadores de la bossa nova o que el propio Joâo Gilberto haya interrumpido un concierto suyo para anunciar que él estaba en la sala y pedir un aplauso, podría ofrecer algunos datos. Que haya tocado con Django Reinhardt y, más tarde, con Lester Young o Coleman Hawkins y que haya compuesto canciones con su amigo Boris Vian, pone en juego datos de otra índole. Y si se tiene en cuenta que el mismo personaje grabó en 1966 un éxito espantoso llamado “Juanita Banana”, que fue famoso por sus imitaciones, luego ganó un Grand Prix du Disque con la música de Les Aristochats de Walt Disney (donde además de cantar tocaba todos los instrumentos), que fue el introductor del twist y el rock’n roll en Francia, que acaba de hacerse acreedor a un disco de platino a los 84 años, que canta con la voz más juvenil que nunca y que su fraseo es una lección de elegancia, resulta casi imposible acorralar con alguna clase de definición a Henri Salvador, el secreto mejor guardado de la música francesa.
“Soy sensible a Dinah Washington y a Billie Holiday, pero el verdadero catálogo de lo que puede hacerse con la voz me llega de Nat King Cole”, asegura este cantante y guitarrista nacido el 18 de julio de 1917 en Cayena, hijo de un nativo de origen español y de una india del Caribe. Entre ese temprano origen americano y colonial, el descubrimiento ritual de los discos de Louis Armstrong y Duke Ellington en la casa de un primo, sus primeros trabajos como músico en París –adonde su familia se mudó cuando él tenía 7 años– y su CD Chambre avec Vue, elegido disco del año en Francia, publicado por Blue Note en Estados Unidos con el nombre de Room with a View y editado en la Argentina por la filial local del sello EMI, hay un largo camino. En ese recorrido, además de haberse convertido en una leyenda local (mientras el resto del mundo lo ignoraba), caben varias cosas: programas de televisión, un Gran Premio de Humor de la Sociedad de Autores de su país (en 1944, el éxito de sus chistes y, en particular, de su imitación de Popeye, salvó del naufragio la gira sudamericana de Ray Ventura, con quien llegó a Buenos Aires antes de instalarse durante dos años en Brasil), el Premio de la Academia Charles Cross por el conjunto de su carrera (en el 2000) y la condecoración, en 1988, con la Legión de Honor.
La edición argentina del nuevo álbum es igual a la norteamericana y, en un momento en que son prácticamente nulas las publicaciones locales en el ámbito de las músicas artísticas de tradición popular y de las músicas llamadas clásicas, esta iniciativa tiene un valor inmenso (el CD forma parte de un pequeño lote de novedades conformado también por los últimos trabajos de Cassandra Wilson, Bobby McFerrin y el trío Medeski, Martin & Wood). En Room with a View, a diferencia de la edición francesa, se incluyen tres temas en inglés –”Jazz, Silver Moon-Light”, “All I Really Want is Love”, con la cantante Lisa Ekdahl como invitada, y la traducción del tema que da título al álbum– y “Jardin d’hiver” es cantado en portugués (lo que hace aparecer a Henri Salvador más parecido que nunca a Joâo Gilberto). Entre los lujos están las participaciones de Toots Thielemans en armónica (en “Un Tour de Manège”) y de Françoise Hardy (en la deliciosa “Le Fou de la Reine”). Pero el atractivo principal está en otra parte. Esas intervenciones de estrellas, más allá de ser bienvenidas, no cambian la esencia del disco. Una esencia constituida, sobre todo, por la forma de cantar de Salvador –ese mínimo desplazamiento entre voz solista y acompañamiento que, según Sergio Mendes, la bossa nova tomó de él, la afinación precisa, la renuncia al vibrato y a las efusiones dramáticas, el culto al distanciamiento–, el swing siempre algo retraído, pudoroso, la ausencia de lugares comunes y de ampulosidades, los arreglos tan exactos como alejados de cualquier clase de pretenciosidad y un repertorio placentero y melancólico. Un grupo de músicos de primer nivel, entre quienes se destacan Eric Lalam en trompeta y André Vilege en saxo,contribuye al clima de relajación y de verdadera interrelación que se percibe. “Los cantantes suelen grabar después que los arreglos fueron registrados”, explica Salvador. “Yo canto con mis músicos. Creo que es por eso que este disco tiene alma.”