ESPECTáCULOS
› MUSICA ENTREVISTA A LA CANTANTE ADRIANA VARELA
El otro álbum familiar
En lo que ella define como una etapa de “balance espontáneo”, editó un CD en vivo, que refleja los shows brindados en el ND Ateneo en 2003, y un DVD que repasa su trayectoria.
› Por Karina Micheletto
“En los discos en vivo hay otro testimonio, más roto, más visceral. A la gente le gustan mucho: son los que más se venden. Pero los discos que le gustan al artista son los que graba”, separa Adriana Varela. “Cuando grabás te metés en otro rollo, el de la cabina. Con los auriculares puestos empezás a descubrir las letras, la música, las dificultades, los hallazgos... Es muy fuerte grabar, y muy exigido. Pero bueno, son dos Adrianas, y están las dos, cada uno elige cuál le gusta”, concluye la cantante. Su reflexión viene a cuento de que por estos días está llegando a las disquerías el CD Adriana Varela vivo, que refleja los conciertos que dio en el teatro ND Ateneo en noviembre de 2003. Y también un DVD que la cantante define como “un currículum” puertas afuera del país y “un álbum de familia” puertas adentro. Allí, además de un clip y una entrevista donde habla de su trayectoria, aparece otra gente como Leopoldo Federico, Néstor Marconi y Luisa Goyeneche (la viuda del Polaco) alabando lo que hace. También están Fernando Peña y Estela de Carlotto, quien asegura que se siente un poco mamá de la cantante, que la encuentra parecida a su hija.
La selección del vivo abarca algunos de los tangos con los que se identifica la voz de la Varela (Los cosos de al lao, Pompas de jabón), los últimos temas “más criollitos” en los que la cantante se embarcó (Mañanita de sol, Criollita decí que sí), los que la vincularon con Jaime Roos (Piropo), con Joaquín Sabina (Una canción para la Magdalena) o con el tango electrónico (una versión acústica de Perfume, de Jorge Drexler, que fue corte de difusión de Bajo Fondo TangoClub). Todo un repaso por la trayectoria de esta ex fonoaudióloga esposa de tenista, que un día colgó todo y corrió a aprender de aquellos viejos tangueros sabios que la cobijaron en el café Homero; entre ellos, Roberto Goyeneche, su padrino artístico.
–Este Vivo parece una suerte de recapitulación, de balance de una etapa que se cierra. ¿Fue así?
–No lo había pensado, pero sí, es eso. Un balance espontáneo de un montón de cosas que canté, que descubrí y sigo descubriendo. La intención fue reunir imágenes de cómo soy en vivo y cómo es mi canto, más desprolijo, menos preocupado por cómo está el sonido, por esas cosas que controlás en un estudio. Sentí que el público quería tener un testimonio auditivo y visual de aquello en lo que había participado.
–En este balance, ¿cuál es la etapa que se abre y cuál la que se cierra?
–Eso es más complicado de definir, me quedaré pensándolo... Definitivamente hay una etapa que yo llamaría definida, más que terminada. Todo lo que venga después va a ser siempre una búsqueda mía. Yo no tengo muchas sugerencias cuando hago un disco, tiro la línea y la sigo, con libertad absoluta. Por un lado esa libertad es maravillosa. Y por otro lado hay días en que pensás, la verdad que estaría bueno tener a alguien que me diga “tenés que hacer esto y punto”. Cuando tenés tanta libertad para ejercer, también es un rollo. Pero me quedo con eso.
–En el DVD hay mucha gente hablando muy bien de usted.
–Sí, ¿le sorprendió? La intención fue hacer un DVD muy argentino, que reflejara no solamente cosas mías, sino el pensamiento de gente que me importa. También es un poco una carta de presentación para cuando voy afuera, una especie de currículum. Pero más emotivo, muy intimista, se trata de la gente que trabajó conmigo. Como en todo currículum, uno pone los logros que alcanzó. Y para nosotros sería como un álbum de familia.
–Entre los que hablan está Luisa Goyeneche, que debe haber estado en momentos clave de los comienzos de su carrera.
–Siempre estuvo. Mientras yo hacía aquel recorrido dentro del tango con el Polaco, ella era la que estaba acompañando a su marido, o sea que conmigo había un vínculo de madre e hija.
–¿Qué rol tenía, observaba de atrás?
–¡No! Ella venía y me decía: hoy estuviste más o menos, estuviste mal acá, acá... Y el Polaco la retaba: ¡No le digas nada! ¡Ella sabe lo que tiene que hacer! Porque él a mí no me enseñaba verbalmente. Pero yo no me tomaba mal las cosas que ella decía. Las mujeres cuando hacen de mamá son más metidas. Luisa era muy metida, pero yo la dejaba. Al Polaco le parecía una locura, porque además no quería que lo hicieran con él. En realidad estaba diciendo muchas cosas con eso.
–¿Qué vínculo tiene con Estela de Carlotto?
–Un vínculo muy fuerte. Yo colaboré mucho con las Abuelas y con las Madres, y con Estela nos une esta cosa tan fuerte, que para ella soy parecida a Laura. Yo por suerte tengo a mi mamá y mi papá, que tiene un pensamiento muy parecido al de Estela, pero ella es tan emblemática que yo también puedo decir que es como una mamá. Además, mi mamá también la quiere mucho, así que no hay competencia, está todo bien.
–¿Qué tiene que tener un tango para que Adriana Varela diga “lo canto”?
–Me tiene que pasar por un lugar absolutamente emotivo. Cuando voy a grabar un disco tengo un mecanismo que es siempre el mismo: primero agarro libros de tango y veo los temas, empiezo por la poesía. Después lo mando a mi viejo a comprar los discos que no tengo, para ver cómo es la música. Si lo poético y lo musical me gustan, me mando. Antes lo tenía al Polaco, y él me decía: no leas los libros porque están equivocadas las letras, vos llamame a mí y yo te digo si está bien. Yo iba y lo llamaba. Ahora no lo tengo más, entonces me guío por mucha gente a la que le pido asesoramiento, pero sigo empezando por las letras. A fin de año empiezo a meterme en ese proceso para mi próximo disco.
–¿Descubre tangos todavía?
–¡Uf! ¿Cuántos miles de tangos existen? ¿Y a cuántos nunca voy a tener acceso? Es vastísimo. Para mí ese sigue siendo un trabajo de descubrimiento y de emoción.
–Su hijo la acompaña en guitarra. ¿Le pasa información sobre tango?
–De folklore sí, de tango no. El tango siempre estuvo a su alcance, lo escuchó de la manera menos obligada, se crió escuchando al Polaco cuando yo lo llevaba a mis recitales de chiquito. Yo no soy “la mamá que sabe”: yo todavía estoy aprendiendo. ¡El pibe sabe más de música que la mamá! El se recibió en Berklee, pero volvió para aprender tango. Su próximo paso hubiera sido irse a Boston a estudiar jazz. Pero se planteó: si tengo un bagaje de mi música que todavía no exploré, ¿qué voy a hacer en Boston? Ahí yo dije, a la miércoles, todo lo que nosotros hacíamos a los 30 y pico, 40, esta generación lo está haciendo al toque. Estos pibes, que tienen pocos referentes, eligen nutrirse de su identidad. Algo que tarde o temprano te cae de maduro. Finalmente, en algún momento, vas a tener que tocar algo que tenga que ver con vos.