ESPECTáCULOS
› “HITCH, ESPECIALISTA EN SEDUCCION”, CON WILL SMITH
Un Miguel Angel del amor
› Por Martín Pérez
“¿Conocés la historia de Miguel Angel y la Capilla Sixtina?”, le pregunta Hitch a uno de sus clientes, que se le queda mirando. “Bueno, yo soy Miguel Angel y vos sos la Capilla Sixtina.” Parece una frase hecha a medida como para impresionar a cualquier cliente, pero no. Porque este cliente de Hitch no es un cliente cualquiera. Es una infalible máquina de torpezas, un hombrazo con mandíbula cuadrada, la encarnación humana de un superhéroe en huelga, Mr. Increíble hecho realidad y sin superpoderes, sólo supertorpe. Semejante cliente comienza su charla con Hitch, el especialista en seducción, diciéndole que está enamorado de la mujer más rica y más bella de la ciudad. He aquí el desafío, casi una obra maestra, que Hitch decide hacer realidad.
Aun cuando la ruptura de la cuarta pared sólo aparece en el prólogo, en el que su protagonista le habla a la cámara, Hitch es decididamente una especie de anti Alfie. Aquel egoísmo hedonista del ganador que deambula de levante en levante deviene aquí en brazo tendido hacia hombres esencialmente buenos, pero a los que nadie calificaría como agraciados, perdidamente enamorados de las mujeres más bellas. Ese es Hitch, el seductor que apenas si abre puertas para permitir que esos hombres tengan su oportunidad con el amor de su vida. “Cualquier hombre puede conquistar a cualquier mujer”, es el lema de Hitch, y se dedica a probarlo. Sólo son necesarias tres citas. Pero, eso sí, no pone su conocimiento al servicio de patanes, sino que lo suyo es propiciar el amor verdadero.
Considerado como una leyenda urbana por la hermosa Sara, redactora de chismes de un periódico neoyorquino, Hitch es el eje de una película romántica que evoca de la mejor manera posible aquellas comedias rosas pero con un guiño, de antes de los sesenta. Lo que Ewan McGregor y Renée Zellwegger intentaron alcanzar a través de los colores pasteles en Abajo el amor, Will Smith lo intenta con Eva Mendes, pero sin recurrir al pasado, sino aggiornando la forma a los tiempos de Sex and the City. Armado con consejos que no desentonarían en ninguna revista femenina de Cosmopolitan en adelante, Hitch es un cupido comprensivo y nada machista, capaz de hacer milagros, un Miguel Angel capaz de pintar una Capilla Sixtina. Pero incapaz de hacer ningún bosquejo para sí. La clave, claro, de cualquier comedia. Y más si es romántica.
Sin embargo, la clave del disfrute de una película tan esquemática como Hitch, en la que sus personajes apenas si tienen vida propia, reside en sus actores. Por un lado, el carisma de Will Smith, una estrella que –a pesar de ser el productor– no tiene problema en mostrarse vulnerable, ridículo y hasta en dar un paso al costado. Y no por la hermosura siempre casual de Eva Mendes, sino para que brille el efectivísimo humor físico de Kevin James. Protagonista de la serie de Sony King of Queens, James es el torpe Albert, y es la gran revelación de Hitch, una película que es simpática mientras parece no querer nada, pero se desdibuja cuando cree saber cuál es su destino manifiesto y va en busca de la emoción del romance. Resulta curioso, pero justo ahí –si el film fuese un enamorado en busca de impresionar a una amada renuente– es cuando necesitaría seguir los consejos de su honesto protagonista, en vez de dar manotazos artificiales y efectistas para conseguir lo que quiere, pero no merece.