Lun 28.03.2005

ESPECTáCULOS  › EL MODELO ALIEN EN LA TELE

A cada década, un marciano favorito

Cómo fueron los distintos perfiles de extraterrestre de la TV desde los ’70 hasta hoy: de los amistosos Mork y Alf a la paranoia de invasión y dominación instalada por V, Expedientes secretos X o Taken.

› Por Julián Gorodischer

Ningún extraterrestre gustó tanto a la TV como las criaturas misteriosas supuestamente halladas en el pueblo de Roswell (Estados Unidos): esos muñecos verdes, macrocefálicos y de ojos saltones, estarían guardados desde 1947 –dice el mito– en alguna catacumba del desierto de Arizona. Cierto o no, esos chicos inspiraron a una mayoría de las recreaciones que la TV hizo de marcianos y afines, en versiones conspirativas como las de Expedientes secretos X o inocuas en la comedia que se viene en Canal 13. El ET modelo Roswell, retomado en 2004 por la serie Taken, de Steven Spielberg, condensa las claves que el imaginario social atribuye a “la bestia” del espacio exterior: verde como los reptiles de V: Invasión Extraterrestre o la criatura lisérgica de Mercano, el marciano, del argentino Juan Antín. Entre los verdes, sin embargo, hay matices: si los chicos macrocefálicos, favoritos de la TV, siempre hicieron un mal no cruento (ligado a alucinaciones o abducciones), más ensañados en dañar la psiquis que el cuerpo de la víctima, fieles al ideal romántico de vivir en silencio y odiar sin expresarlo, los de V introdujeron en 1984 una ruptura esencial: devorarse a la presa (el humano) siguiendo una pulsión alimenticia que es a la vez una idea fija y un recurso para mantenerse en forma: ¡nunca engordan!
Sólo los verdes condensaron niveles altísimos de vileza, falsamente amables como los de V, que desembarcaron prometiendo la cura para el cáncer y se los devoraron a casi todos. El hallazgo del productor Kenneth Johnson, que negocia con la Warner para filmar la película en 2006, fue atribuirles una contradicción esencial: hipercivilizados pero tan primitivos como para vivir pensando en el alimento. Fueron premonetarios, limitados a negociar en especias, coimeados a cambio de ratas para saciar el apetito, pero a la vez organizados en un complejo orden social de castas disciplinarias y marcados por el progreso tecnológico indefinido. La historia de V se narró en términos de estudio demográfico, abarcando los aspectos más sutiles del funcionamiento de grupos (reproducción, política, delito) y adelantando por 20 años una conspiranoia política real extendida desde 2001: nos están invadiendo, y todo será para peor. En cambio, el macrocefálico de Expedientes secretos X, Taken o Mercano nunca se corre de cierto pintoresquismo, apartado de la metáfora política, narrado en términos de uno en el universo, alimentando mitos más cercanos al susto que al terror profundo (tan grotescos como el cuco). Son criaturas singulares, coleccionables, en la línea de un E. T. de Spielberg pero, en la TV, usado para el mal. Las variantes del macrocefálico incluyen poderes como hacer regresar al humano a vidas pasadas (en Taken), instalar complejas tramas de dominación y silenciamiento (en Expedientes...) o invertir la tradición para dar lugar al horror del extraterrestre ante los ritos del humano argentino en el Mercano que se vio en MuchMusic en 2001.
Los cariñosos se corrieron de la saga de invasores maléficos para incorporar al ET a la gran familia estadounidense en concepto de mascota. ¡Todos quisieron su marciano propio! Hubo que tratarlos con cariño, dejarlos desplegar una vocación insólita para contar chistes o hacer payasadas que –en el caso de Robin Williams– se trasladaría luego a la composición de psiquiatras, profesores de literatura y mucamas travestidas. Y pensar que todo empezó con su Mork de ficción, allí donde le festejaron que tomara agua con el dedo, hablara con las plantas o monologara durante diez minutos seguidos sin parar para respirar. Mork & Mindy (1978) derribó varios fantasmas: ni dominación, ni invasión colectiva, ni aspecto fantasmal. Apenas un humanoide faldero para toquetear como un peluche, ligeramente asexuado, casero, fácilmente incorporable a las delicias del universo familiar que, siempre, era preferible a la inmensidad del espacio exterior.
Alf, ocho años después, respetó las mismas claves, gustó, se quedó, y representó la dicha americana previa a la caída de las Torres: un contextoque recibía con alegría y hospitalidad al que llegaba de afuera. Era un mundito de casas bajas, livings cómodos, familias anglófilas y poco sofisticadas que abrazaron al peluche extraterrestre, le celebraron los chistes y se deleitaron con su propia pluralidad frente al otro diferente. Tan parecidos al modelo del buen vivir fueron los de la serie 3rd. Rock from the sun, en misión familiar desde el espacio para estudiarle al estadounidense su modo de vivir, extrañamente asimilados al perfil de padre y madre de familia de los ’90 más ligados a la integración (entre ET y humanos) que a la confrontación. El guionista imaginaba una armonía estelar, y se hacían innecesarias las metáforas de invasión en el declive de la Guerra Fría, quince años antes de que la abducción y la batalla intergaláctica (en Taken, Los 4400 y otros) volvieran a ponerse de moda, cuando reinaba la comedia y la vida se llevaba bien puertas adentro del hogar. Pero eso era el pasado, y quedó lejos.

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