Jue 31.03.2005

ESPECTáCULOS  › “COMO UNA IMAGEN”, DE AGNES JAOUI Y JEAN-PIERRE BACRI

Un concierto de vanidades

Las relaciones de poder y sumisión en la familia y la renuncia a las propias convicciones son los temas de la nueva película del matrimonio responsable de El gusto de los otros, otra agridulce comedia de costumbres parisinas de estructura coral.

› Por Luciano Monteagudo

Ya en su primer largometraje como directora, El gusto de los otros (2000), la guionista y actriz francesa Agnès demostró su predilección por la polifonía, el contrapunto, la estructura coral. Y ahora en su segunda realización, una agridulce comedia de costumbres de ambiente netamente parisino, Jaoui –cantante aficionada ella misma– no sólo profundiza en esa línea: también la hace explícita, manifiesta, al convertir a su personaje central en una estudiante de canto que no termina de encontrar su voz, su armonía en el mundo.
Como una imagen gira alrededor de Lolita (Marilou Berry, hija de la actriz Josiane Balasko), una chica que, a los 20 años, no podría ser más infeliz: atormentada por su figura gruesa y laxa, en los antípodas de los modelos fascistas de belleza al uso, Lolita también sufre por la indiferencia de su padre, un personaje famoso que nunca le presta la atención que debería. Para este escritor engreído y egocéntrico (magníficamente interpretado por Jean-Pierre Bacri, coguionista del film y marido de Jaoui en la vida real), él mismo, Etienne Cassard, está antes que cualquier otra persona. Y a pesar de que no parece dispuesto a escuchar a nadie salvo a sí mismo, se diría que está cansado de sus propias palabras, de sus permanentes sarcasmos, con los que hiere a todos los que tiene a su alrededor.
Que no son pocos... Su nueva mujer (Virginie Desarnaouts), casi de la misma edad de Lolita, pero con el cuerpo de una mannequin, se queja de estar siempre en un segundo plano y de ser humillada en público. El asistente editorial de Cassard (Grégoire Oesterman) da la impresión de haber superado esa etapa y se conforma con ser un mantenido de quien alguna vez fue su amigo y ahora es su jefe. Otro escritor, Pierre (Laurent Grevill), que estuvo años esperando el reconocimiento y la fama, acaba de alcanzarla y cree disfrutar de su roce con Cassard, que le promete un jugoso contrato. Pero se tiene que tragar algo más que el conejo al estragón –que detesta– para compartir la mesa con esa monstruosa celebridad de las letras.
A su vez, Jaoui se ha reservado para sí el personaje que funciona un poco como el eje moral del film: Sylvia, la mujer de Pierre, una profesora de canto que, a diferencia de la mayoría de quienes tiene a su alrededor, casi no participa de esa mediocre feria de vanidades. Casi. Su admiración por Cassard es incondicional y, la verdad, nunca hubiera reparado demasiado en Lolita de no haber sido porque, azarosamente, un día descubre que es la hija de su ídolo. Pero es Sylvia, también, la única que pone a Cassard en su lugar y que no tiene problemas en hacerle ver a Pierre, su marido, hasta qué punto está traicionando sus principios e ideales.
La renuncia a las propias convicciones es uno de los temas de Como una imagen, ese conformismo que lleva a pensar que todo vale lo mismo y que “nada es grave”, hasta que –como le señala Sylvia a Pierre– lo termina siendo. Las relaciones de poder y sumisión en la pareja y la familia es otra de las preocupaciones centrales del film de Jaoui, particularmente en lo que hace a la relación de Cassard con Lolita, quien a su vez –histérica, circularmente– subordina a Rachid (Keine Bohiza), un muchacho de origen marroquí, que ha decidido rebautizarse Sébastien para no tener que sufrir en exceso el racismo cotidiano que anida en la sociedad francesa.
Como directora, Jaoui le imprime todo el ritmo que puede a su puesta en escena, con apuntes –algunos un poco obvios– sobre la alineación y la violencia ordinaria de la vida urbana, tan dependiente del teléfono celular y la figuración mediática. Pero se nota que Jaoui pertenece a la vieja escuela del cine francés y que confía siempre más en sus diálogos, en el papel impreso, que en lo que pueda suceder delante de la cámara. Es en el guión –premiado en la edición del Festival de Cannes del año pasado– donde Jaoui proyecta las mejores voces de este madrigal, que no sufriría demasiado si se representara sobre un escenario en vez de sobre una pantalla.

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