ESPECTáCULOS
› EUROPA EUROPA EXHIBE HOY “LAS CINCO OBSTRUCCIONES”
El masoquismo a la Von Trier
El film, presentado en los festivales de Venecia, Mar del Plata y Buenos Aires, muestra al danés sometiendo a su colega Jörgen Leth a diferentes reglas cinematográficas.
› Por Horacio Bernades
“Voy a tener que castigarte”, le avisa el tipo medio desarreglado al otro, que luce un aspecto impecable. “Vos sabés que no cumpliste con lo prometido, no me dejás otra posibilidad.” El otro acepta, sumiso. No, no se trata de una sesión de disciplinamiento, aunque se le parece mucho y en el fondo tal vez lo sea. Es una de las conversaciones “de trabajo” que tienen lugar a lo largo de Las cinco obstrucciones, ejercicio sadomaso-pedagógico-cinematográfico que se presentó un año y pico atrás en el Festival de Venecia, y más tarde pudo verse en los de Mar del Plata y Buenos Aires. El que castiga es el danés Lars von Trier. El castigado, su colega y compatriota Jörgen Leth, autor de un legendario cortometraje al que el autócrata de Dogville y Contra viento y marea se ha propuesto arruinar, según confiesa abiertamente. Y piensa hacerlo con ayuda del otro.
En ese sistemático proceso de aniquilación (cinematográfica, pero quizá también humana) consiste Las cinco obstrucciones, que jamás tuvo circulación regular en Buenos Aires y que el canal Europa Europa estrenará esta noche a las 22. Firmada a dúo por Von Trier y Jörgen Leth, la idea se le ocurrió –obviamente– al primero de ellos, que logró convencer al otro de la experiencia, registrándola paso a paso en esta suerte de documental de laboratorio que es Las cinco obstrucciones. La dinámica de la película evoca en más de un momento las sesiones de “reeducación” encaradas por los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural, cuando lo que se buscaba era quebrar psicológicamente al acusado de actividades revisionistas o contrarrevolucionarias. El propio Von Trier acude en algún momento al símil de la terapia, explicándole a Leth que de lo que se trata es de enfrentar los propios demonios para superarlos. Otro posible modelo de Las cinco obstrucciones son las duras pruebas a las que ciertos maestros espirituales (o líderes sectarios) someten a sus discípulos o seguidores.
El corto sobre el que Von Trier y Leth trabajan es El humano perfecto, que éste filmó en 1967 y puede verse, de modo fragmentario, a lo largo de Las cinco obstrucciones. Se trata de un trabajo experimental en blanco y negro, que parodia las formas y tics de un documental científico, presentando a un supuesto modelo de animal humano que tiende a comportarse más bien como un “modelo”, en el sentido publicitario del término. Von Trier dice admirar el corto (“lo vi nueve veces”) y enseguida anuncia: “Se trata de una joyita que procederemos a arruinar”. El modo de arruinarlo (o curarlo, si se admite la tesis terapéutica del autor de Bailarina en la oscuridad, película que Europa Europa también emite a lo largo de mayo) consistirá en volver a filmarlo, a partir de una serie de obstáculos presentados por Von Trier. Son cinco en total, de allí el título de la película.
El procedimiento impuesto por el inventor del Dogma 95 consiste en forzar al otro a hacer aquello que más rechaza. Basta que Leth diga: “Nunca estuve en Cuba” para que de inmediato Von Trier proclame: “La filmarás en Cuba”. “Odio el cine de animación”, afirma Leth. “Deberás filmar un dibujo animado.” “Ahora voy a enviarte al lugar más miserable de la Tierra”, anuncia el director de Los idiotas –que en más de un momento da toda la sensación de querer hacer de su interlocutor un protagonista tardío de aquella película– y lo manda a la India, donde deberá darse un banquete frente a un público de hambrientos. Es todo un juego, claro. Un juego sádico, en el que uno actúa y exagera su legendario sadismo (el mismo que hizo que Björk jurara que nunca más en su vida pisaría un set cinematográfico) y el otro, el papel de masoca complaciente.
Un juego de máscaras, como suelen serlo las muy artificiosas películas de Von Trier. Desde este punto, bien puede verse a Las cinco obstrucciones como comentario en clave –o versión autoparódica– de esas películas, con Jörgen Leth ocupando el lugar de víctima propiciatoria que Von Trier le ha hecho atravesar a Emily Watson en Contra viento y marea, a Björk en Bailarina..., a Nicole Kidman en Dogville. Es como si para Von Trier el cine fuera un valle de lágrimas. De lágrimas de los demás, claro. Risas y lágrimas: “El que voy a aplicarte es el peor de los castigos: la próxima versión de la película deberá ser libre, sin ninguna pauta prefijada”, prescribe el maestro. “Oh, no, cualquier cosa menos eso”, lloriquea el alumno, desesperado por la falta de reglas.