ESPECTáCULOS
› CINE ENTREVISTA CON LA ACTRIZ, GUIONISTA Y DIRECTORA FRANCESA AGNES JAOUI
“Filmé sobre el poder en la familia”
La protagonista y realizadora de El gusto de los otros vino al país a presentar el estreno de su segundo largometraje, Como una imagen, premiado en Cannes. “Cada uno esconde muchas veces personajes que ni sospecha”, dice sobre su nueva película, escrita junto a su marido, Jean-Pierre Bacri.
› Por Horacio Bernades
“Superbien”, así, en castellano, no es lo que uno espera que responda una señora francesa a la pregunta “¿Cómo está?” Pero es lo que responde Agnès Jaoui, bajada del avión hace unas pocas horas. Y no es una palabra aprendida por fonética para impresionar, el gesto demagógico del extranjero que espera conquistar a los locales haciéndoles creer que domina su idioma. Después del “superbien”, Mme. Jaoui sigue hablando en castellano como si nada, y ya durante la entrevista la intérprete deberá resignarse a un papel poco menos que decorativo. La realizadora de El gusto de los otros, que acaba de llegar a Buenos Aires para acompañar el estreno –el próximo jueves– de su nueva película, Como una imagen, dice haber aprendido lo que sabe de castellano en algunos viajes que hizo a Latinoamérica (“Cuba, sobre todo”) y en España.
Pero Jaoui también aprendió el castellano cantando. Y no precisamente en la bañadera. Con 40 recién cumplidos y siendo una respetada realizadora, guionista consagrada y actriz muy requerida, nada de eso le impide cantar en uno de los coros más prominentes de toda Francia. Se trata del ensemble vocal Canto Allegre, al que le da participación en Como una imagen. La protagonista de su nueva película, una chica obesa que tiene problemas con su imagen (de allí el título) canta en un coro, dirigido en la ficción por la propia Jaoui, que en la vida real es mezzosoprano. La primera vocación de Mme. Jaoui fue la de actriz, iniciándose casi al mismo tiempo en teatro y cine, a los veintipico. En cuanto al segundo de sus vicios artísticos, “empecé a escribir guiones porque estaba cansada de esperar llamados de trabajo”, según dice. Antecedentes familiares no le faltaban, ya que tanto su padre como su madre son escritores.
Primero escribió una obra de teatro, Cuisines et dépendances, que pasó al cine casi de inmediato, y lo mismo volvió a suceder con su segundo opus, Un aire de familia, cuya versión cinematográfica se conoció hace unos años en Argentina. Fue allí que le echó el ojo Alain Resnais, que de inmediato la convocó (junto con su marido, coguionista y permanente compañero de elenco Jean-Pierre Bacri) para escribir a cuatro manos el guión de Smoking/No Smoking, ingenioso díptico basado en un par de obras del dramaturgo inglés Alan Ayckbourn. Poco después, el tándem Jaoui-Bacri volvería a reunirse con el realizador de Hiroshima mon amour para otra sofisticada comedia resnaisiana, Conozco la canción, de muy buen suceso en Argentina.
Tal vez la cifra de 150.000 espectadores, alcanzada por El gusto de los otros en el mercado argentino, sea lo que justifique el viaje hasta estas pampas de la realizadora, guionista y actriz, para presentar su segunda película. Exhibida en competencia oficial en Cannes 2004, donde terminó llevándose el premio al Mejor Guión, en Como una imagen la pareja Jaoui & Bacri vuelve a estudiar las mutables, resbaladizas relaciones entre una gran cantidad de personajes, agregando esta vez un par de tonos más oscuros a su paleta. Como en la anterior ocasión, se han reservado para sí un par de personajes, dejando el papel central de Lolita en manos de la debutante Marilou Berri, hija de la conocida actriz Josiane Balasko.
–Todos sus guiones junto a Jean-Pierre Bacri, tanto los escritos para terceros como los que usted misma dirigió, admiten ser calificados como “comedias corales”. Ese es también el caso de Como una imagen. ¿Qué es lo que los lleva a adoptar esta clase de estructura?
–Una comedia coral da la posibilidad de hablar de muchos temas distintos. Y de estudiar, al mismo tiempo, los juegos de relaciones entre una variedad de personajes. En este caso, hacía tiempo que con Jean-Pierre teníamos ganas de hablar del poder en las relaciones interpersonales. Del que ejerce el poder y el que lo sufre, en este caso representados por el padre (el papel que hace Jean-Pierre) y su hija. De a poco se va viendo, en la película, hasta qué punto el padre ignora a su hija, hasta alcanzar niveles casi patológicos. Pero a su vez ella no es sólo víctima, sino que en ciertas ocasiones repite con otros el mismo esquema de desprecio y poder impuesto por su padre.
–Es muy interesante que este personaje terrible, que llega hasta el punto de salir de la sala en el momento en que su hija está dando su primer concierto público, esté encarnado en la figura de un escritor, que tiende a ser socialmente considerada poco menos que como intachable.
–Le aseguro que he conocido a escritores o directores de cine que ... bueno ... no voy a dar nombres, pero francamente ... No hay una relación entre el talento o la capacidad artística y la calidad humana. Uno conoce gente a la que intelectualmente admiraba y se encuentra con seres verdaderamente ruines, mezquinos, egomaníacos, que pueden llegar a producir un rechazo profundo. A mí me ha pasado, me he llevado terribles decepciones, y le puedo asegurar que en esos casos terminó importándome muy poco el talento que pudieran tener. Si en el trabajo se comportaban como niños caprichosos o pequeños dictadores, yo lo que sentía por ellos era desprecio, ya no admiración y ni siquiera comprensión.
–Por otra parte, en los personajes del padre y la hija reaparece el tema de la imagen, de la oposición entre apariencia y realidad, que ya estaba presente en El gusto de los otros, donde un señor burgués de pronto descubría una sensibilidad artística hasta entonces impensada.
–Sí, efectivamente, es un tema que nos interesa mucho a Jean-Pierre y a mí. Nos interesa en un plano personal, ya que creemos que cada uno esconde muchas veces personajes que ni sospecha, como también sus manifestaciones en el plano de lo social. Por eso tomamos el tema de la gordura, que es toda una cuestión en la sociedad contemporánea. En un momento, la segunda esposa del escritor (que tiene casi la edad de su hija) se horroriza porque tiene unos gramos de más. Y es una chica delgadita, que además cuando hace ese comentario demuestra poco cuidado por Lolita, que más que con los gramos tiene problemas con los kilos. Yo vi montones de escenas como ésa en la vida real, incluso entre gente inteligente. Pero la obsesión por estar en forma realmente puede llegar a enloquecer a las mujeres, hasta hacerlas perder toda perspectiva. Hasta terminar volviendo tontas a las que uno suponía inteligentes.
–Sin embargo, así como en el caso del personaje del escritor ustedes hacen pasar al espectador de la admiración al horror, con el de la esposa joven pasa lo contrario.
–Claro, tiene toda la apariencia de la rubia tonta, pero demuestra ser una persona sumamente comprensiva, que termina preocupándose por lo que sucede con Lolita. Es lo que dije antes: solemos esconder personajes que ignoramos y que eventualmente afloran. A veces se trata de límites que uno se impone a sí mismo, en otros casos tiene que ver con los roles sociales. Pero somos más de uno, y el cine permite observar eso.
–A propósito de lo específicamente cinematográfico, usted viene del teatro y escribe guiones en los que los diálogos y los personajes llevan el mayor peso. Lo cual, al menos según el prejuicio generalizado, sería “poco cinematográfico”. ¿Qué piensa de esto?
–Es algo que he pensado más de una vez, sí. Se supone que el cine tiene herramientas que permitirían hacer pasar el sentido no sólo por los diálogos, y allí están directores como Fellini, David Lynch, Kusturica, para quienes la imagen lo es todo. Pero, bueno, a Jean-Pierre y a mí nos da por los diálogos, eso es lo que nos gusta trabajar y creo que nos sale más o menos bien ... Por otra parte, hay grandes directores para quienes el diálogo es esencial, como Woody Allen o Eric Rohmer. Y cuyas películas demuestran además que el desfase entre el diálogo y la acción puede ser una muy buena herramienta para hablar de esa oposición entre apariencia y realidad a la que aludíamos antes. O sea que finalmente no está tan mal hacer recaer el peso en los diálogos.
–¿De qué manera trabaja los guiones con su marido?
–Trabajamos todos los días, de 15 a 19. Nos sentamos con birome y papel y vamos desarrollando juntos el guión, siempre de a dos, sin repartirnos el trabajo. Muchas veces, él inicia una frase y yo la sigo, o viceversa. Lo único que hacemos por separado es pensar el guión. Pero cuando nos sentamos a la mesa trabajamos siempre juntos.
–¿Les deja algún margen a sus actores para improvisar?
–No, la verdad que no. Llegamos a los ensayos con el guión bien pulido, después de unos siete meses de trabajo, y lo que queremos es que digan los diálogos tal como están escritos y que encarnen a esos personajes que están ahí, en el papel. Por supuesto que cada uno los encarna a su manera, pero básicamente ya están desarrollados previamente.
–Teniendo en cuenta que hasta ahora las películas que escribió tienen puntos en común, ¿se plantea hacer algo muy distinto algún día?
–Sí, ese es todo un tema. Planteármelo me lo planteo, pero por ahora no es fácil. Desde hace un tiempo estamos intentando desarrollar con Jean-Pierre una idea distinta, pero la verdad es que hasta ahora no pudimos hacerlo. Vamos a seguir intentándolo, ahora cuando vuelva a casa, y veremos si sale algo.
–Tanto El gusto de los otros como Como una imagen tienen una gran fluidez, tanto en términos visuales como dramáticos, y eso es esencial para poder llevar adelante historias con muchos personajes. ¿Le lleva mucho tiempo montarlas?
–Básicamente, lo que queda es lo que ya estaba en el guión. No es que en el montaje descubra la posibilidad de reestructurar toda la película. Pero sí debo decir que el montaje me resulta la fase más fascinante de una película. No deja de maravillarme y encantarme esa posibilidad de relacionar cosas que no lo estaban antes, y el momento en que uno ve cómo se produce esa ligazón es un momento único, absolutamente gozoso. Ahora vengo de actuar en una película que se llama La maison de Nina, sobre las casas que servían como resguardo para chicos separados de sus familias, durante la Segunda Guerra. El director, Richard Dembo, falleció antes de terminar el rodaje. Y como veía cuánto me gustaba el montaje, me encomendó que lo terminara en su lugar. Como no era una película que yo hubiera rodado, allí pude trabajar más puramente como montajista, concentrarme más en esa tarea. Y realmente me encantó.
–¿Qué es lo que encuentra en el montaje que tanto le gusta?
–Creo que lo que me gusta es que se trata del momento más musical del proceso de realización de una película, el momento en que los distintos elementos conjugan y armonizan. Y me parece que no hay en el mundo nada que disfrute más que la música.
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