Mar 03.05.2005

ESPECTáCULOS  › GONZALO VALENZUELA, FELIPE COLOMBO Y ESTEBAN PEREZ

El taxi boy, un modelo que cambia las reglas machistas

› Por Julián Gorodischer

El nuevo taxi boy de la TV viene de hacer de virgen a los 25 en Machos, la primera novela chilena que se estrenó en la Argentina. La castidad lo volvió un sex symbol (sumado a los rumores de romance con Pampita), y ahora Doble vida quiere explotar el filón pasándolo al otro extremo del arco sexual: allí, Gonzalo Valenzuela, alias Manguera, amigo del whisky, las motos y las camperas de cuero, será un taxi boy adaptado a la usanza televisiva; sólo tendrá relaciones con mujeres y contactado por llamados telefónicos. ¡Nada de yirar! Para construir un sex symbol masculino –dicen Valenzuela y sus colegas, los jóvenes Felipe Colombo y Esteban Pérez–, la tele los convierte en machos light: acusado de lolito (Colombo en Rebelde Way), en el rol del conquistado (Esteban Pérez en Floricienta) o congelado como objeto (Gonzalo Valenzuela) ahora que se rompió un tabú y el taxi boy llegó al protagónico de la novela. ¿Cómo se lo muestra? Sólo con mujeres, preocupado por su aspecto personal, vividor y seducido “por afuera de los modelos clásicos de masculinidad”, según dice Esteban Pérez. “Es el reinado del varón metrosexual.”
¿Cómo llega la prostitución masculina a la pantalla chica? “El mío es un prostituto VIP”, dice Valenzuela. “Decide con quién estar, se da permiso para el sentimiento, es deseado y desea por igual.” El redimido del oficio nunca callejea, ni se somete a lo que no quiere y frecuenta más los vicios del donjuán que del prostituido. Allí hay un primer filtro: cazador, de mujer en mujer, viajero y sin destino ni techo fijos, Manguera se parece más al perfil de seductores compulsivos del cine como Hitch o Alfie que a la inauguración del modelo del prostituido. “A mí me parece –dice Esteban Pérez– que esta historia ayuda a correrse de ciertos modelos machistas extendidos, como aquel que sólo preveía prostitutas mujeres. Y se pueden pensar nuevas figuras: un hombre que se prostituye, uno que es dejado, uno desvelado por su cuidado personal.” No son pocos los que interpretan la aparición del taxi boy televisivo como un coto al machismo de tiras y programas cómicos. Es el fin del putón patrio, el surgimiento del gato masculino. “Estos antigalanes –sigue Valenzuela– despertaron su lado femenino y empiezan a pegar muy fuerte. Temas de chicas, como querer llegar vírgenes al matrimonio (en Machos) o alquilar el cuerpo por dinero, ahora también afectan a los varones.”
Pero, ¿por qué no contar al taxi boy desde una óptica realista? ¿Acaso abunda en la vida real el taxi boy de luxe que se niega al sexo gay y sólo acepta hacerlo en hoteles cinco estrellas? “Es una tira en el horario central –blanquea Felipe Colombo–, ya bastante osada es.” Si el taxi boy que se destaca en el cine (el de Ronda nocturna de Edgardo Cozarinsky, el de Mi mundo privado de Gus van Sant) es rotundo y visceral y expresa el sino trágico de lo no elegido ni buscado, el de la tele prefiere un relativismo que tranquiliza. “El mío no es estrictamente un taxi boy –cuenta Colombo–, acepta una propuesta de una noche, prueba a participar del universo de su amigo Manguera, pero no para quedarse...” El perfil televisivo de la prostituta (el gato de Gran Hermano, las chicas de Disputas) queda ubicado en los antípodas. “¿Por qué no gozar? En todo taxi boy hay un hombre que siente, desea, seduce y hasta, llegado el caso, se enamora...”, dice Pérez.
Si la prostituta post-programa testimonial (Ser urbano, Punto Doc) acepta la lectura compasiva, sobre todo si es madre, el taxi boy Manguera recibe el comentario procaz de la veterana, participa en la fiestita gustoso, nunca pierde el deseo de piropear y asciende a la categoría de sex symbol más como ganador que como marginal. ¿Injusticia? “El hombre que no se involucra románticamente genera admiración”, dice Pérez. “La mujer que no lo hace es despreciada.” Así, Doble vida, con algunos filtros, sería un síntoma social: ¿expresa una mirada hegemónica sobre la batalla entre los sexos? “Yo prefiero pensar que los tiempos cambiaron”, dice Valenzuela. “¿Quién diría que un veinteañero virgen (el de Machos) tendría tantos clubes de fans? De virgen a taxi boy: algo me dice que el deseo femenino se lleva bien con los extremos.”

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